Daredevil nº01

Título: El anfitrión
Autor: Jose Antonio Martínez
Portada: J.L. Rio
Publicado en: Noviembre 2014

¡Un nuevo comienzo para el Hombre sin miedo! ¡Nueva etapa! Tras un tiempo fuera, Daredevil regresa a la cocina del infierno, visitando en una oscura noche vieja a su peor enemigo. El Hombre sin miedo y Kingpin se ven las caras frente a frente...
Vive en una noche eterna, pero la oscuridad está llena de sonidos y olores que otros no pueden percibir. Aunque el abogado Matt Murdock es ciego, sus otros sentidos funcionan con una agudeza sobrehumana... Abogado de día, vigilante de noche... El Hombre sin miedo
Creado por Stan Lee y Bill Everett

Nueva York, 60 minutos para Año Nuevo:

Todo está preparado para la gran celebración.

En el ambiente se sienten las ganas de fiesta y de diversión que invaden a los neoyorquinos y a los miles de turistas. Todos han venido a conmemorar la muerte de un año, y el nacimiento de uno nuevo. En Times Square, la multitud embriagada por la situación, aguarda impaciente el final de la cuenta atrás. Se lanzan frágiles promesas, se proponen enmiendas a actos pasados. Tranquilos. Seguros. Sin miedo a que nadie pueda estropear tan señalado y significativo evento.

Mientras, en un lujoso despacho de Manhattan, amplio y con vistas a una generosa porción de la Gran Manzana, tiene lugar una extraña e inesperada reunión. Ajenos a lo que sucede fuera, dos figuras permanecen de pie solas en la oscuridad, una frente a la otra. Las cambiantes luces nocturnas que se cuelan por una cristalera enorme dibujan danzantes sombras desiguales. El ruido de las bocinas de los coches, los gritos de la gente en la calle, eufóricos, se amortiguan gracias a los gruesos vidrios.

En esta recepción no se estrechan manos. No hay protocolo, ni formalismos. Tampoco parafernalia innecesaria. No hace falta.

- Ha pasado mucho tiempo. -dice, frío, el visitante-

- Sí. Demasiado, sin duda. -replica el visitado- ¿Puedo encender las luces?

- ¿No estaban encendidas ya?

- ¡Hmm! Lo dejaremos así. Le da más ambiente a este encuentro, ¿no crees?

- Tú eres el anfitrión.

- Involuntario, sin duda. Aunque ya sabes que aquí siempre eres bienvenido…

- Extrañas “bienvenidas” las que he tenido siempre aquí...

- Igual de extrañas que tus “visitas”. Supongo que esta no iba a ser la excepción… ¿Nos sentamos? -el propietario del inmueble conmina al otro, con un sutil gesto de su mano-

- ¿Por qué no…?

El Diablo toma asiento en un cómodo sillón situado frente a otro igual, en los cuales se había decidido demasiadas veces el destino de las personas que se encontraban, despreocupados, a los pies del majestuoso edificio. La única barrera entre ambos es una mesa baja de madera y cristal.

- ¿Una copa? -ofrece la figura trajeada a su visitante-

- No, me altera demasiado. -se le escapa una leve sonrisa, casi cómplice-

- Ya, por supuesto. Yo voy a tomarme un whisky, si no te importa. -se dirige a un mueble bar muy poblado, de fina talla, y se sirve un viejo escocés. El Diablo aprecia en su paladar, desde la distancia, el roble de la barrica en la que aguardó años y años a ser bebido- Todavía estoy acostumbrándome a los... cambios. Además hoy es un día para festejar, ¿no? -da un buen trago, antes de acomodarse en la otra butaca- Pero eres tú el que ha venido a verme. Bueno, ya sabes a qué me refiero...

- Chistes sobre ciegos, ¿eh? -se acomoda en el sillón, recostado con una pierna sobre la otra- Con la cantidad de veces que he venido a “verte", y nunca me había sentado en estos sillones. Son muy cómodos... -sin apenas esfuerzo, diferencia al menos un centenar de olores, correspondientes a cada persona que ha dejado caer su trasero donde él se encuentra. Casi puede sentir, incluso con las manos enguantadas, la vida de la butaca desde su fabricación; Metal. Pólvora. Sangre. Nicotina. Semen. También diferencia el embriagador perfume de alguna mujer que estuvo allí no hace mucho-

El silencio se apodera de la estancia en un breve reinado, mientras los dos viejos conocidos permanecen inmóviles, como vigilando los gestos del otro. Sólo el tintineo de los hielos, que giran de manera constante, rompe el ambiente tenso entre los contrincantes.

- He de reconocer que no esperaba esta visita. -nuevo sorbo al whisky- Al menos no tan pronto...

- Soy así de imprevisible.

- Pero has venido por algo, ¿verdad?

- Siempre hay un motivo para todo. -proyecta su torso hacia adelante, sobrevolando parte de la mesa. Acercándose, amenazante, a su interlocutor- ¿No crees? -una sonrisa de dientes apretados reluce bajo el rojo de la máscara-

Sus sentidos hiperdesarrollados notan cómo el corazón del otro emite un latido a destiempo. Se había sobresaltado. Sin duda esperaba un ataque en cualquier momento; está a la defensiva, pese a su tranquilidad exterior. Despacio, sin dejar de “mirar” al oponente como en un duelo del lejano oeste, El Hombre Sin Miedo desliza una mano hacia el bastón plegado, enfundado en uno de sus muslos.

El anfitrión, al percatarse del movimiento, aprieta el vaso robusto con tal fuerza que el cristal comienza a emitir unos quejidos que anuncian su inminente explosión. Los músculos se tensan. La sangre circula a toda velocidad, desbocada. La respiración parece la de un rinoceronte. La camisa bajo el traje exclusivo comienza a no aguantar la masa que ruge bajo ella. El Diablo sonríe…, y deposita sus armas sobre la mesita que hace de frontera psicológica entre ambos.

- No he venido a pelear. No esta vez. Sólo es una visita de cortesía por volver a mi territorio.

Tras un trago largo para apurar el whisky restante, deja el vaso en la mesa, junto a los bastones de Daredevil. Al contacto del cristal con el cristal, el vaso se deshace en cientos de pequeñas esquirlas. El anfitrión se levanta y camina despacio hacia una caja ornamentada que descansa sobre el escritorio. Sus pasos son pesados, pero cada movimiento está optimizado hasta el extremo; nunca gasta más energía de la necesaria. Eso era algo que el propio Matt había podido comprobar muchas veces.

- Tu territorio... -dice a la vez que se enciende un Cohiba Lancero, dándole pequeñas chupadas- Es cierto... Al fin lo conseguiste, ¿eh? Controlar toda Nueva York... -calada al habano- Dime, ¿que tal te ha ido sin mí? -chupada al cigarro, seguido de una bocanada enorme de un espeso humo blanco que llega hasta el visitante-

- ¿No pretenderás hacerme creer que no sabes nada de lo sucedido en "mi" ciudad estos últimos meses, verdad? -dice mientras agita la mano, enguantada tratando de dispersar aquella exhalación nociva-

- ¡Je! Por supuesto que no. -da una calada- Tengo mis propios informes, claro, pero ya que has venido prefiero escucharlo de primera mano. -otra- ¿Quién mejor que el mismísimo y autoproclamado Protector de Nueva York para contármelo todo? -y una última y prolongada, enmarcada por una amplia sonrisa, consume una parte importante del cigarro puro- Un Diablo católico que aplica métodos totalitaristas disfrazados de justicia...

- Entenderás que soy una persona demasiado ocupada como para andar contando historias o justificando mis actos, y precisamente a ti... Además, de eso ya se encargan otros. -desde el sillón señala un ejemplar del Bugle abierto sobre el escritorio junto al que estaba el anfitrión, con un titular resaltado en negrita que reza; "EL REY DEFINITIVO". El artículo, firmado por Ben Urich, lo acompaña una fotografía hecha por Peter Parker en la que se ve a Ojo Rojo, desfigurada por una paliza, siendo esposada por agentes del FBI-

- No se puede negar que tienes buenos publicistas... -da varias caladas rápidas al puro- Según me han contado, te estás volviendo un poco... blando. Después de todo lo que te hizo esa mercenaria... ¡Si hasta te ha costado tu amistad con Romanoff, si no me equivoco! -el rostro, deformado por el humo, es el que tendría un depredador a punto de saltar sobre una presa indefensa- En otro tiempo, no la hubieras dejado rodeada de pruebas para que la detuvieran. Ni siquiera la hubieras dejado capaz de hablar. Sin embargo...

Antes de terminar la frase, Daredevil busca en la funda de los bastones y, sin levantarse, arroja con precisión un pequeño objeto metálico ensangrentado. Sobre el periódico que, tras botar una vez, se detiene justo sobre la fotografía de la noticia.

- Vaya, otra sorpresa. Me siento afortunado... -la imponente figura descansó todo su peso en un robusto bastón negro, coronado por una joya que bien podría doblar en tamaño del Koh-i-Noor, mientras contemplaba el dispositivo cibernético de Ojo Rojo- ¿Debería impresionarme?

- Darinka Ivkovic sufrió mucho a lo largo de toda su vida; sufrió una guerra atroz, sufrió la pérdida de toda su familia, sufrió violaciones, sufrió torturas, sufrió un entrenamiento extremo gentileza de sus enemigos, sufrió una transformación y sufrió lo indecible para que yo pudiera traerte su ojo. Tanto que, mientras se lo arrancaba de la cara, me lo contó todo. -un atisbo de satisfacción asoma bajo la máscara roja. Ya ha movido ficha- El sufrimiento da sus resultados...

- …y tú sabes bastante del tema, ¿no? -termina, como una puñalada bien dirigida, la frase de Daredevil- Si no he leído mal, creo que esa mujer estaba desequilibrada por culpa de la tecnología que tenía implantada en la cabeza. -camina lentamente, se sitúa delante del ventanal, y contempla la ciudad iluminada a sus pies. Su sombra sobrenatural engulle por completo al Diablo guardián- Son los delirios de una loca.

El humo espeso del Lancero se expandía por toda la parte superior de la estancia como una niebla cerrada. El Diablo se alza, y camina entre la bruma. Firme. Decidido. Implacable.

- Tengo un nombre. El nombre de la persona que "mejoró" a Darinka Ivkovic; el nombre de quien, en un alarde de inteligencia, decidió contratar a Manuel Eloganto para que acabase conmigo y que casi mata a mi amigo.

- ¡Pff! Eloganto. Menudo despojo. -gira la cabeza para no perder de vista a su oponente- Leí que había sido contratado por el nuevo Gran Hombre. -devuelve su atención de nuevo a los destellos de una Nueva York a punto del éxtasis- ¿A él también le arrancaste un ojo?

- Ese tipo no tenía nada de "grande". Sólo es otra escoria más. Otro nivel de un plan mucho más grande. Igual que Ojo Rojo y sus mercenarios. -se sitúa a un paso por detrás de su rival- Igual que esos perdedores del Zodíaco.

- Sí que has estado entretenido... -el anfitrión fija su vista en la masa apiñada en torno a un reloj en Times Square: faltan treinta minutos- Pero me consta que no has sido capaz de derrotarlos a todos.

- Me quedan dos “signos”, por así decirlo. Pero con Tauro recibiendo cariño anal en abundancia en Ryker´s, y Renier siguiendo una vida ejemplar vigilada en Los Ángeles, estarán bien escondidos como los miserables que son. Y en cuanto den la cara se las destrozaré. Como a todos los que has enviado a por mí.

- ¿¡Vienes aquí, a mi casa, a insultarme!? ¿¡A lanzar acusaciones vacías!? -se gira por un instante, con un navajazo reluciente en la cara a modo de sonrisa- Tampoco has cambiado tanto, la verdad...

En ese momento, los sentidos de Daredevil detectan un puñado de corazones acelerados que se apelotonan del otro lado de la doble puerta del despacho. Hablan en susurros, pero son como gritos estruendosos en su cabeza. Una docena de armas se amartillan.

¿Entramos Mitch?

No, Frank. Permaneced atentos.

Pero es el puto Daredevil el que está ahí dentro, ¿verdad?

Te tiemblan hasta los empastes, Lou. ¿No le tendrás miedo a un tío con un pijama rojo armado con dos bastones, eh? Que llevas una carabina M4 por amor de Dios...

Di lo que quieras Mitch, pero tendrías que ver lo que ese hijpouta le hizo a mi primo Fleece. Y encima la noche de Año Nuevo…

¿Y a ti qué cojones te importa el día que sea? Ni siquiera tienes un puto hamster que te espere en casa…

Bueno, pero había quedado con una zorra latina espectacular para “entrar” en el nuevo año de puta madre y… ¡Joder, seguro que el cabrón nos está escuchando! ¡Coñññño! ¡Jooooderrr! ¡Mierda, mierda, mierda…!

¡Cállate ya pedazo de gilipollas! ¡Hasta mi abuela sorda en el asilo te estará escuchando llorar!

Dicen que puede ver a través de las paredes…

¡Muchas gracias, Frank, imbécil!

¡Yo me piro, no entro ahí ni de cachondeo! ¡Que os den por culooooo….!

El sonido de la M4 al golpear el suelo, seguido de los apresurados pasos del matón, se traduce en la primera victoria en la cabeza de Matt 

Maldito saco de... ¡Lou! ¡Lou, puto cobarde, vuelve aquí! ¡Me cago en…!

- ¿Has llamado a la caballería? -avanza un paso, colocándose a la altura de su anfitrión. "Observa" también la ciudad- ¿Me tienes miedo, Wilson?

- No digas estupideces. La alarma se activa sola y seguro que ya la habías "sentido" al entrar aquí. De todas formas no harán nada si no doy la orden. -gira la cabeza hacia su inesperado huésped- Por la cuenta que les tiene.

- No tendrían ninguna posibilidad. -el Diablo se alza imponente, afrontando a Wilson Fisk-

- Por supuesto. No sabes lo que me costaría volver a tener que contratar nueva seguridad privada. Tienes a todo el mundo bien acojonado, ¿eh? -imita el gesto y da su perfil izquierdo a las luces nocturnas, de forma simétrica al Protector de la ciudad- “Mírate”, aquí, quince minutos antes de que empiece un nuevo tiempo. Sin amigos, sin nadie con quien hacer planes ni tener esperanza en el futuro por venir. ¿Es que sólo me tienes a mí, Matthew? ¿No deberías estar con tu madre, la monja? -escupe las últimas palabras-

Sobre la inmensa cristalera se recortan dos siluetas que parecen retarse mutuamente. Como dos honorables guerreros de la antigüedad, permanecen quietos, en silencio, estudian cada detalle el uno del otro. Dos gladiadores que se conocen a la perfección. Matt escucha los latidos de Wilson Fisk ; pausados ; como un bomba gigantesca que arroja un torrente de sangre que recorre el cuerpo desmesurado Siente las membranas contraerse y dilatarse Ambos en alerta ante cualquier gesto del contrario. Pasan unos eternos segundos, y entonces el Diablo rompe el silencio.

- Sólo he venido a avisarte, Wilson; vuelve al agujero donde has estado escondido todo este tiempo, y me lo tomaré como una muestra de respeto hacia mí. Sé que no es casualidad que hayas aparecido justo ahora. Sé que has estado recuperándote, planificando tu regreso. Sé que estos últimos años te has preparado el terreno, agitando el avispero desde la distancia. Sé que Julius y tú estáis relacionados de algún modo. -la tensión del ambiente no parece reflejarse en los dos hombres. Daredevil hace una breve pausa. Espera alguna reacción. Apunta, firme, con el dedo índice de su mano derecha hacia el cristal- Esta es mi ciudad. Ahora yo estoy al mando. He acabado con todo lo que me has echado. -mueve la mano, y señala en esta ocasión al pecho gigante del antiguo Kingpin, envuelto en una chaqueta blanca reluciente- Te lo advierto; voy a ir a por ti. Cazaré a Julius, le haré hablar, y volveremos a vernos. Y presiento que esa visita no será tan cordial como esta. -da la espalda al anfitrión, y con pasos firmes va hacia la mesa a recoger sus bastones-

- Dime, Matthew; ¿cuánto tiempo hace que no duermes? ¿Que no descansas en condiciones? -a Wilson Fisk no parecen haberle afectado en lo más mínimo las palabras del abogado ciego. Se gira de nuevo a disfrutar de las vistas- ¿Desde cuándo no atiendes el bufete miserable que tienes con ese idiota? ¿Cuántos casos habéis perdido? Si hasta ese aprendiz se ha ido a un despacho con más expectativas… Y eso por no mencionar tu relación con las mujeres que te rodean. Con tus experiencias haría carrera incluso un psicólogo de universidad pública...

Tras guardar uno de los bastones en la funda, arroja el otro, con violencia y precisión, contra la pared de su izquierda. Tras rebotar en ella y en el suelo, impacta en el punto más débil de una de las ventanas de cristal situada a medio metro del anfitrión y estalla en miles de pedazos. Como guiado por un imán, el proyectil vuelve a la mano de su legítimo dueño.

- Te he dicho lo que sé, pero hay una cosa más; puedes ver. -el rostro del Diablo permanece impasible- Lo has dejado claro en esta reunión, y por si no hubiera sido suficiente, está ese zumbido característico y casi imperceptible que emites.

- Matthew, querido enemigo, estamos en la antesala de un nuevo año de avances, de descubrimientos increíbles. De grandes cambios. -da la espalda a Nueva York, alzando los robustos brazos- Hoy los ciegos ven, los sordos oyen y los cojos caminan. Cualquier niñato con un manojo de dólares puede tener una impresora 3D y fabricar armas en casa de sus padres. Mañana esos prodigios ya estarán obsoletos. -baja los brazos y las palabras salen disparadas como saetas, guiadas por una traicionera mano tendida- Me parece que tienes la cabeza tan metida en la mierda, que has perdido la perspectiva de tu entorno. Incluso con ese radar tuyo... Lo único que haces es machacar rufianes, machacarte a ti, machacar a quienes te rodean… Vives en las sombras una vida de pecado. ¿Crees que al final entrarás en el paraíso? Yo sé cuál es tu destino.

- No tengo tiempo para tonterías Wilson, -interrumpe- pero estás advertido: no permitiré que mancilles mi ciudad ¡¡¡TRES!!!. Huye, escóndete cómo has hecho tantas otras veces. -Daredevil inicia la carrera en dirección al cristal roto, y gira la cabeza antes de saltar a través de la oquedad- ¡¡¡DOS!!! O tú serás lo próximo que machaque. ¡¡¡UNO!!! Tu turno.

¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!!

Sin opción a réplica, el Protector de Nueva York se zambulle en la inmensa noche, sumergiéndose en un mar de luminarias estridentes que parecen esperarle, ansiosas, al fondo del abismo. Mientras cae con rostro impasible, El Hombre Sin Miedo escucha. Escucha la música festiva y la alegría de la gente, contentos de poder vivir para ver un año más. Escucha vasos chocar, canciones cantadas a coro, labios juntarse, lágrimas que se estrellan contra el asfalto. “Parece una noche feliz…” -piensa- “Lo parece…” Porque sigue escuchando; y oye las sirenas de las ambulancias, de los coches de policía y de los camiones de bomberos. Entre los gritos de júbilo, distingue un llanto ahogado, partido en dos por una cremallera que se baja apresuradamente. Y mientras Daredevil dirige su caída hacia el delito en curso, vuelve a pensar; “Feliz año nuevo para ti también, Nueva York…”

El anfitrión se asoma al agujero por donde el humo del Cohiba se empeña en salir en persecución de Daredevil. El frío viento invernal del este golpea su cara oronda, mientras se detiene a observar. Contempla una ciudad de fiesta, en plena orgía. Alegre. Abierta. Multicultural. “Parece una noche feliz…” -piensa- “Lo parece…” Porque sigue observando, y ve una sombra cornuda que se precipita sobre ella salvaje, rabiosa; como una bestia desbocada, atraída por el escándalo y las luces brillantes. Desde las alturas, le parece una mancha rebelde que se resiste a los intentos de lavado. Una mácula que ultraja lo único que siempre le ha importado de verdad. Deforma esa ciudad risueña, embriagada. Dulce. Suave. Tierna. Lista para darle un buen bocado. Y tras una interminable calada al puro, arroja los restos aún incandescentes al vacío. Antes de volverse adentro, Wilson Fisk dirige su atención a un pequeño y tranquilo barrio junto al Hudson, entre la 34 y la 59, y vuelve a pensar; “Feliz año nuevo para ti también, ‘Tsue’..”

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