Los Vengadores nº16

Título: ¿El Último día de nuestra era? (y IV)
Autor: Lobo Rojo
Portada: Santiago Ramos
Publicado en: Diciembre de 2008

¡Continúa el Crepúsculo de los Dioses! Mientras Lobo Rojo y Silverclaw se enfrentan en la mansión de los Vengadores a Theelgeth el gigante descabezado, terror de los cheyennes, el Caballero Negro, Chaqueta Amarilla y Gilgamesh intentan rescatar a la Avispa de las garras del Nido.


En Shipolo, las grandes praderas celestiales donde reina el Manitú, el olor nauseabundo de la sangre y los intestinos de miles de seres demoniacos se mezcla con el de los cadáveres de sus heroicos defensores, fallecidos en el combate. Manabozho, el que ostenta el título de Manitú, mira con emoción los cuerpos de los caídos y los siembra de bendiciones mientras que con su lanza de guerra cauteriza las heridas recibidas. Ha sido una gran victoria, pero recuerda, tal y como su experiencia con las tribus de mortales de Norteamérica le ha enseñado, que ganar una batalla no es ganar la guerra, y que su pueblo siempre habrá de estar alerta ante los próximos avances del enemigo.

En el cielo, su hijo Heno, Dios de la tormenta, también llamado Hakoah por los Sioux, vuela a lomos de su fiel águila Oshadagea, desde la que convoca vientos y tormentas que purifican el ambiente. Al mismo tiempo, abajo, en las colinas colindantes, bajo la atenta supervisión de Hotamintanio, los bravos supervivientes se reorganizan.

El taimado Nanabozho se acercó a su hermano gemelo, el señor de Shipolo. Suspicaces, Owayodata y Tawa se mantuvieron alertas junto a su padre y señor, el que ostenta el título de Manitú.

- Hoy has conducido a tu pueblo a una gran victoria, mi querido hermano y señor – Expresó el coyote en tono adulador.

- No hubiera sido posible sin tus indicaciones, hermano. – Contestó Manabozho, dirigiendo su mirada hacia el horizonte. Nanabozho sonrió, y su sonrisa levantó todavía más los recelos de los dos hijos del Manitú, que se interpusieron en su camino.

Nanabozho se mostró ofendido ante la desconfianza. – ¿Los retoños de mi hermano y señor todavía desconfían de mí? ¿Acaso no he mostrado mi lealtad al advertiros del momento justo y el lugar exacto del ataque?

- Efectivamente, lo hiciste. - contestó el Dios de la Caza – Lo que no has explicado es como obtuviste tal conocimiento.

- Mis medios forman parte de mi ser. – Contestó el Coyote.

- Eso es lo que tememos. – Advirtió Tawa.

Calumet, el árbitro de la batalla, intervino conciliador. – Nanabozho, el Hermano de Manabozho, puede tener como tótem al traicionero y astuto coyote, pero lo cierto es que hoy ha prestado un gran servicio a nuestro pueblo. De no advertirnos del lugar y momento del ataque hubiéramos sido sorprendidos por los malditos Anaye y las fuerzas de la oscuridad. No debemos pues pedirle cuentas después de haber salvado el día. Al menos, hoy no.

- Mi hijo Calumet habla la verdad. – Expresó Hotamintanio. – Pero estamos en guerra, y hemos de permanecer alerta y fortalecernos. Y si es posible, perseguir al impío enemigo hasta su cubil y exterminarlo.

- Forjar alianzas, padre. – Recordó Calumet.

- La sabiduría de Calumet, el hijo de mi hijo, es el camino. – Afirmó Manabozho. Y se dirigió a Tawa, dios del sol. – Hijo mío, cabalga hacia las lejanas tierras de Asgard, y ofrece nuestro conocimiento y fuerza a su Señor, el poderoso Thor, pues él es el que ha sostenido la mayor batalla, y el que en estos momentos parece más apto para dirigir el contraataque. ¡Que tu luz alumbre y de calor a nuestros aliados en los días fríos y oscuros que se acercan!

- Se hará como dices padre mío. – Y así, tras despedirse, Tawa cabalgó a lomos del rayo hacia el antiguo reino de Odín [1] .

Nanabozho frunció el ceño, e intentó disimular su contrariedad, lo que no escapó a los agudos instintos de Owayodata.


Cerbero, el guardián de las puertas del Hades, tierra de los muertos del panteón grecorromano, vio bajar a Tifón de la barca de Caronte y gruñó amenazador.

- ¡Aparta, lacayo! – Le espetó el Titán- ¡Traigo un regalo para tú señor, un regalo que me propiciará la libertad que tanto ansío!

El gigantesco perro, tras olisquear la carga del coloso, comenzó a cambiar de forma, transformándose en un poderoso guerrero también de aspecto amenazador.

-¡JA! ¡Estás condenado a permanecer confinado en el Hades por amenazar al Olimpo, por el mismísimo Zeus! – Comentó el guardián de las puertas del infierno - ¿En verdad esperas que nuestro señor trueque tu libertad por cualquier regalo procedente del mundo de los mortales? ¿Acaso no sabes que él coge lo que desea?

- Esto no, perro. Pero yo estaba allí y lo cogí. – Y apartando al fiel portero del Hades con un gesto, Tifón avanzó con su carga hacia el palacio del señor del lugar.

Y llegó un día en el que los héroes más poderosos de la Tierra se unieron contra el enemigo común...¡Aquél día nacieron los Vengadores!... Para combatir aquellas amenazas que ningún superhéroe podría derrotar en solitario.
Creado por Stan Lee y Jack Kirby


Resumen de lo publicado: El Crepúsculo de los Dioses ha desatado el caos sobre el Planeta Tierra. Mientras los Dioses combaten a las fuerzas del mal en defensa de sus reinos y por el futuro de la humanidad, en el mundo de los mortales la presencia del ser planetario llamado Groth en la órbita terrestre amenaza con transformar la atmósfera del planeta y convertirlo en el mundo ideal para la raza de seres demoníacos a la que precede. Mientras los Cuatro Fantásticos vuelan a enfrentarse a este poderoso ser, los Vengadores permanecen en la retaguardia, patrullando por la ciudad y ayudando allá donde son necesitados. En un intento de obtener información del mundo de los dioses, el vengador Lobo Rojo se encerró en el gimnasio de la mansión para ejecutar la danza ritual por la que convoca a su patrón, el dios cheyenne de la caza, Owayodata, que se hallaba inserto en una batalla junto al resto de su panteón contra los demoníacos Anaye. Este intento de conexión fue aprovechado por Nanabozho, el traidor coyote, para enviar contra Lobo Rojo al horror con el que se enfrentaba, Theelgeth el gigante descabezado. terror de los cheyennes. Nanabozho pretendía así vengarse del odiado Owayodata y de su representante en la tierra. Al mismo tiempo, el Caballero Negro y la Avispa acudieron al rescate de varios ciudadanos aparentemente atacados por demonios, que resultaron ser miembros de la raza alien de El Nido. Separados en el combate subsiguiente, Dane Whitman se reunió con su compañera justo cuando esta estaba en poder de la Reina Madre.de los aliens…


En el interior de la Mansión de los Vengadores, un estilizado cóndor de plumaje plateado aterrizaba al lado de la puerta del gimnasio depositando con delicadeza su carga humana, Arthur Parks, el antiguo villano conocido como Láser Viviente. Casi al mismo tiempo, el ave se transformó en la bella Silverclaw, vengadora reserva natural de Costa Verde. Ante ellos, “Lobo”, la fiel mascota de Lobo Rojo, aullaba y gruñía, ansioso por acudir a ayudar a su compañero.

- Tranquilo, bonito, enseguida abriré la puerta. – Dijo ella mientras adoptaba forma humana. - Lo siento Arthur, no te podía dejar solo en la sala de comunicaciones, ya sabes… riesgos de seguridad, personal no autorizado, y esas cosas…

- Ya, ya entiendo. – Contestó él apretando los dientes. – Soy, el clásico villano conquistador…

- ¿Conquistador…? – Contestó perpleja. – ¡Oh, no, no es eso… - Dijo mientras activaba los códigos de apertura del gimnasio.

Las puertas del gimnasio se abrieron y Lobo Rojo pasó a través de ellas rodando. Silverclaw y Arthur Parks pudieron observar cómo tras él surgía un gigantesco engendro cubierto de vello y sin cabeza.

Theelgeth salió al pasillo entre amenazador y extrañado, ¿Dónde estaba? ¿Quiénes eran estos seres? Sentía el olor de Owayodata en Talltrees, reconocía la esencia mortal de Arthur Parks, y la animal de “Lobo”, en cambio le extrañaba la de la cuarta persona, híbrido de mortal y una raza de dioses que no conocía [2] . Optó por ignorarles a todos y desahogar su odio ejecutando su venganza en el Cheyenne. Avanzó hacia Lobo Rojo,

“Lobo” gruñó a la espantosa criatura dispuesto a dar la vida por su aturdido compañero. – ¡Quieto, “Lobo”! - Susurró Talltrees a su fiel amigo.

Entonces Silverclaw adoptó la forma de un fiero felino y saltó contra el pavoroso demonio. El Anaye se sintió sorprendido ante el empuje de la fiera y en un principio gritó ante los zarpazos recibidos. A continuación se sobrepuso al dolor, mientras sus heridas cicatrizaban. Entonces cerró su inmensa manaza alrededor del cuello de la transformada chica. Guadalupe Santiago no se amilanó y mutó entonces a una gigantesca boa amazónica que se deslizó entre sus dedos para engancharse con fuerza alrededor de sus piernas.

Lobo Rojo terminó de susurrar unas palabras al oído de su lupino hermano, y mientras este abandonaba la habitación, el vengador de las praderas saltó con ímpetu contra el monstruo, el cual, con sus piernas enredadas, no pudo aguantar la embestida y cayó hacia atrás.

William Talltrees sacó de su cinto su cuchillo de forjado de una aleación de adamantium y vibranium, y lo clavó en el pecho de su monstruoso contrincante. Donde otra hoja de materiales convencionales se habría quebrado, el cuchillo del Cheyenne se limitó a resbalar por la dura piel, dejando un ligero arañazo que cicatrizó como si nunca hubiera existido.

- ¡Nada forjado por los humanos puede dañarme!

Arthur Parks observaba la escena pensando en algún modo de ayudar. Le daba la impresión de que los dos héroes no tenían muchas esperanzas ante tal monstruoso ser. Miró alrededor en busca de algo que poder utilizar como arma, y en esos instantes vio llegar a Edwin Jarvis, al mayordomo.

- ¿Qué pasa Jarvis, no hay más Vengadores en casa? ¿Stark…?

- Me temo que no, señor Parks, el resto del equipo está en la calle. – Informó el eficaz empleado - El señor Stark está en la enfermería, junto a la doctora Foster y los heridos. La misma doctora me ordenó sellar esa sección para evitar que el intruso penetre. – “Y que el señor Stark o cualquier otro paciente en mal estado se sientan tentados de salir a ayudar”. Pensó para sí.

En esos momentos, Theelgeth usó el cuerpo serpentino de Silverclaw como un látigo para golpear con él al espíritu de Owayodata en la Tierra.


- ¿Qué es ese bicho? – Chilló Tony Stark al ver a Teelgeth combatir a sus compañeros. En el interior del laboratorio médico de la Mansión, la doctora Foster estaba en el quirófano-2 remendando las heridas sufridas por James Rhodes, Frank y María Rambeau, padres de la vengadora Fotón, terminaban de ajustar los vendajes del mutante conocido como Cíclope, y el maltrecho Darkhawk descansaba tumbado en una camilla [3] - ¿Dónde están el resto de los Vengadores? – Se preguntó Stark. Conectó con el sistema de comunicaciones de la Mansión en un intento de localizar a sus compañeros, en la televisión solo encontró imágenes de Ms. Marvel y un grupo de soldados combatiendo una invasión de orcos de tiempos remotos en Portland, Oregon [4] . - ¡Muy bien Carol, ese es el espíritu vengador! – Se dijo Stark mientras intentaba acceder a la frecuencia de los comunicadores de los Vengadores. Fue inútil, la conexión desde el laboratorio médico carecía de la potencia necesaria, y sin nadie en la sala de comunicaciones para recalibrar constantemente las frecuencias el esfuerzo estaba condenado al fracaso. – ¡Maldita sea! – Exclamó Stark.


Dane Whitman observó con horror a Janet Van Dyne a merced de la Reina Madre de El Nido. Quería llegar a ella, pero los continuos ataques a los que estaba sometido por los aliens de El Nido impedían su avance. La Espada de Ébano en su mano absorbía los disparos provenientes de las armas de energía de aquellos seres procedentes de una galaxia lejana, y de inmediato la reflejaba contra ellos, pero los que caían aturdidos eran enseguida sustituidos por otros.

Janet Van Dyne avanza feliz por la pasarela. Es su gran día, la presentación de su última colección de vestidos ha sido todo un éxito en la Semana de la Moda de París. Entre el público a su derecha podía ver a las personalidades más importantes del mundillo de la moda, diseñadores, modistas y críticos, todos ellos, con un gesto de aprobación y entusiasmo en su rostro. A la izquierda de la pasarela sus compañeros y colegas de aventuras, los Vengadores, los Cuatro Fantásticos, la Patrulla X, Spiderman, Daredevil... Todos han venido a compartir con ella su día de triunfo. Al final de la pasarela esperan Hulka, Tormenta, Jean Grey, Susan Storm, Wanda Maximoff, Simon Williams, Steve Rogers, incluso el rudo mutante conocido como Lobezno, ellas y ellos visten los diseños que provocan el aplauso y admiración del público asistente a la gala. La megafonía de la sala anuncia que se le va a hacer entrega del “premio internacional a la originalidad creativa de la década”. Es entonces cuando hace acto de presencia ante ella, su amado Hank. Es un Henry Pym atento y sonriente, confiado y seguro de sí mismo, que tiende sus brazos hacia ella, coloca el galardón en torno a su cuello, y lenta, apasionadamente besa sus labios con una pasión nunca antes demostrada. Janet se deja llevar por el éxtasis que experimenta, y tan solo cuando abre sus ojos para contactar con la mirada de su amado, se percata de que algo va mal. No hay amor, ni cariño en el brillo de los ojos de Henry Pym. Janet Van Dyne intenta en vano separarse de la criatura, pero la sonrisa y la voz confiada de Pym la seducen, y sin embargo, están esos ojos... Esos ojos... todo es en vano. Entonces escucha una voz que le llama.

- ¿Avispa? ¿Jan…?

Reconoce la voz del actual líder de los Vengadores. Por el rabillo del ojo le ve agitando la encantada Espada de Ébano para ahuyentar a los diversos seres voladores que le acosan, aliens pertenecientes a la temible raza de El Nido. Ahora es cuando la vengadora recuerda donde está realmente.

Es entonces cuando el semblante de Pym va cambiando de forma, y adquiere un rostro más maléfico, la faz alenígena de la cruel Reina Madre de El Nido.

- Llegasss tarde guerrero terreessstre, tu compañera ya ha sssido fecundada y sssolo esss una cuessstión de tiempo que sssea una de nosssotrosss- Susurró la Reina Madre – ¡Como tú también lo sserásss…!

El Caballero Negro se abrió paso a espadazos hasta ella. - ¿Jane, cómo estás?

La Avispa se sintió horrorizada unos momentos. Mareada, y víctima de nauseas. Sin embargo, haciendo acopio de fuerzas logró disparar sus bioaguijones contra uno de los aliens que estaba a punto de golpear a su compañero por la espalda.

Al ver caer a su enemigo, Dane Whitman suspiró aliviado, la Avispa parecía estar bien. – ¡Jane, hemos de salir de aquí! – Y la agarró de la muñeca. Instintivamente, la vengadora le rechazó.

- ¡No, suéltame!- Chilló ella sin ser consciente de su reacción...

- ¡Avispa! ¿Qué...? – El momento de duda desequilibró a Dane Whitman, que sintió como su brazo derecho, el que sujetaba la Espada de Ébano, era inmovilizado por el tentáculo de uno de los aliens. Otro tentáculo se enroscó alrededor de su cintura. La Avispa, cayó de rodillas al suelo, ajena a todo lo que ocurría alrededor.


En el primer sótano de la Mansión de los Vengadores, Lobo Rojo y Silverclaw mantenían su lucha desesperada con el diabólico Anaye venido de Shipolo. Ambos vengadores esquivaban los golpes de la bestia descabezada al tiempo que intentaban infligirla daño sin obtener resultados. Por muchas veces que le derribaran, la criatura no tardaba en levantarse y volver a la carga. Edwin Jarvis y Arthur Parks observaban la pelea desde la distancia.

- Jarvis, tiene que haber algo que podamos hacer. – Comentó el antiguo Láser Viviente al mayordomo. – ¡La armería, ahí debe de haber algo que podamos usar…!

- Me temo señor Parks, que el arsenal de los Vengadores queda fuera de sus límites de acceso. Puede haberse alojado en la mansión durante los últimos días, pero todavía continúa con un historial dudoso. – Contestó el leal sirviente con todo el respeto y educación que le confería su profesionalidad. – No tiene credencia… - Entonces vio como Silverclaw, en la forma de un ave exótica sudamericana era alcanzada por un lengüetazo de la arcana obscenidad enemiga de los Anasazi. - ¡LUPE! – Chilló al ver caer a su ahijada.

Descuidando completamente su propia seguridad, Jarvis corrió hacia su protegida, al verlo Theelgeth se relamió.

- ¡Carne, carne humana, sin sabor a dioses! ¡Hace siglos que no la pruebo! - y alargó su peludo brazo hacia él.

Al ver esto, Lobo Rojo, como impulsado por un resorte, saltó sobre la espalda del monstruo al tiempo que gritaba.

- ¡Jarvis! ¡Parks! ¡Sacad a Lupe de aquí! - Dijo mientras sentía los arañazos de las afiladas garras marcando surcos sobre su piel.

Theelgeth usó su inconmensurable fuerza para quitarse al tenaz Cheyenne de la espalda, éste, rodó por el suelo, mientras veía como sus compañeros parecían tomar refugio en una habitación adyacente. Observó que el Anaye bloqueaba involuntariamente la salida al exterior, y pensó que tenía que apartarle de ahí para facilitar la huida a los demás. ¿Dónde estaba “Lobo”? Debería haber vuelto ya.

En la habitación contigua, Jarvis apretó con precisión los códigos de cierre, y paneles de titanium reforzado les dejaron encerrados. Luego, con delicadeza, se apresuró a examinar a la joven Guadalupe Santiago. Arthur Parks miró alrededor, estaban en la piscina cubierta de la Mansión, recordó las horas pasadas en su interior realizando ejercicios para recuperar la movilidad física tras tantos años transformado en energía. Sus ojos se fijaron en el Solarium, y sonrió.

Fuera, Theelgeth y Lobo Rojo forcejeaban sujetándose mutuamente por los brazos. El defensor de los nativoamericanos observó con preocupación como la boca del Anaye se abría y su lengua salía disparada enrollándose alrededor de su tronco. El demonio comenzó a atraerle hacia sus abiertas fauces con la intención de devorarlo.


A escasas manzanas de allí, Dane Whitman se hallaba en una situación similar, atrapado en los tentáculos de un alien de otra especie. Sin perder un segundo la mano izquierda del líder de los Vengadores voló hacia su cinturón, extrajo un pequeño tubo que colgaba de este, sus dedos accionaron un interruptor, y un haz de energía fotónica se activó.

El alien que le sujetaba chilló de dolor cuando sintió en sus tentáculos la picadura de la nueva daga fotónica del moderno cruzado.

El Caballero Negro sonrió al verse libre, golpeó con el plano de su espada encantada a la dolorida criatura, y agradeció mentalmente los consejos de Pym y Stark para miniaturizar su antigua espada energética al tamaño de una pequeña daga, sin perder ni un ápice de su efectividad.

Aferrando con cada mano las respectivas empuñaduras de su arsenal, Dane Whitman miró desafiante a sus enemigos, al tiempo que con su cuerpo protegía a la atontada Avispa.

Los aliens comenzaron a estrechar el cerco alrededor de los dos Vengadores.

- ¡¡Hijosssss míossss, traédmelo vivo, sssserá un essspecimen perfecto para engendrar a otro de vuessstrosss hermanosss!! – Ordenó la Reina Madre.

Horrorizado, el Caballero Negro recordó haber leído en los archivos de los Vengadores informes de primera mano de Ms. Marvel y la Bestia, acerca de El Nido y la amenaza que suponía. Pensó en su desvalida compañera y las escasas posibilidades que tenía de sobrevivir al huevo implantado en su interior. Ninguna, si lo que había leído era correcto. Se juró asimismo que si la Avispa se transformaba en un alienígena, degollaría a la Reina Madre con su espada encantada, maldición de la sangre o no. Un leve gemido de su compañera le hizo controlar su rabia.

- Dane, huye, sálvate...

- ¡Nos iremos juntos! – Contestó con determinación. E intentó tranquilizarla con una sonrisa.

En esos instantes la barrera de aliens ante ellos se quebró por la brutal embestida de la silenciosa montura mecánica del Caballero Negro, convocada por control remoto. Sin dar tiempo a reaccionar a sus enemigos, Whitman saltó sobre su vehículo sujetando a su compañera con el brazo izquierdo.

La Espada de Ébano silbó en el aire y un par de juegos de alas de los extraterrestres fueron rebanadas sin derramar una gota de sangre. Los dos Vengadores salieron por la brecha abierta en dirección al exterior.

- ¡Perssseguidlessss! ¡Traedlesss ante mí! – Ordenó la Reina Madre.


- ¡¡¡Maldita bruja!!! – Exclamó indignado Sebastian Shaw - ¿Qué te crees que estabas haciendo? –Miró la cara confiada y sonriente de Selene, la Reina Negra, recordó el equilibrio de poder al que ambos tenían sometido al Círculo Interno del Club Fuego Infernal y apretó sus puños con fuerza.

- Tranquilo mi querido Sebastian, - contestó ella. – Tú ya tienes tus juegos, ¿Por qué no me dejas a mi jugar a otras cosas?

El Rey Negro recordó como él y Selene, supervisaron el almacenamiento de varios embriones congelados de los miembros de El Nido en cámaras especialmente acondicionadas bajo las sedes del Club de Fuego Infernal [5] . Su intención era usarlos en un plan de venganza contra sus adversarios mutantes de la Patrulla X en general y Emma Frost, la antigua Reina Blanca, en particular. Pero eso fue antes de que el Profesor Charles Xavier llegara a un acuerdo con el gobierno de los Estados Unidos. Un acuerdo del que el propio Shaw esperaba salir beneficiado [6] . Por todo ello el Rey Negro pospuso sus planes para El Nido. Debería haber imaginado que Selene actuaría por su cuenta…

- Los volviste a poner todos juntos, por lo que veo... -

- No solo eso, liberé a la Reina Madre y le fui ofreciendo nuevas presas, vagabundos que nadie quiere, algún torpe sirviente, un mercenario díscolo... No contaba con que estas alteraciones medioambientales les liberarían...

- ¿Y si los conectan con el Club...?

- Imposible. Ya me he ocupado. Mi habilidad para reestructurar la materia ha sellado y abnegado el túnel que comunicaba la cámara criogénica con el Club. Nuestros empleados borraron toda posible pista. No hay manera de relacionarlo.

- Selene, será mejor que nada de lo que hagas interfiera en mis esquemas...

- Descuida, querido Shaw... nada más lejos de mis... de nuestros intereses.


William Talltress sentía el hedor infernal que provenía de la boca abierta del descabezado horror al que se enfrentaba. Sabía que no debía dejarse llevar por la desesperación y tener confianza en sí mismo, pues era el elegido de los Anasazi en esta esfera, sin embargo, la fuerza sobrehumana que el propio Owayodata le confirió hace tiempo [7] no era suficiente para mantenerse alejado de aquellas mandíbulas malolientes. Sus pies habían golpeado con dureza y precisión en lo que podían haber sido puntos vitales de la criatura, pero esto no había hecho más que enfurecerla. Sus brazos, enzarzados en un continuo forcejeo con los del monstruo, comenzaban a cansarse. El sudor corría por su frente… No sabía cuanto tiempo llevaba en esta posición, podían ser horas o minutos, concentrado en no perder terreno sus oídos no escucharon el sonido de las puertas de la piscina al abrirse. Sus ojos en cambio si notaron un ligero resplandor, seguido del alarido de Teelgeth y el olor de carne podrida quemada.

- ¡AAAAYYYYEEEAAAHHEEEHHH! – Chilló de dolor el demonio sin cabeza, al tiempo que su lengua soltaba al campeón de los pieles rojas.

Sin perder un segundo, Talltrees aprovechó la sorpresa para levantar al demonio sobre sus hombros y arrojarle al otro lado de la habitación. Entonces miró hacia la puerta de la piscina y vio a Arthur Parks sonriente sujetando entre sus manos un extraño aparato humeante.

- Geronimo, esta casa es una maravilla, en cualquier sitio encuentra uno cacharritos para jugar. – Comentó Arthur Parks. – Esto es, si se sabe como hacerlo.

- ¿Cómo has…?

- El solarium... fuentes de luz y calor… es fácil, si se tiene el conocimiento, tan fácil como para los tuyos hacer fuego con unos palitos…

Lobo Rojo iba a contestar al sarcasmo insolente del antiguo Láser Viviente, pero los pasos atronadores de la carga de Theelgeth le recordaron que la batalla todavía no había terminado. Se disponía a esquivar el ataque cuando de nuevo un potente resplandor a su espalda iluminó la sala. El gigantesco contrincante chilló al sentir de nuevo la ráfaga de calor proveniente del aparato de Parks.

- ¿No te gusta la luz, eh, bichejo? – Alardeó Parks.

Por toda respuesta Theelgeth levantó uno de sus brazos y golpeó con fuerza en el suelo causando una onda de shock que aunque Lobo Rojo la supo evitar, hizo caer al antiguo villano. Aun así Parks continuó apuntando al diabólico Anaye.

- ¡Geronimo, será mejor que pienses algo, - dijo Parks con tono preocupado. - Este juguete va a perder potencia poco a poco.

- Lo siento no he traído mis palos para hacer fuego. – replicó el indio. En esos instantes, se percató de que su fiel compañero “Lobo” había regresado tras cumplir al pie de la letra el recado que le encargó. – ¡Pero tengo algo mejor! – Añadió mientras recogía de las mandíbulas de su mejor amigo los utensilios que portaba, un carcaj de cuero repleto de flechas y un arco de guerra, ambos adornados con plumas y motivos indios.

Theelgeth avanzaba lentamente mientras la fuente de calor solar empleada por Arthur Parks comenzaba a disminuir. Parks vio como el Cheyenne actuaba con toda serenidad, mientras se colocaba el carcaj de cuero sobre la espalda, y empuñaba el arco.

- ¡Un arco y unas flechas! - Gritó Parks. - ¿Estarán trucadas como las de Ojo de Halcón? – Se preguntó a sí mismo. La sangre se heló en sus venas cuando observó como la flecha escogida por Lobo Rojo tenía una punta convencional. - ¡Estás loco, eso no le hará nada!- Chilló.

El Espíritu de Owayodata en la tierra no contestó, se limitó a tensar el arco y apuntar su proyectil contra las fauces cada vez más cercanas de su enemigo. Olió el miedo de Parks, por encima del aliento fétido de Theelgeth, sonrió y disparó.

La flecha se clavó en el horror descabezado justo en el centro de su cavidad bucopectoral. El Anaye se detuvo en seco sin proferir sonidos. Una segunda saeta siguió a la primera y se clavó en la parte superior de su tronco. Theelgeth dio un gemido bronco y se desplomó. Estaba muerto.

- ¿Có… cómo? – Preguntó el incrédulo Arthur Parks.

Lobo Rojo examinó el cadáver del Anaye para confirmar su estado. Entonces habló.

- Las leyendas cuentan cómo Owayodata y su hermano, Hotamitanio, portando armas celestiales mataron a gran parte de los Anaye y expulsaron al resto de nuestras tierras. Hace días, fui trasladado a Shipolo, hogar del Manitu, por el propio Manabozho, y allí ante el Manitú y sus dos hijos, Owayodata y Hotamintanio fui confirmado como campeón de los Anasazi en la tierra. Cuando reaparecí en este plano portaba un renovado arsenal de armas [8] , de la misma naturaleza que las que exterminaron a los Anaye hace siglos. De haber sabido el peligro que correría al intentar contactar con Owayodata las hubiera bajado conmigo al gimnasio. Afortunadamente “Lobo” entendió a la perfección mis indicaciones. – Dijo al tiempo que acariciaba con efusividad la cabeza de su mascota.


En la soledad de su oscuro teepe, Nananbozho, encendió el fuego místico de su hoguera y arrojó unos oscuros polvos sobre ésta. Las llamas comenzaron a crepitar, y sus extraños movimientos dieron luz a una variedad de colores y formas a través de las cuales observó cómo sus sutiles planes de venganza contra el Espíritu de Owayodata en la tierra habían fracasado. Podía ver el cadáver de Theelgeth a los pies de Lobo Rojo. Sin aviso, las llamas comenzaron a chispear con más fuerza y poco a poco fueron componiendo el maligno rostro de Loki Dios del Mal Asgardiano.

- Nanabozho, – Bramó el dios nórdico. – Advertiste de nuestro ataque a tus hermanos, ¡Me has traicionado!

- ¿No lo habrías hecho tú? Ambos somos dioses del engaño y nadie mejor que nosotros para desconfiar del otro.

- Aparecí ante ti y te ofrecí Shipolo, para reinar en el inicio de la nueva era… - Explicó Loki.

- Cierto. – Replicó el Coyote - Y yo te hubiera propuesto lo mismo sobre Asgard de estar en tu lugar.

- ¿Entonces…?

- Ambos somos los dioses de la astucia y del engaño de nuestros pueblos. Ambos intentaremos siempre destacar sobre los demás y manipularles. Incluso entre nosotros mismos esto llegaría a pasar, y tú sabes mejor que nadie que es más fácil manipular a los nobles tontos y a los necios bondadosos, que a seres de nuestra inteligencia. Si he de triunfar en mis aspiraciones me será más fácil hacerlo sobre Manabozho y sus ilusos hijos que sobre ti y el orden que estás creando.

- Sabes que entonces perderás…

- Puede, pero al menos no habré quebrantado mi primera norma.

- ¿Norma? ¿Tienes normas? – rió sonoramente -¡Nosotros nacimos para romperlas!

- Solo una.

- ¿Cuál, si puede saberse? – Exclamó burlón.

- Jamás aliarme con un rostro pálido, mortal o inmortal. – Dijo sonriendo.

Y las carcajadas de Loki y Nanabozho, almas gemelas, resonaron en el éter de la eternidad.


La montura voladora que transportaba al Caballero Negro y la Avispa huía por las calles de Nueva York en dirección a la Mansión de los Vengadores perseguida de cerca por el enjambre de aliens voladores. Dane sostenía con fuerza entre sus brazos a Jane, mientras la angustia de su posible destino atenazaba su corazón ¿Dónde estaban el resto de los Vengadores? Había activado su señalizador nada más adentrarse en los túneles que llevaban al cubil de la Reina Madre. Observó que el rojizo ojo de Groth continuaba flotando en el cielo, así que debía de continuar afectando a las comunicaciones. Pero, Stark había logrado solventar el problema… Algo debía haber ocurrido en la Mansión, sin embargo no podía variar su destino, solo la tecnología que había allí podría salvar a la Avispa. Si algo podía. Los disparos de sus perseguidores pasaban rozando su trayectoria, la Reina del Nido les quería vivos, pero la impetuosidad de cualquier miembro de la raza guerrera que les perseguía, o un disparo mal dirigido, podía terminar su vuelo fatídicamente. Y así parecía que iba a ser cuando su vehículo fue alcanzado e inició la caída en picado...

- ¡Maldita sea...! – Murmuró mientras veía el suelo acercarse vertiginosamente hacia ellos.

Por sorpresa la caída fue detenida en seco. El Caballero Negro observó como los dos perseguidores más cercanos parecieron estallar en llamas.

- ¡Vengadores Reuníos! – Escuchó chillar a la vengadora llamada Ave de Fuego, que acababa de desplegar sus llamas contra los enemigos.

- ¡Casi no llegamos a tiempo, amigo Caballero! - los poderosos brazos del Eterno Gilgamesh sujetaban el averiado vehículo de Dane Whitman y lo depositaban suavemente en el suelo. El Caballero Negro vio como la forma flotante de la Visión atacaba a los miembros de El Nido.

- ¡Jan! ¿Estás bien? – La diminuta figura de Chaqueta Amarilla adquirió su tamaño normal para atender a la mujer que amaba.

- ¡Hank, debemos llevarla de inmediato al laboratorio...! – Dane Whitman observó como la Visión y Ave de Fuego habían contenido sin problemas el avance de sus perseguidores. – ¡Gilgamesh ayúdales! – Ordenó el líder del equipo. – ¡Chaqueta Amarilla, conmigo y Jan a la mansión! –

El Eterno voló lleno de gozo hacia la reyerta. Ha tenido muchos nombres a lo largo de la historia de la humanidad, fue el primer héroe de leyenda, se le confundió con Samson, Herakles y Hércules en la antigüedad. Ahora, cuando combate a las malévolas criaturas ante él, se da cuenta de que este es el papel en el que siempre se sintió más a gusto, vuelve a ser Gilgamesh el matador de monstruos, y los aliens de El Nido no tienen una plegaria contra él. En cuestión de minutos el legendario Eterno desmiembra, aplasta, desintegra, en resumen, extermina, al escuadrón de aliens cuyas ansias de conquista y grandeza parecían destinadas a cumplirse frente a una aparentemente debilitada humanidad. Las cámaras de TV graban todos los movimientos del Vengador olvidado, y la audiencia experimenta sentimientos contradictorios, mezcla de alivio ante la amenaza erradicada, y repulsión ante la violencia gore desatada en su defensa.


- ¿Ves, Raoul? ¡Ahí está de nuevo! ¡Con su uniforme y con el símbolo! – Dijo señalando la figura de Gilgamesh en la pantalla de TV.

- Lleva semanas apareciendo y desapareciendo. Realizando hazañas por toda la ciudad, hasta ahora nos había sido imposible contactarle.

- Pero ahora está con los Vengadores. Eso nos da una dirección.

- ¿La mansión de la 5ª Avenida?

- ¡Procedamos! -

Y el trío de abogados, alborozado, preparó su siguiente paso.


En Washington D.C., en la sede de la Comisión de Actividades Sobrehumanas, Henry Peter Gyrich en el interior de su despacho insonorizado terminaba de dictar sus órdenes a un operativo muy especial.

-… no tengo especial interés en el objeto que se llevó, tenemos aparatos que superan al sustraído tanto en sofisticación, como en efectividad, o tamaño. Pero lo que esta agencia no puede permitirse es que se burle nuestra seguridad, y mucho menos, basándose en unas credenciales de seguridad que yo mismo autoricé. – Tendió el dossier a la persona a la que se dirigía y continuó hablando mientras su interlocutor examinaba los documentos. – El objetivo puede contar con la ayuda de otros individuos enmascarados, desde Daredevil, a los propios Vengadores, incluso Spider-Man o el mismísimo Nick Furia. Es lo mismo, su misión es neutralizarla y traerla ante mí, cueste lo que cueste. ¿Queda claro?

El mercenario oriental llamado Bengala estrujó la foto de la Viuda Negra que venía en el dossier y asintió con la cabeza. Tras lo cual abandonó la habitación por el acceso secreto destinado a operativos especiales. Tras cerrarse la compuerta hermética, Gyrich comprobó la seguridad del despacho, y echó mano de los documentos clasificados que Gretchen Lomax le había enviado. Pensó un momento que no podía permitir de ninguna manera que Lomax supiera como la Viuda Negra había burlado la seguridad, y luego se concentró en su trabajo.


- Señor Whitman, señor Pym, ¿la señorita Van Dyne? – preguntó el mayordomo preocupado.

- Necesita ayuda urgente Jarvis - Explicó el Caballero Negro mientras Pym entraba sin detenerse en la enfermería recién abierta. Los ojos de Dane Whitman se posaron en el cadáver de Theelgeth tendido a la puerta del gimnasio. - ¿Qué demonios? -

- Solo un demonio. – Contestó Lobo Rojo satisfecho de su victoria. – salido de las leyendas cheyennes...

- ¡Luego harás un informe, Lobo! – Ordenó el Líder de los Vengadores – Ahora necesito que te unas al resto del grupo y uses tus habilidades rastreadoras para guiarles hasta la guarida de la Reina Madre del Nido.

- ¿De quién...?

- Te lo explicarán fuera... -

El Caballero Negro entró en la enfermería y durante los siguientes minutos, junto a Henry Pym y Anthonny Stark observó con ansiedad reprimida el examen médico que la doctora Foster realizó a la maltrecha Avispa. Tras minutos que parecieron siglos, la doctora Foster habló.

- ¡Es increíble! ¡Nunca había visto nada parecido! Tiene algo similar a un huevo, un embrión implantado en el interior de su cuerpo, cada vez más arraigado a su sistema nervioso y que evoluciona lentamente en su interior... invadiendo y reestructurando todos sus órganos vitales.

- ¡Ha... ha de haber alguna modo de extirpárselo...! – Propuso Henry Pym. – De detener su evolución...

- No hay manera, a no ser que tenga un factor de curación propio. La Patrulla X sobrevivió por pura suerte [9] , y eso fue gracias a la intervención de otra raza alien. No hay modo en la tierra de curarla, es imposible. – Todos se volvieron para ver la figura del hombre llamado Cíclope ante la puerta del laboratorio con gesto sombrío y un brazo vendado en cabestrillo.


En el sótano subterráneo que la Reina Madre de El Nido transformó en su cubil, la alta señora de la raza alien, rodeada de su guardia personal, espera con impaciencia que sus súbditos regresen con sus enemigos cautivos así como con nuevos sujetos en los que poder implantar nuevos huevos. La voz de uno de sus fieles le advierte de la llegada.

- ¡Mi ssseñora! ¡Mi ssseñora! ¡Ya essstán aqu´...!

La Reina Madre se sorprende al ver como la voz de su retoño es interrumpida en seco y su cuerpo cae al suelo envuelto en humeantes llamas. Al dirigir su mirada hacia el lugar del que procedía, observa con sorpresa la llegada de cuatro belicosas figuras, el cheyenne Lobo Rojo, el sintezoise Visión, la llameante Ave de Fuego, y el Eterno Gilgamesh... ¡Los Poderosos Vengadores!

- ¡¡Hijoss míoss, defended a vuessstra madre!!! ¡¡¡Aniquilad a ssuss enemigoss!!

En respuesta a su llamada, la élite de la Reina Madre se lanzó contra los recién llegados, y comenzó la masacre... Los aliens no tuvieron ninguna oportunidad contra los Héroes Más Poderosos de la Tierra.

Los malévolos ojos de la Reina Madre examinaron detenidamente a sus enemigos, todos ellos eran excepcionales, el dominio de las llamas de la mujer representaba un riesgo, el ser artificial le era inútil, de los otros dos varones terrestres, el guerrero de piel roja era excepcional, pero su poder palidecía en comparación con el que irradiaba el coloso que exterminaba a sus hijos sin ningún remordimiento.

Tras partir por la mitad a un par de aliens con sus rayos ópticos, Gilgamesh se fijó en la gigantesca Reina Madre. Ella sonrió desafiante y el eterno se lanzó contra ella invadido de un ímpetu salvaje. En cuestión de segundos, el héroe de leyenda agarró entre sus poderosos brazos la cabeza de la temible matriarca, y sin apenas esfuerzo, la arrancó de cuajo del resto de su cuerpo. Sus compañeros vengadores, que habían derrotado al resto de los aliens, aplaudieron su victoria.

Al día siguiente el cielo había recuperado su color azul natural, el peligro había pasado y los héroes habían salvado la ciudad. La tierra entera homenajeaba a sus salvadores, y en medio de todos ellos, la figura central, el primer héroe de todos, la simiente de muchas de las leyendas de la humanidad...

- ¡Gilgamesh! – La voz de la Visión sacó al eterno del hechizo seductor de la Reina Madre. Se hallaba arrodillado ante ella, que estaba en pleno proceso de fecundación. El eterno notó como algo comenzaba a formarse en su interior. Y entonces sus ojos comenzaron a chisporrotear energía. Con velocidad inaudita se incorporó y esta vez sí, agarró la cabeza de la Reina Madre entre sus poderosas manos y comenzó a ejercer presión.

- ¡Muere, engendro del infierno! – La cabeza de la Matriarca de El Nido estalló, salpicando con sus fluidos vitales a todos los presentes.

En cuestión de minutos la lucha había terminado. Lobo Rojo y Ave de Fuego se aseguraron de que no había escapado ningún alien, mientras la Visión contactó e intercambió información con la mansión. Su inmortal compañero permanecía de pie, en silencio, observando el cadáver de la reina.

- ¿Gilgamesh, estás bien? – preguntó la Visión.

- Shhh...

- El implante..., ¿La... fecundación? -

Por toda respuesta, Gilgamesh permaneció en silencio. De nuevo sus ojos volvieron a brillar repletos de energía. En cuestión de segundos su cuerpo comenzó a humear. Su piel pareció hervir, y tras un minuto, todo él recobró su aspecto normal.

- ¡Estoy limpio! – sonrió triunfante – He eliminado el huevo alien en mi interior...

- ¿Estás seguro? ¿Cómo? – Preguntó Bonita Juarez.

- Los Eternos poseemos la facultad de reestructurar la materia mentalmente, las moléculas propias y las ajenas. Solo necesitaba algo de concentración y tiempo para purgar mi interior.

- ¿Podrías repetir el proceso en otra persona...? – El tono utilizado por la modulada voz de la Visión apenas reflejaba la esperanza que albergaba en su interior.

- Carezco de la habilidad de Sersi para transmutar elementos, pero creo que no sería problema.

Sin perder un segundo la Visión contactó de nuevo con la Mansión de los Vengadores para comunicar el feliz hallazgo. La Avispa estaba salvada.


Minutos después, en el centro de comunicaciones de la Mansión de los Vengadores, del que el ingeniero y antiguo criminal Arthur Parks y la vengadora reserva Silverclaw habían vuelto a hacerse cargo.

- ¡Que alegría Arthur, la Visión nos ha comunicado que es posible que haya encontrado una cura a la condición de la Avispa!

- Son héroes, siempre hayan soluciones ¿No?- Dijo el antiguo Láser Viviente con tono irónico.

- Todo el mundo lo intenta Arthur, eso es lo importante

- Yo no, yo soy el villano conquistador a quien tienes que vigilar…

Silverclaw miró a su compañero de consola. Recordó lo que había leído en los archivos de la Mansión. Su historia como super-villano y su enemistad con los Vengadores comenzó cuando se sintió apasionadamente atraído por la Avispa y la raptó. Se la llevó precisamente a Costa Verde, su tierra natal [10] . Una tierra en la que usó su tecnología láser para derrocar al gobierno de entonces hasta que los Vengadores llegaron y le derrotaron.

- Arthur, creo que sé lo que pasa contigo…- Comenzó a hablar ella. – Desde que te dije que procedo de Costa Verde te has mostrado bastante incómodo conmigo.

- ¡Oops! – Saltó a la defensiva en un intento de quitar tensión. - ¿Así que ya sabes que soy el conquistador de tu pueblo?

- Depende del punto de vista.

- ¿Qué quieres decir?

- Es cierto que atacaste mi país y derrocaste a su gobierno. Pero también lo es que expulsaste a un dictador cruel, y, quizás involuntariamente, abriste camino a la democracia que aún perdura en Costa Verde.

- ¿Qué estás diciendo…?

- Entonces yo todavía no había llegado a la pubertad, pero recuerdo muy bien las caras de alivio de mi familia cuando el dictador abandonó. También vi lágrimas de alegría en los ojos de la gente por las ejecuciones de vecinos y amigos anuladas tras la caída del régimen. De una manera u otra diste la libertad y la vida a mucha gente. La esperanza…

Arthur Parks se quedó pensativo unos instantes. Fue a Costa Verde contratado por dos revolucionarios, Rodrigo Valdez y Carlos Gormaz, que le ofrecieron diez millones de dólares en oro para derrocar al dictador de Costa Verde, “el General”. Una vez victorioso se dejó tentar por la codicia y pensó en apropiarse del gobierno, a sabiendas de que Valdez y Gormaz pensaban traicionarle y robarle su tecnología láser. Los Vengadores desbarataron todos sus planes, y se instauró la actual democracia. Sus pensamientos fueron interrumpidos por una llamada entrante en el sistema de comunicaciones.

- ¡Es la frecuencia de los Cuatro Fantásticos! – Exclamó Lupe esperanzada.

Efectivamente, el rostro sonriente y cansado de Reed Richards apareció en el comunicador, tras él, Johnny Storm encendía el puro que un rocoso Ben Grimm sostenía entre sus labios mientras con los dedos de su mano izquierda hacía el símbolo de la victoria. Finalmente Groth había sido derrotado [11] .


Al otro lado de la laguna Estigia, en la tierra de los muertos que antaño rigiera el poderoso Plutón, los torturados pensamientos del actual Señor del Hades, Hércules, hijo de Zeus, fueron interrumpidos por el estrépito causado por las puertas de acceso a su sala del trono. Dos demonios del averno cayeron rodando a través de esta, con sus lanzas quebradas y sus cuerpos magullados. Hércules reconoció a su atacante y bramó con ira.

- ¡Tifón! ¿Te atreves?

- ¡Sí “mi señor”, me atrevo! – Contestó el Titán con sus ojos brillando con furia. – Me lo he ganado, pues he cumplido mi misión tal y como me encomendaste.

Por un momento los dos viejos enemigos cruzaron sus miradas y pareció que iban a acometerse. Entonces Tifón bajó la cabeza, he hincando la rodilla en el suelo, depósito su fardo a los pies de Hércules, en señal de ofrenda.

El manto se abrió, y los restos de un demonio extradimensional, formado por viscosos tentáculos que aun se debatían, rodaron por los suelos del palacio.

- ¿Qué significa? – Exclamó Hércules.

- Esta y otras criaturas amenazaban en la tierra a la mujer que amas, mi Señor. – Explicó Tifón. - Mi hacha y yo la protegimos y la mantuvimos a salvo. Estás pues en deuda conmigo.

- ¿Qué deseas? – Preguntó Hércules apretando los puños. -

- Viajé al mundo de los mortales con tu venia, cuando las tropas del Hades, invadieron la esfera mortal. Tras su derrota pude permanecer allí escondido, pero tarde o temprano te hubieras visto obligado a traerme de vuelta. Permíteme partir del Hades libremente.

- ¿Y Zeus? Mi padre te condenó aquí.

- Pero tú eres el Señor del Hades, tú mismo has iniciado una guerra contra tu propio panteón aliado con Loki y otros señores oscuros. Las leyes de Zeus ya no te rigen. He salvado a tu amada, déjame marchar pues.

- ¡SEA! – Asintió – ¡Marcha, Tifón, y aléjate de mis dominios! Tu destino ya no es de mi incumbencia, tan solo mantenlo apartado de incurrir en mi furia.

- Gracias “mi señor”. – Se despidió el Titán saludando con su hacha, y con gesto de triunfo abandonó el Hades.

En la tierra, en Nueva York, envuelta en una manta y sosteniendo entre sus manos un caldo caliente y reconfortante, la bella Taylor Madison recibe el confort de los servicios de ayuda de la ciudad. A escasos metros de ella, al final de la calle, ya han cesado de debatirse como lombrices agonizantes los restos descuartizados de varios de los tentáculos que osaron amenazar a la amada del señor del Hades.


En el laboratorio de la Mansión de los Vengadores, Janet Van Dyne se sometía a una batería de pruebas que confirmaban su estado físico. La reestructuración molecular de su cuerpo realizada por el Eterno había eliminado toda traza del embrión implantado por la Reina Madre alienígena. La Avispa, que parecía despertar de una pesadilla, al ver los rostros felices y aliviados de Henry Pym y el resto de sus compañeros enseguida se percató de que había estado a punto de perder la vida. Sin embargo, al observar los rostros serios de su exmarido y la doctora Foster, su intuición le dijo que no todo marchaba bien.

- ¿Hank, qué sucede? ¿Qué va mal?

- Gilgamesh nos lo advirtió... No es un transmutador con la habilidad y experiencia de Sersi. Puso toda su concentración y buena voluntad, y estirpó el embrión de El Nido en tu interior...

- ¿Pero...? - Se anticipó ella.

- Para ello tuvo que alterar las moléculas de tu cuerpo... – continuó Henry Pym.

- ...algo así como desmantelarte, para luego volverte a montar... – aclaró Dane Whitman al ver su rostro de extrañeza. - ... pero sin los rasgos aliens...

- El problema es que Gilgamesh no supo distinguir entre las características de El Nido, y la mutación que hace años te dio tus poderes...

- ¿Mis poderes? ¿Qué quieres decir...?- Intentó cambiar de tamaño inútilmente.

- Efectivamente Jan, lo que Hank quiere decirte es que...

- Has perdido tus poderes Janet, no puedes volver a ser la Avispa.

Continuará...


Próximo número: ¿Creíais que tras el Crepúsculo vendría la calma? ¡Nunca en la vida de los Vengadores! Ahora… ¡TAURO! Y más sobre Hércules, Gilgamesh, el KOLJOS…

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Referencias:
1 .- Donde llegará en Thor, Señor de Asgard 14
2 .- Silverclaw es hija de un mortal y de Peliali, la diosa del volcán del panteón Inca
3 .- James Rhodes (Máquina de Guerra), Cíclope y Darkhawk fueron heridos al intentar detener a Mangog en Spiderman: Crepúsculo 3.
4 .- Como podréis leer en Los Nuevos Vengadores 1.
5 .- Ver X-Men 2
6 .- Como podéis leer a partir de X-Men 4 por Nerocles.i
7 .- En el relato que Talltrees protagonizó en Marvel Comics Presents 15 (Finales marzo 1989)
8 .- Como deberíais haber leído en Marvel Team-Up 7, aquí en AT, por supuesto
9 .- Uncanny X-men 162-167(1982-1983)
10 .- En Avengers 35 (1966)
11 .- Ardemos en deseos de leer Los Cuatro Fantásticos Anual 1, para ver como se desarrolló esa aventura

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