Los Vengadores nº15

Título: ¿El Último día de nuestra era? (III)
Autor: Lobo Rojo
Portada: Santiago Ramos
Publicado en: Noviembre de 2008

¡Continúa el Crepúsculo de los Dioses! Las fuerzas del mal invaden Shipolo, el hogar de los Dioses nativoamericanos. ¿Cómo afectará esto a Lobo Rojo, el vengador Cheyenne? Mientras, en la tierra los Vengadores continúan ayudando como pueden a combatir las amenazas emergentes. Pero no todas las amenazas proceden de los demonios, como el Caballero Negro y la Avispa van a descubrir…
Y llegó un día en el que los héroes más poderosos de la Tierra se unieron contra el enemigo común...¡Aquél día nacieron los Vengadores!... Para combatir aquellas amenazas que ningún superhéroe podría derrotar en solitario.
Creado por Stan Lee y Jack Kirby

En las grandes praderas de Shipolo, donde los bisontes eternos suelen pastar con pasividad, la manada imperecedera comienza a mostrar síntomas de nerviosismo. Primero sintieron una ligera vibración bajo los cascos de sus patas, después, cuando el temblor de tierra comenzó a ser más evidente, el jefe de la manada comenzó a pasear en busca de un terreno más estable. A medida que el temblor aumentó, su caminar se fue alterando del paso al trote, y de este finalmente al galope. Cuando el terreno a su alrededor comenzó a resquebrajarse, inició una carrera desenfrenada, a la que se unió el resto de la manada, originándose así la estampida.

Desde lo alto de la colina de las hierbas escarlatas, Manabozho, el que ostenta el título de Manitú, observó todo el suceso, calmado, pero con gesto de preocupación. A su lado, su hermano Nanabozho, más conocido como el traicionero Coyote, y un poco más atrás sus hijos Heno, Hotamintanio, Owayadota, y Tawa, todos sobre sus vigorosas monturas, mostrando en sus rostros pinturas de guerra. Un poco más atrás, miles de sus bravos guerreros esperaban atentos a sus órdenes.[1]

- El Príncipe Bisonte dirige a su pueblo en frenética estampida hacia el abismo escarpado del buitre negro – Comentó Nanabozho al señor de Shipolo. – Su alocada y ciega carrera será su perdición y la de su especie.

- Mi hermano, el gran cazador, - Dijo Hotanmintanio, dios de la guerra, refiriéndose a Owayodata. – haría bien en interceptar al Príncipe Bisonte para obligarle a desviar su rumbo. – y le miró desafiante. – Esto es, si se cree capaz.

- Lo he hecho otras veces. Lo haré de nuevo. – Replicó el dios de cabeza lupina aceptando el reto, y espoleó su montura para descender hacia la estampida. Pero la mano alzada de Manabozho, el Gran Espíritu le detuvo. A continuación, el cabeza de panteón señaló con su lanza de guerra un punto concreto en el horizonte lejano.

Todo el panteón miró hacia allí. Una brillante forma blanca descendía en dirección hacia el líder de la estampida. A medida que se acercaba, los ojos avezados del dios de la caza Cheyenne reconocieron la forma que galopaba.

- ¡Un bisonte blanco!

- ¡Es la mujer bisonte blanco! – añadió Tawa, dios del sol, y de la justicia.

El bello ejemplar de búfalo se cruzó ante el Príncipe Bisonte, y éste, al verla, comenzó a correr tras ella, desviando así a todo su pueblo del fatídico abismo. Manabozho sonrió satisfecho, pero su hermano gemelo, Nanabozho, se apresuró a clamar en voz alta.

- ¡La Mujer Bisonte Blanco! ¡Las profecías dicen que aparecerá al final de los tiempos!

Los cuatro hijos del Manitú se dispusieron a replicar al traicionero Coyote por su mal agüero, pero entonces la tierra bramó en la inmensa pradera bajo sus pies, las grietas que la recorrían comenzaron a unificarse y todo el terreno se hundió sobre sí mismo formando una profunda sima sin fondo.

Y entonces desde el interior de la gigantesca cavidad llegó la invasión. Un ejército de seres monstruosos comenzó a surgir al exterior, primero unas criaturas gigantescas similares a grandes y horrendos calamares, a continuación los Ángeles Descarnados de la Noche, los también alados Byakhee, los Gules de cara perruna, todos con sus garras y colmillos dispuestos a desgarrar y junto a ellos los Anaye, el conjunto de seres demoniacos que antaño los dioses nativoamericanos expulsaron de la esfera terrestre.

¡Tshanahale el horrible monstruo comedor de hombres, antaño terror de los Navajo!.

¡Yeitso el temible gigante devorador de hombres!

¡Delgeth el veloz antílope carnívoro de brillante cornamenta envenenada!

¡Los Binaye Ahani, los terribles gemelos mancos y sin embargo capaces de matar a los hombres con un mero parpadeo!

¡Theelgeth el gran horror descabezado y de cuerpo peludo!


Y si el mundo de los dioses se ve invadido, ¿Qué esperanza le queda al mundo de los mortales? En Nueva York, como en muchos otros sitios de la tierra, la figura del inmenso ser llamado Groth, presidida por su ojo escrutador, cubre los cielos al tiempo que los tiñe de un color rojizo desalentador. La presencia de esta criatura, de un tamaño que rivaliza con nuestro propio satélite lunar, ha originado alteraciones en la climatología del planeta, desatando violentos vientos, tormentas, e incluso erupciones volcánicas. Al mismo tiempo, las fuerzas del mal se han desatado y han comenzado a hacer presa de los indefensos humanos.



John, Julia, Tina y Edward corren desesperados por las calles de Mahattan. Hace apenas unos minutos, cuando estaban de fiesta con el resto de sus amigos, un ser fantasmal atravesó la pared y de una simple mirada transformó en cenizas al viejo Hogan. Luego Trina y Betsy siguieron el mismo destino. Por si esto no bastara, los cuerpos de Charlie y Willie estallaron en llamas hasta consumirse. Presos de pánico huyeron a toda prisa para no terminar como ellos. Pegados a la pared y escondidos en las sombras pretenden pasar desapercibidos. De improviso la calle es iluminada desde el cielo por un conjunto de llamas que asemejan la forma de un pájaro. Desde el centro de la figura ígnea, Bonita Juarez, la vengadora conocida como Ave de Fuego descubre al asustado cuarteto y desciende hacia ellos. Al ver acercarse las llamas, los cuatro recuerdan el destino final de sus amigos, Tina y Edward retroceden y regresan por donde habían venido. Es entonces cuando ven de nuevo surgir del muro al ser fantasmal que les acosaba. Tina chilla y se transforma en polvo cuando los rayos de los ojos del espectro la alcanzan, Edward sigue el mismo destino mientras ve como John y Julia son incinerados por la vengadora.

- ¡Vampiros! Todavía no puedo creerlo… - Exclamó Bonita Juárez con tono de tristeza mientras aterrizaba entre las cenizas.

- Créelo, Ave de Fuego, y no sientas ningún remordimiento. – Replicó la Visión.- Los humanos murieron el día que fueron víctimas de otros vampiros. Lo que hemos hecho ha sido evitar la proliferación de estos seres.[2]


En la 5ª Avenida neoyorquina, por encima de las cabezas de los transeúntes, dos figuras de tamaños dispares sobrevuelan la zona en misión de vigilancia. Él, a lomos de una montura voladora mecánica, es el actual líder de los Vengadores, Dane Whitman, el Caballero Negro, portador de la Espada de Ébano, ella, de apenas dos centímetros de altura y volando gracias a la potencia de sus diminutas alas, es Janet Van Dyne, la maravillosa Avispa. Nadie abajo en la calle podría suponer cual es el motivo de su conversación.

- No estoy seguro, Jan, todavía no me fío… Yo no estaba cuando Gilgamesh murió, pero su regreso en mitad de una crisis de este tipo me parece demasiado oportuna…

- Bueno Dane, en realidad las circunstancias de la muerte de Gilgamesh, como todo lo que aconteció en aquella aventura[3], fueron muy extrañas. Le vimos morir envejecido, algo inexplicable en un Eterno… También tenemos datos sobre la presencia de Fantasmas Espaciales, que bajo las órdenes de Inmortus, suplantaron a varios de los implicados en aquel caso...

- Está bien Jan, - le interrumpió Whitman – Lo capto. Además, por la cara que nuestro amigo puso cuando le preguntamos sobre todo eso, quedó claro que no tenía ni idea de lo que estábamos hablando. – Meditó unos segundos. – De todas maneras, deberíamos contactar con Sersi, quizás a través de los Eternos podamos…

- ¡Aaaahhhh! ¡Socorro!

- ¿Oíste eso Jan? ¡Alguien nos necesita! – Dijo mientras giraba su montura y la enfilarla hacia el origen del grito. Para entonces la Avispa ya estaba a mitad de camino. - ¡Avispa espera!

Pero Janet Van Dyne no se detuvo. Había alguien en peligro y un segundo de retraso podía significar la diferencia entre la vida y la muerte. Mientras la intrépida vengadora descendía a ras de suelo, observó cómo la gente huía de un punto determinado, hacia el que, por lógica, se dirigió. Allí se encontró frente a frente con una espeluznante visión.

Una criatura de aspecto demoníaco amenazaba a un pequeño grupo de humanos, a algunos de los cuales tenía enredados entre sus tentáculos retráctiles. De entre sus afilados dientes caía saliva a borbotones, y el tono rojizo de sus ojos denotaba una crueldad y ansia de sangre, que mantenía congelados de terror a sus aparentes víctimas. La Avispa pudo distinguir que el ser flotaba en el aire gracias a la vibración de unas alas transparentes que le brotaban del lomo, muy similares a las suyas, excepto en el tamaño. Parecía más un insecto gigante alienígena que un demonio, horrorizada Janet observó como los afilados aguijones en los que terminaba la parte inferior de su cuerpo se clavaban en el humano más cercano y este se desplomaba rodando sobre otro par de cadáveres tendidos en el suelo. Al ver la cruel escena, Janet Van Dyne, sin detener su vuelo, disparó sus aguijones bioeléctricos a máxima intensidad contra el ser y le voló la cabeza. Este cayó al suelo liberando a las víctimas que tenía enredadas en sus tentáculos. La Avispa procedió a recuperar su tamaño normal para tranquilizar a la gente, al tiempo que la montura mecánica del Caballero Negro aterrizaba en el lugar.

Dane Whitman examinó con seriedad a la criatura derrotada. Cuando los civiles abandonaron el lugar y los dos vengadores quedaron a solas. El Caballero habló.

- Jane, me temo que esto no era un demonio.


En la última planta de uno de los más lujosos rascacielos neoyorquinos en el penthouse propiedad de de la actual Reina Negra del selecto círculo interno del Club de Fuego Infernal, la hechicera inmortal, Selene observa con curiosidad su ostentosa pantalla de televisión.

- “Continuamos en directo desde la Mansión de los Vengadores, aquí Christine Everhart, recordándoles a todos ustedes que los Héroes más Poderosos de la Tierra prosiguen al pie del cañón defendiendo a la humanidad y ayudando a las autoridades a mantener el orden, colaborando tanto contra las adversas condiciones meteorológicas, como contra las amenazas sobrenaturales y foráneas. Hace menos de una hora, dos de sus recientes reclutas, Lobo Rojo, al que ven en las imágenes acompañado por lo que parece ser un perro lobo, y vistiendo indumentaria tradicional del pueblo Cheyenne, y el otro coloso a su lado, cuyo nombre no se nos ha comunicado, pero que los colores del uniforme del tradicional héroe americano, trajeron cautivo y bajo arresto a otro individuo de identidad desconocida que al parecer fue el causante de los disturbios que comenzaron en Times Square[4], al mismo tiempo que todo este cúmulo de adversidades se iniciaron…”

- ¡No, no puede ser…! – Gritó la Reina Negra alborozada. – ¿Después de tantos años? ¿El Berserker? ¡Ja, ja, ja…! – El Indio parece guapo… Y el otro, el otro me parece familiar…

¡Biiip,biiip,biiip!

- ¡Maldita sea! No me acostumbro a esta maldita tecnología moderna.- Y activó un pequeño comunicador -¿Qué sucede ahora? ... ¡NO! ... ¿Sin comunicación? ... ¿Libres? ... ¿Los guardias muertos? ¡Más les vale, eso les salva de mi horrible castigo! – Volvió a fijarse en la televisión, donde Lobo Rojo y Gilgamesh introducían al Berserker en la Mansión. – ¡Olvida a los aliens! ¡Deja que causen el caos que deseen, el público creerá que son más demonios de los que asolan la tierra con este caos. Tengo una nueva tarea para ti y tus hombres…. Sí, yo manejaré a Shaw[5]. – En la televisión continuaba la locutora.

“Me comunican desde redacción que existen rumores de que puede que no se trate de un perro lobo, sino que sea un lobo salvaje real… “– Selene apagó la pantalla y abandonó la habitación.


En la sala de comunicaciones del interior de la Mansión de los Vengadores, mientras Silverclaw supervisa los movimientos de un aparentemente reformado Arthur Parks, los dos veteranos vengadores, Tony Stark y Chaqueta Amarilla discuten la situación junto a su neófito compañero, el cheyenne Lobo Rojo.

- La idea del Caballero Negro de repartirnos en equipos pequeños ha venido muy bien para cubrir más terreno en la ciudad, pero somos los Héroes Más Poderosos de la Tierra, no deberíamos estar confinados en Nueva York deberíamos estar atacando a la raíz del problema. – Afirmó Stark

- Richards nos pidió que permaneciéramos en la retaguardia mientras los Cuatro Fantásticos se ocupaban de Groth[6], si ellos fracasaban, nos ocuparemos nosotros.

- Sí, Hank, pero tengo la intuición de que esa no es la verdadera lucha. Es algo más grande. Algo relacionado con Thor y los dioses… Si pudiéramos contactar con él…

- Si me permitís. – intervino Lobo Rojo. – Podría solicitar consejo a Owayodata, el dios de la caza que me encomendó la protección de mi pueblo. Si la amenaza es de estas características, los Anasazi se verían involucrados…

Durante un instante Pym y Stark intercambiaron miradas de incredulidad, eran científicos agnósticos, pero enseguida recordaron sus experiencias con Thor y Hércules.

- Está bien, - Aceptó Chaqueta Amarilla - si hemos conocido deidades vikingas y griegas del viejo continente, ya iba siendo hora de contactar con las de casa.

-¿Qué necesitas? – Preguntó Tony Stark.

- Tan solo una habitación grande, aislada y solitaria,

- El gimnasio servirá

- Y algo de leña para quemar…

- Dile a Jarvis que te la consiga, y si no tenemos, que use las sillas del recibidor, nunca me gustaron. Recuérdale también que desconecte los sistemas anti-incendio.

Lobo Rojo, seguido de su mascota, marchó al encuentro del mayordomo. Chaqueta Amarilla se colocó su capucha, y se despidió de Stark.

- Espero que no te ahúmen ni te quemen la casa. Voy a reunirme con Dane y Jan.

Stark le vio marchar impotente,


En el exterior de la Mansión de los Vengadores, ante los diversos medios de comunicación el Eterno llamado Gilgamesh observaba a los periodistas con curiosidad.

- Aquí Christine Everhart, desde el exterior de la Mansión de los Vengadores, a punto de conseguir unas palabras del Primer y más famoso héroe de todos. ¿Dígame, señor super-héroe? ¿Cuál es el significado del disfraz que lleva? ¿Un truco publicitario?

- No entiendo… Contestó él. – Llevo tiempo vistiendo así…

- Sí, sabemos y tenemos informes de que durante las últimas semanas alguien vestido con el traje del super-héroe más conocido ha jugado a buen samaritano con los neoyorquinos. En esta ciudad estamos acostumbrados a ello, pero… ¿Por qué usar la imagen de un personaje ficticio?

- ¿Ficticio? – Contestó él, todavía más extrañado. -

Imperceptible a las cámaras, la diminuta figura de Chaqueta Amarilla pasó junto al oído del legendario matador de monstruos y le conminó a elevar el vuelo junto a él. La solemne ascensión del Eterno fue captada por las cámaras. Pym sonrió ante la expectación levantada por la imagen icónica del héroe, y se dio cuenta de que hacía tiempo que no se sentía tan cómodo en su identidad disfrazada. Entonces escuchó al Eterno.

- Dr. Pym, ¿Está bien retenido el villano?

- ¿El Berserker? Está esposado con argollas de titanio en una cámara acorazada en los sótanos de la Mansión. Permanecerá allí hasta que las autoridades se hagan cargo de él.


Tsunami es el nombre japonés que reciben las gigantescas olas que arrasan las costas del continente asiático, olas generalmente provocadas por movimientos de tierra, erupciones volcánicas que tiene lugar en las profundidades de la inmensidad del Océano. Imaginaros la sorpresa de los habitantes de la isla griega de Kirinos cuando observan con terror como las cristalinas aguas del Mediterráneo comienzan a azotar sus playas, y ven como una gigantesca masa de agua se acerca in crescendo y parece amenazar con engullir sus negocios, sus hogares, y sus vidas...

Imaginaos todavía más si podéis sus miradas dilatadas de asombro cuando se percatan que gran parte de la masa líquida se ha detenido en el aire, mientras que el resto fluye por las costas perdiendo toda su fuerza demoledora.

Satisfecha por las vidas salvadas, la Eterna Sersi, antigua vengadora, se seca el sudor de la piel y aterriza en el balcón del hotel donde estaba pasando unas envidiables vacaciones. Transmutar tal cantidad de moléculas de H2O la ha dejado al límite sus fuerzas, quiere aprovechar el descanso para contactar con los Vengadores o sus compañeros Eternos, informarse del tipo de peligro que amenaza el planeta y ayudar en lo que pueda. La risa pueril y despreocupada que procede del interior de su suite aumenta el malhumor creado por unas vacaciones aguadas.

Tras la puerta, Duende, el eterno de aspecto juvenil observa la televisión divertido.

- ¡Ja, ja, ja, ja! ¡No me puedo creer que haya picado!

- Duende, ¿Qué has hecho ahora? La situación ya es lo suficiente grave para andar con juegos. – Le reprendió Sersi.

- Perdona Sers, - dijo mientras se limpiaba las lágrimas de la risa - pero es que…- Dijo señalando la televisión. – Estaba viendo los canales internacionales en busca de información sobre ese ojo flotante… Y vi a Gilgamesh… en Nueva York… con los Vengadores…

- ¿En serio? – Contestó sorprendida la antigua vengadora - Si alguien sabe cómo manejar esta crisis serán mis antiguos compañeros…- Y pensó unos segundos en Dane Whitman.- Pero, ¿Qué es lo que te hace tanta gracia?

- Lle… ¡je, je, je! Llevaba el traje… ¡El traje que le hicimos!

-¿En serio? – Y la eterna por un momento olvidó el grave peligro que asolaba a las costas mediterráneas y al mundo y sonrió.


Sentado ante el sistema de comunicaciones Anthony Stark maldecía su situación, daría cualquier cosa por estar fuera, enfundado en su armadura y combatiendo las más variadas amenazas, pero no estaba en condiciones. Los dolores que sentía, aunque mitigados por los calmantes suministrados por la doctora Foster solían ser bastante agudos. Cerró los ojos unos instantes pero enseguida la voz de Arthur Parks le devolvió a la realidad.

- ¡Eh, Stark mira esto, parece que tenemos visita! – Chilló el antiguo Láser Viviente.

Stark giró su silla hacia el monitor, y en él pudo ver a tres figuras renqueantes y maltrechas apoyadas entre sí que, abriéndose paso entre los medios de comunicación, cruzaban el jardín en dirección a la puerta principal de la mansión. El veterano vengador reconoció al trío recién llegado, el Hombre-X llamado Cíclope, el a veces vengador Darkhawk, y por último, y lo que más le afectó, uno de su más íntimos y fieles amigos…

-¡RHODEY![7]

El alarmado grito de Stark fue escuchado por Jarvis y Lobo Rojo que acudieron a la puerta principal.


En la enfermería de la Mansión de los Vengadores, en el laboratorio donde el cuerpo inanimado de la vengadora llamada Fotón reposa ajena a todo lo que ocurre a su alrededor, dos padres preocupados vigilan sus constantes vitales con el corazón en vilo, temiendo que cualquier corte de energía o fenómeno natural pueda afectar el estado de su hija, temiendo no volverla a ver sonreír y caminar nunca más.

- El mundo parece haberse vuelto loco, querida, pero no te preocupes. Los Vengadores arreglaran la situación y todo volverá a la normalidad.

- El mundo no me importa, Frank, solo me importa nuestra hija, y los Vengadores han demostrado ser incapaces de hacer nada por ella. – Contestó ella.

- No digas eso María, - Dijo estrechándola en sus brazos. – Los Vengadores siempre…

- ¡Cállate Frank, por amor de Dios! Nuestra hija está en coma, quizás muerta, y nadie puede hacer nada por ella!

Frank Rambeau miró con tristeza a su mujer. Buscó palabras para intentar consolarla, pero aunque las encontró se dio cuenta de que carecía de la suficiente confianza y fuerza para respaldarlas.

En esos instantes las puertas se abrieron de par en par y la doctora Jane Foster entró dando órdenes a los que le seguían.

- ¡Lobo Rojo, coloca a Rhodes en la camilla del quirófano 2, es el que necesita atención inmediata! ¡Jarvis, prepara vendas y escayola para el brazo de Cíclope! ¡Stark, tú eres el experto en armaduras necesitaré tu asesoramiento con Darkhawk!

Lobo Rojo depositó con cuidado a James Rhodes en el lugar indicado. Observó su magullado rostro con compasión, y no pudo dejar de evocar otras guerras, y otros compañeros de armas, recuerdos de una aldea masacrada en Oriente Medio, en una guerra que no era suya.

- Teniente, ha pasado tiempo… - Murmuró.

- ¿Conoces a Jim? – preguntó Stark detrás de él.

- Servimos juntos en el ejército hace años. Es un buen hombre.

- Uno de los mejores. – Reafirmó Stark.

- Apartad, necesito espacio - Solicitó la Doctora Foster.

- Mejor que vaya al gimnasio – El Espíritu de Owayodata.

- Yo examinaré a Darkhawk – Contestó Stark.

Frank Rambeau miró la escena, todos estos hombres y mujeres actuando desinteresadamente por el bien de los demás. Como su hija, como él cuando estaba en el cuerpo de bomberos. Miró a su mujer con cariño, la besó en la frente y se acercó al mayordomo que portaba las vendas.

- Mr. Jarvis, - Dijo solícito – quiero ayudar, puedo estar retirado, pero aun recuerdo como hacer un cabestrillo, y un torniquete. Experiencias de una vida de bombero.

- Gracias Mr. Rambeau, eso me permitirá ayudar al señor Lobo en los preparativos del gimnasio.

María Rambeau, vio a su marido atender al mutante conocido como Cíclope. Miró a su hija malherida, y tras reflexionar unos instantes, se acercó a ayudar a su cónyuge. “Es lo que Monica querría”. Pensó.


Janet Van Dyne y Dane Whitman estudiaban el cadáver alienígena que yacía a sus pies.

- El Nido... Es cierto. Con tanto demonio suelto no me había fijado. – Observó ella.

- No tengas remordimientos Jan, - Dijo él poniéndole la mano en la barbilla. - Había asesinando gente, hubiera matado a más si no le detienes.

- Ya, pero…- Se lamentó ella. – No me gusta matar, Dane. Podía haberle detenido de diez maneras diferentes sin volarle los sesos. Pero al ver gente en peligro…

- Les salvaste, Jan, les salvaste, como siempre has hecho.

- ¿Y si hubiera sido un ser humano deforme? Alguien transformado por un accidente…

- No lo era Avispa. – Contestó el líder de los Vengadores. – De nada sirve que te atormentes ahora, eres una vengadora, la primera y una de las más competentes… No puedes dejar que esto te afecte hasta que la amenaza haya pasado, te necesitamos… - Dijo mirándola directamente a los ojos. Hubo un instante de silencio. Dane recordó cómo se sintió atraído por Jan tiempo atrás cuando ella era la líder del equipo, y él el eficaz y obediente vengador. Seguía igual de guapa, quizás más, y ahora el Caballero Negro era el jefe responsable.

- ¡Además, no tenemos tiempo que perder! – Dijo con resolución. - Según nuestros archivos, El Nido es una raza alien cruel y conquistadora. Y resulta muy raro que haya uno solo de su especie aquí. ¡Tenemos que explorar la zona en busca de posibles indicios de la presencia de más…!

- ¡No bussqueisss másss terrestres! ¡El Nido osss ha encontrado a vosotros…!

El Caballero Negro y la Avispa levantaron la vista hacia el lugar del que provenía la voz. Más de una docena de alienígenas de la cruel raza revoloteaba alrededor de ellos con intenciones asesinas.


En el interior del gimnasio de la mansión de los Vengadores, William Talltrees y Edwin Jarvis, colocaron los restos de unas sillas destrozadas en el centro de la estancia.

El mayordomo había observado con curiosidad los preparativos del defensor de los nativoamericanos, que con su tomahawk, desprovisto de su capucha lupina, estaba terminando de preparar la madera. Finalmente se atrevió a preguntar. - ¿Señor, necesita algo más?

- Erh… sí, - dijo el Cheyenne rascándose la cabeza azarado – Necesito intimidad, Jarvis. Y además te pediría que desconectases los sistemas de grabación. La ceremonia que he de realizar, la danza del Lobo Rojo, jamás ha sido testificada por hombres blancos. Debe continuar así. Es una tradición…

- Comprendo señor, no necesita excusarse. – Intervino el mayordomo - Haré como dice y me aseguraré que nada de esto sea grabado.

- Gracias Jarvis – Contestó mientras se colocaba la capucha del lobo. – Sabía que lo entenderías.

Lobo Rojo, se quedó solo en el interior del gimnasio. Encendió el fuego en el centro de la estancia y lo avivó hasta que las llamas crecieron. Entonces armado con una lanza ritual y un escudo de guerra Cheyenne comenzó a danzar alrededor de la hoguera, al tiempo que entonaba antiguos cánticos trasmitidos solo de generación a generación.

Su voz narró en el antiguo dialecto del Pueblo la leyenda de Owayodata, hijo de los dioses Manabozho, el Manitú, y Onatah. De cómo él y su hermano, Hotamitanio, portando armas celestiales mataron a gran parte de los Anaye, y expulsaron a los supervivientes del plano terrenal. Cómo el Dios de la Caza se ganó el despecho de Anpa, la diosa del amanecer, por preferir a su hermana Glendenwitha, diosa de las estrellas. Y cómo por ello fue condenado a permanecer en Shipolo de guardia, sin poder ascender a los cielos donde residía su amada, compartiendo solo las noches con ella. Y finalmente, cómo al estarle prohibido abandonar Shipolo, inició la costumbre de modelar a su imagen al más grande de los guerreros Cheyenne para que bajo la identidad de Lobo Rojo, sirviera de protector del Pueblo.

Las llamas ardieron con más fuerza, y el elegido de Owayodata observó expectante, a la espera de la aparición de su tótem Protector. Ahora era el fuego el que bailaba ante él formando diversas figuras, fijó la mirada en ellas, y entonces vio con asombro la batalla que tenía lugar en las praderas celestiales.


En el reino de Shipolo, la gran pradera de Manitú se había convertido en el escenario de una cruenta batalla. Manabozho enarbolaba con fuerza su lanza de guerra teñida de la sangre de mil demonios, mientras que Hotanmintanio, el señor de la guerra, acababa de dar muerte a Yeitso el devorador y se disponía a ordenar a un centenar de guerreros que disparasen al unísono sus flechas contra Tshanahale que masticaba entre sus dientes los restos de varios bravos.

Las flechas solares de Tawa el dios del sol servían para mantener a raya a parte de los invasores provenientes de la oscuridad. Aunque no parecían ser suficiente. Sin previo aviso, la luz se agrandó haciéndose insoportable para incontables hordas de demonios que fueron expulsadas hacia las profundidades de las que provenían. Arriba en el cielo, Anpa, la diosa del amanecer, y Gendenwitha, la de las estrellas, apartaron sus diferencias, sonrieron triunfantes, y brillaron con más fuerza que nunca, hasta fundir las rocas en un mar de lava que fue sellando la abertura.

Owayodata, a quien los iroquies bautizaron Sosondowa (Gran Noche) observó con cariño a su amada Gendenwitha, y evitó captar la atención de la despechada Anpa. Entonces sintió la llamada de William Talltrees desde el mundo de los mortales. Su distracción casi le cuesta la vida cuando la cornamenta envenenada de Delgeth, el antílope carnívoro le pasó a escasos milímetros. El Dios de la Caza clavó su cuchillo en el lomo de la bestia, y abrazándola por el cuello la hizo caer a tierra, donde la retuvo hasta que quedó inmóvil, sin vida.

Theelgeth el peludo monstruo sin cabeza apartaba a varios guerreros Kiowa a manotazos, cuando se encontró frente a frente con Nananbozho, el coyote. El hermano del Manitú sonrió diabólicamente, convocó una chisporroteante energía en la palma de sus manos y la descargó sobre la criatura que cayó varios metros hacia atrás. Fue entonces cuando vio a los gemelos Binaye Ahani a su izquierda. Un ser mortal hubiera muerto ante el parpadeo letal de la pareja, sin embargo él era el hermano del manitú, una deidad en sí mismo, y el ataque de los demonios solo sirvió para derribarle. El tomahawk de Owayodata se clavó en los ojos de uno de los dos demonios, mientras que la lanza de poder del propio Manitú exterminó al segundo. Owayodata y Tawa cubrieron al paralizado coyote impidiendo que resultara dañado ante los ataques de otros horripilantes seres.

El dios de la caza tendió la mano a su caído tío para ayudarle a incorporarse, pero este volvió a manifestar su desprecio por él. Fue entonces cuando Theelgeth el descabezado cargó de nuevo contra ellos. Ahora Nanabozho gesticuló de nuevo y descargo la energía de sus manos sobre él. Owayodata degolló a un Byakhee mientras observaba como Theelgeth desaparecía… ¿desintegrado? Notó que la conexión con el plano terrestre había sido cortada.


En un local de la 5ª Avenida neoyorquina los aliens de El Nido dispararon sus armas contra el Caballero Negro y la Avispa. Los dos Vengadores reaccionaron automáticamente y pasaron de la defensa al ataque. La Avispa redujo su tamaño al mínimo esquivando así los disparos dirigidos a ella, mientras que Dane Whitman desenvainó la Espada de Ébano y la interpuso ante las descargas de energía absorbiéndolas en su hoja encantada. A continuación, con un ligero movimiento de su muñeca devolvió la energía almacenada contra sus oponentes, abatiendo a un par de ellos.

Janet Van Dyne voló directamente hacia los aliens flotantes, zigzageo esquivando sus disparos, y se posicionó entre un par de ellos mientras desde ambos brazos descargaba sus aguijones bioeléctricos.

El Caballero Negro saltó para apartarse de la trayectoria de uno de los aliens derribados por su compañera, fintó para esquivar los aguijones de otro que le asaltó por la izquierda, y con una destreza adquirida en años de entrenamiento lanzó un mandoble a su oponente amputándole con limpieza las agudas puntas de su aguijón.

- ¡Dane, la maldición! – Chilló la Avispa alarmada.

- ¡Tranquila Jane, la Espada de Ébano cortó hueso, pero ni una gota de sangre…!- Contestó él, al tiempo que con un golpe plano de su espada rompía el cráneo de otro alien. El Caballero Negro nunca se podía permitir olvidar que su acero encantado era capaz de absorber las almas de sus víctimas y, si probaba la sangre, poseer a su portador obligándole a derramar cada vez más y más este líquido vital. Una maldición que le había obligado a asumir la responsabilidad de ser el único portador de la Espada. Con otro movimiento de su antebrazo interpuso su espada en la trayectoria de otro disparo enemigo, esta vez el ángulo de la hoja causó la desviación del haz de energía, que prosiguió hasta golpear a otro miembro del Nido. Los dientes de otro alien saltaron ante el fuerte impacto provocado por su bota.

En el aire, la maravillosa Avispa continuaba su improvisado ballet aéreo con las criaturas extraterrestres. Gracia a su velocidad y pequeño tamaño le era fácil esquivar sus disparos, aumentando y disminuyendo sus proporciones para desconcertar a sus enemigos haciéndoles así calcular mal sus ataques provocando que se golpeasen unos a otros. Inmersa en la batalla, la veterana vengadora no pudo dejar de oír una voz suplicante procedente de más allá de donde habían venido los aliens.

- ¡Por favor, que alguien me ayude! ¡Sáquenme de aquí…!

Con precaución la Avispa se dirigió hacia el lugar del que procedía la voz. Allí, en la oscuridad ante ella, la silueta de un humano arrodillado sollozaba asustada. La Avispa adquirió su tamaño normal para tranquilizar al hombre, le puso las manos en los hombros e intentó captar su mirada, lo que vio la dejó paralizada unos instantes. El rostro del hombre estaba cubierto de escamas, las cuencas de sus ojos se habían convertido en óvalos amarillos muy similares a la de los aliens que había combatido escasos segundos antes. La repugnante sorpresa no la permitió reaccionar y fue incapaz de esquivar el tremendo golpe que el humano que pretendía salvar le propinó. Mientras caía hacia atrás y perdía la consciencia vio descender sobre ella la inmensa forma de otro alien, el más grande que había visto de esta especie. Entre sueños escuchó…

- Muy bien hijossss míosss pronto tendréis otro hermano… - Y una Reina Madre del Nido arropó a la inconsciente Janet Van Dyne


En la sala de comunicaciones de la Mansión de los Vengadores, Arthur Parks, el antiguo Láser Viviente, vigilado por Silverclaw, continuaba supervisando el funcionamiento del sistema.

- No soy Stark, pero tampoco hace falta. Todo funciona correctamente. – Comentó Parks. - Dime, Silverclaw, ¿Sabes por qué el mayordomo nos ordenó desconectar los monitores del sector B?

- Tiene que ver con Lobo Rojo y una ceremonia mística que está realizando en el gimnasio, para contactar con sus dioses…

- ¿Qué pasa, ya nadie va a la iglesia? -

Silverclaw iba a contestar, pero una alarma en el panel ante ellos les distrajo.

¡EEEEEEEEEEE! ¡EEEEEEEEEEE!¡EEEEEEEEEEE!¡EEEEEEEEEEE!

- ¿Qué es…?

- ¡Alarma de intrusos, procede del gimnasio!


- ¿Qué tal estás chico?- Preguntó Stark a Darkhawk. – He estado estudiando tu armadura, y no encuentro manera de comprobar cómo estás en su interior. La doctora Foster necesitará ver que heridas has sufrido para tratarlas…

- No… no hay manera, señor Stark. – Contestó el héroe acorazado. – Esta armadura alienígena no cubre mi cuerpo, sino que es un cuerpo en sí mismo.

- ¿Alien? Siempre supuse que eras terrestre…

- Y lo soy, es solo que… - Y Darkhawk calló. Prefería mantener su secreto. Mientras menos gente supiera la existencia de una nave espacial repleta de armaduras alienígenas, con una de las cuales, él, Chris Powell, podía intercambiar su cuerpo, mejor. Generalmente tras cada aventura, solía recuperar su cuerpo humano, y la armadura de Darkhawk regresaba a la nave espacial donde era automáticamente reparada. Tras el encuentro con Mangog, había intentado recuperar su forma humana, pero no había podido. Algo impedía la transferencia[8].

- Escucha chico, - comenzó a decir Stark. -yo mejor que nadie se lo que es estar atrapado en un caparazón…

La alarma de intrusos les interrumpió…


En la sala de entrenamiento de los Vengadores, en medio de un estallido de azufre, las llamas se apagaron repentinamente y a través de la humareda resultante, Lobo Rojo pudo ver como aparecía la gigantesca forma de Theelgeth, el horror descabezado, terror de relatos ancestrales del pueblo Cheyenne.

El gigante sin ojos de alguna manera sintió la presencia de Talltrees en la habitación sellada, enfiló hacia él y habló con su voz gutural.

- ¡Túuuu! ¡Tú, hueles a lobo Cheyenne! ¡Hueles al odiado Owayodata…!

Entonces el vengador piel roja pudo ver como bajo el pecho peludo se abría una boca poblada de afilados colmillos. Una lengua viscosa saltó de su interior como un resorte, y a duras penas Lobo Rojo logró esquivarla. La plancha de acero del muro a su espalda resultó abollada del impacto.

El siguiente ataque del monstruo fue un potente escupitajo del que nuestro héroe se protegió con el escudo de guerra Cheyenne con el que había ejecutado la danza. Una pasta pegajosa quedó adherida a su superficie.

- ¿Eres un monstruo, o un sapo? ¿También saltas? – Dijo burlón Talltrees desechando el escudo. Por toda respuesta, Theelgeth, enfurecido, cargó contra él. Lobo Rojo usó la lanza ritual como pértiga para saltar por encima del descabezado, ejecutó una doble voltereta en el aire y aterrizó a su espalda. Desde su posición arrojó la lanza contra la espalda del monstruo con la esperanza de atravesarlo. La lanza se quebró al impactar con la dura piel del Anaye. Sin tiempo para reaccionar, el Cheyenne observó como su contrincante se volvía hacia él y renovaba su ataque.

El heredero de Owayodatta esquivó el puño del gigante que volvió a abollar el lugar del impacto, y entrelazando sus dedos usó todas sus fuerzas para golpear con ambos puños el cuerpo de su contrincante. Theelgeth se tambaleó levemente hacia atrás, la boca en mitad de su tronco esbozó una sonrisa, y devolvió el golpe con un barrido de su mano. Esta vez Talltrees fue incapaz de esquivar el ataque.


La Laguna Estigia, un lugar que mucha gente considera un mito, y que muchas almas han atravesado durante siglos al alcanzar el fin de sus vidas. Algunos, los que menos, han hecho el viaje de ida y vuelta. Hoy, en una de sus orillas, el coloso llamado Tifón espera impaciente la llegada de la barca de Caronte, mientras juguetea con las monedas que usará para pagar el trayecto. A sus pies un pequeño cuerpo inmóvil yace perfectamente envuelto en su manto púrpura.

- ¡Caronte, maldito remero! ¿Acaso quieres tenerme aquí hasta el fin de la eternidad? – Chilló el titán ante la presencia cada vez más cercana de la esperada barca. Por toda respuesta, el silencioso navegante se ayudó de su pértiga para acercarse a la orilla.

Tifón, con su carga al hombro saltó sobre la barcaza y arrojó las dos monedas al legendario guía de la laguna.


- ¡Toma, condenado, y disfruta de su tintineo ahora que puedes, en el mundo de los mortales ahora te pagarían con cartoncillos o estampitas! -

Caronte cogió las monedas al vuelo, su barca zozobró unos instantes por el peso de su imponente pasajero y su fardo, para enseguida adentrarse en la oscura laguna.


El Caballero Negro, con su capa hecha harapos, y su túnica rasgada, sujetó con fuerza la Espada de Ébano y avanzó hacia el lugar donde la Avispa había desaparecido. Echó la mirada atrás un momento para comprobar que todos sus enemigos habían sido derrotados y evitar así incómodas sorpresas, y prosiguió con determinación y celeridad.

A los pocos metros se detuvo sobrecogido. Ante él, lo que parecía un ser humano comenzaba a humear, y se retorcía en el suelo, el cuerpo se encorvaba al tiempo que sus extremidades se retraían y comenzaban a convertirse en tentáculos. El humano que había atraído a la Avispa a una trampa, pues de él se trataba, rasgó su camisa y de su espalda brotaron las alas características de los aliens de El Nido. Sus afilados dientes intentaron morder al vengador, pero el Caballero Negro le golpeó y lo apartó a un lado. Entonces vio tras él a una criatura de El Nido algo más grande que las que había combatido. A sus pies, inconsciente su compañera vengadora.

- ¿Avispa? ¿Jan…?

- Llegasss tarde guerrero terreessstre, tu compañera ya ha sssido fecundada y sssolo esss una cuessstión de tiempo que sssea una de nosssotrosss- Susurró la Reina Madre – ¡Como tú también lo sserásss…!

Y en la oscuridad que le rodeaba, Dane Whitman pudo atisbar la presencia de decenas de ojos amarillentos que comenzaban a avanzar hacia él.

Continuará...


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Referencias:
1 .- Esta es una versión más detallada de lo narrado por Doc Banner en Thor 14
2 .- Los acontecimientos de Los Vengadores 13-15 suceden antes de La Visión 12.
3 .- La Avispa hace referencia a La Encrucijada, Avengers 390-395 (Sep 1995 a Feb 1996)
4 .- Los Vengadores 11 y 12
5 .- En X-Men 2, Selene y Sebastian Shaw del Club de Fuego Infernal estaban almacenando diversos embriones de la Hermandad Alien de El Nido en diferentes lugares del mundo. En el número anterior, vimos como esbirros de Selene habían reunido todos los embriones en la misma cámara criogénica en Nueva York, y como un fallo en el suministro de energía había liberado a los aliens.
6 .- Tal cual hacen en Los Cuatro Fantásticos Anual 1
7 .- James Rhodes, Máquina de Guerra, que junto a Cíclope, Darkhawk y otros personajes fue brutalmente derrotado por Mangog en Spiderman: Crepúsculo 3
8 .- Obviamente, esto es debido a la presencia de Groth en la órbita de la Tierra.

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