Thor Señor de Asgard Nº14


Título: El Crepúsculo de los Dioses (II): El Desafío del Guerrero (I)
Autor: Miguel Ángel Naharro
Portada: Javier Charro
Publicado en: Mayo 2008

Tras recuperarse de la batalla de Avalón, Thor encabeza una misión de la alianza de dioses al lejano reino de Svarga, hogar de los dioses eslavos, para intentar ayudar a sus aliados contra el avance del enemigo.

Ha tenido muchos nombres. Vingthor el lanzador, el hijo de la larga barba y enemigo de Hrodr. En su hogar ancestral Hymir le conoce como Veur. Compañero del infeliz Hrungnir le han llamado algunos. Al este del Elvigar, en tierra de gigantes, susurran el nombre de Hloriddi. Su padre le llamaba hijo. Su madre, querido. Y bajo las bóvedas celestes es Thor Odinson, dios del trueno, temor de Jormungand.
Creado por Stan Lee& Jack Kirby


Resumen de lo publicado:  Tras chocar con la Espada Negra blandida por Loki, el martillo de Thor queda roto e inservible, loco de ira, Thor ataca a Loki y esta a punto de matarlo, justo cuando llegan a Avalón Tiwaz y Crom, que han conseguido que los Que Están Arriba y en la Sombra rompan el encantamiento de Loki que impide cruzar el espacio entre las diferentes dimensiones celestiales. Loki escapa junto a Magni, pero no antes de invocar a uno de los dioses oscuros.
El dios oscuro empieza a devorarlo todo, tanto amigos como enemigos y resistiéndose a los ataques de Thor.
Cuando lo dan todo por perdido, aparece Nodens, uno de los Que Están Arriba y en la Sombra y se enfrenta el dios oscuro. Thor decide evacuar a los habitantes de Avalón, usando gran parte de su poder. Lo consigue justo cuando el combate llega a su fin, con la destrucción de los dos combatientes y del reino de Avalón.
Cuando llega a Asgard, Thor cae desfallecido debido al inmenso esfuerzo realizado.
En su habitación real, Brighid/ Keziah empieza a desplegar una serie de haces carmesí, como una telaraña sobre la cabeza del monarca de Asgard…


El monarca de Asgard descansaba aparentemente plácidamente en su alcoba real. Con órdenes de no
ser molestado por nada ni por nadie, para no interrumpir el descanso del señor del Reino Dorado. [1]
Sin separarse ni un momento de su lado, se encontraba Brighid. Todos alababan que su esposa cuidase de Thor personalmente, sin permitir que ninguna doncella o curandero se acercase a su convaleciente esposo hasta que no recuperase las fuerzas del todo.
Si alguien se hubiese internado en la habitación, habría ahogado un grito de horror al contemplar lo que estaba sucediendo. En lugar de la hermosa muchacha celta hubiese visto una mujer, hermosa, pero con un aura de maldad a su alrededor, con un desagradable animal en su hombro, que no paraba de frotarse sus pequeñas manecillas.
La hechicera que respondía al nombre de Keziah tenía los ojos en blanco, con sus dos manos extendidas sobre la cabeza, con haces de luz carmesí que se extendían alrededor de la cabeza del dios del trueno.
El monarca asgardiano se removía inquieto, como si tuviese sueños perturbadores que le inquietasen. Los haces envolvían alrededor de su cráneo, e iban aumentando en intensidad con rapidez.
De repente, el familiar de Keziah emitió un chillido desagradable que sacó de su trance  a su ama.
Thor se despertó súbitamente, con las sabanas pegadas al cuerpo y con una sensación de desorientación.
- ¿Dónde estoy?- Dijo Thor algo aturdido.
- En casa, querido, te encuentras con tus seres amados.- Dijo Brighid rodeándole con sus brazos.
- Ahora recuerdo. Estaba exhausto tras regresar de Avalón y necesitaba recuperar fuerzas.
Se levantó con rapidez y comenzó a vestirse.
- Serie mejor que permanecieses en cama un poco más, por prudencia, cariño.- Dijo su esposa con voz tierna.
- Ese seria mi deseo, Brighid, pero tengo muchos asuntos que atender y si quiero ganar esta guerra no puedo perder tiempo.- Comentó Thor acercándose a su mujer y sujetándole la mano con ternura. Le besó en la mano y la rodeó con las suyas.
- Te juro que cuando esto acabe, pasaremos más tiempo juntos, amada mía.- Dijo Thor dirigiéndose hacía fuera de sus aposentos reales.
Brighid observó como cerraba la puerta y se quedaba sola en los enormes aposentos.
Su familiar exclamó algo y ella asintió.
- Disfruta mientras puedas, dios del trueno, tu tiempo, así como el de los tuyos, se acaba…
Thor no se cruzó con nadie en los pasillos, hasta que vio como varias personas salían de una de las habitaciones. Se trataba de Billy Rayos Beta y de lady Frigga, su madre adoptiva. Parecían apesadumbrados, tristes y desolados.
- ¿Qué es lo que elije vuestros corazones?- Dijo Thor.
Sus rostros se iluminaron al contemplar a Thor de nuevo en pie.
- ¡Thor!- Exclamaron ambos con alegría.
- Hijo, me alegro de verte de nuevo.- Dijo Frigga poniéndole una mano en la mejilla.
- No tanto como yo, madre.- Dijo Thor sonriendo.
Thor se dio cuenta de que Billy estaba cabizbajo, con la mirada perdida, su mente no estaba allí con ellos.
- ¿Por qué vuestro semblante es tan triste?
- Es Sif, Thor.- Dijo casi en voz baja el alienígena.- Fue gravemente herida en la batalla.
En el rostro de Thor se pudo notar la preocupación por las palabras que acababa de escuchar.
- Tengo que verla.- Inquirió con decisión el dios del trueno.
Doncellas entraban y salían, trayendo agua caliente y trapos limpios. Eir usaba toda su sabiduría para intentar mejorar el estado de la diosa guerrera Sif. Thor se quedó paralizado al contemplar el rostro hinchado y lleno de heridas de la mujer que durante mucho tiempo ocupó por completo su corazón. Verla en ese estado, tan vulnerable, tan frágil, hizo que le recorriese un escalofrío por el cuerpo. Sif siempre había sido tan independiente, tan dura como el acero, hubiese deseado no tener que contemplarla en un semejante estado.
- Tiene que tener lo mejor, no escatiméis en recursos para su curación. Tratadla como se merece.- Dijo Thor a las doncellas y a la diosa de la curación que asintieron.
- Thor, hay algo que tienes que saber.- Dijo Billy Rayos Beta mirando fijamente a su amigo.
- ¿De que se trata?- Preguntó Thor sin apartar la mirada de Sif.
- En el transcurso de la batalla sobre Bifrost, Sif se enzarzo en  combate con quien lideraba las tropas invasoras, quien parecía ser el señor del Hades del Olimpo. Él le inflingio semejante castigo, dejándola al borde de la muerte. Mi mano fue la que impidió que rematase a la malherido Sif. Enrabietado descargué mi ira sobre él, lo que hizo que se rompiese su yelmo, revelando su verdadero rostro. Era Hércules, Thor, ¡el culpable del estado de Sif fue Hércules!
El rostro de Thor se tornó pálido, casi como la leche.
- No es posible…
- Si no lo hubiese visto con mis propios ojos no lo hubiese creído, Thor, pero se trataba del hijo de Zeus. El ejercito enemigo estaba bajo su mando, vestía con la armadura del señor del Hades y era frío y cruel. Se ha pasado al bando de tu hermanastro, amigo mío.- Dijo con tristeza Billy Rayos Beta.
El señor de Asgard suspiro profundamente.
-  Me duele en la misma alma. Antes habría esperado que se enfriase el ardiente reino de Muspelheim que semejante revelación.- Comentó Thor casi sin voz.
- ¿Estas bien, hijo?- Dijo con preocupación Frigga.
- No. No lo estoy, y no lo estaré hasta que Sif sea vengada como merece. Y aquel a quien llamé una vez amigo sea castigado por sus actos.- Dijo Thor con rabia y con pena.




Brighid permanecía encogida en una posición casi fetal en un rincón de la celda donde las últimas semanas había permanecido retenida contra su voluntad.
Se preguntaba como se encontrarían sus seres queridos en esos momentos. La imagen de las tropas del ejército de Loki marchando hacía la conquista le perseguía en sus sueños. Una voz en su mente le decía que Thor y sus valientes aliados habrían salido sin duda triunfantes, pero otra voz, que al principio era apenas audible y que cada vez amenazaba con ahogar a la otra, le revelaba que todo lo que amaba, cualquier cosa que hubiese querido en su vida había quedado aplastado ante el poder del enemigo. Intentaba no hacerle caso, ignorarla en la medida de lo posible, pues la esperanza era lo único que impedía que conservase la cordura.
La diosa celta escuchaba los pasos que iban y venían cerca de su celda. Cuando se acercaban, se apartaba de la puerta, preparándose para lo peor. Otra visita de las crueles hijas de Loki se le antojaría imposible de soportar. Jugaban con ella, torturándola no sólo físicamente, si no  sobre todo mentalmente, disfrutando con su dolor, con su pena.
La puerta se abrió lentamente, indicándole que era la hora de traerle la comida. Siempre era lo mismo, una taza con agua,  un trozo de pan duro, una sopa amarilla y burbujeante, que desprendía un olor nauseabundo que le daba nauseas y una tirad de carne seca que nunca probaba.
Uno de los sirvientes fantasmagóricos, que asemejaba una túnica y una capucha flotante y con vida propia dejó la bandeja en el sucio y mugriento tras lo cual se retiró.
Su estomago se quejó, y a su pesar, se bebió la sopa, pese a su desagradable sabor y devoró ávidamente el trozo de pan.
Mientras masticaba no dejaba de imaginar como los muros de su prisión caían, y que su amado Thor los atravesaba, para liberarla y llevarla de regreso con los suyos.
Por desgracia, por mucho que se repetía esa escena una y otra vez, nunca se cumplía.
Brighid se sintió extraña, mareada y desorientada. Tuvo la certeza de que el suelo había perdido solidez y de que lo estaba atravesando con rapidez. Empezó a descender y descender, atravesando los distintos niveles de la sólida fortaleza hasta que finalmente se detuvo.
Sin conseguir comprender que es lo que estaba ocurriendo, la diosa celta se incorporó e intento examinar donde se encontraba.
Enseguida se da cuenta de que se encuentra bajo tierra, en alguna clase de red de túneles bajo la superficie. El túnel donde estaba, era oscuro y húmedo, y un olor a putrefacción y a muerte lo llenaba todo. Escuchó algo, como un siseo. Decidió ocultarse lo mejor que pudo. A los pocos segundos, alguien llegó caminando a cuatro patas, olisqueando el aire, como tratando de seguir una presa. El ser era delgado y fibroso, con los rasgos en parte caninos, piernas acabadas en pezuñas y largas y sucias garras, así como dientes afilados y amarillentos. La criatura se puso erguida y exclamó algo en un idioma gutural e inhumano.
La mujer se puso en tensión, temiendo que el repugnante ser la descubriese. Buscó alrededor suyo y encontró una piedra, que agarró con fuerza. No sabía cuantas fuerzas le quedaban para luchar por su vida, pero no se quedaría paralizada esperando a que llegase su muerte.
El ser olisqueó de nuevo y miró hacía donde se ocultaba Brighid. Se preparó para salir y enfrentarse con él, cuando una mano le tapó la boca y la inmovilizó.
- Sss silencio.- Dijo una voz femenina tras ella.
La criatura se puso de nuevo a cuatro patas y echando una última mirada hacía donde se encontraba y se marchó corriendo, sin dejar de emitir chillidos desagradables.
Una vez se hubo marchado, la dejaron libre y con rapidez se volvió para ver de quien se trataba.
Una hermosa y exuberante mujer de larga cabellera rubia, con unos rasgos que Brighid identifico claramente como nórdicos, le miraba con curiosidad y ante la sorpresa de la celtica, le pasó la mano por su mejilla, casi acariciándola.
- Así que tu eres la consorte que ha elegido Thor. Eres bella, para ser celta, ya veo por que el dios del trueno posó sus ojos en ti.- Dijo divertida la mujer.
- ¿Quién eres? ¿Qué es lo que quieres?
- Mi nombre es Amora, aunque me conocen como la Encantadora. He venido a rescatarte, Brighid.                                    




Eir, la diosa asgardiana de la curación salió de la estancia, sin darse cuenta de que alguien observaba como se marchaba por el amplio pasillo del palacio de la ciudad de Asgard.
Leir entró con decisión en los aposentos y nada más cruzar el umbral de la puerta, fue testigo de una escena que llenó de incertidumbre y dolor su corazón.
Sobre la cama de la alcoba, se hallaba una malherida y convaleciente Sif. Mientras se encontraban defendiendo Avalón, los asgardianos hacían lo propio con su hogar. En la batalla, Sif plantó cara al líder de los huestes invasoras, que no tuvo piedad alguna con la diosa asgardiana. El nombre del enemigo le vino a la mente con desprecio ¡Hércules!
Aún no podía dar crédito a que él se hubiese vendido de manera ruin y despreciable a sus enemigos. Pagaría con creces el daño que había inflingido a la dama Sif, Leir lo juraba por su honor.
La doncella Herdis limpiaba la frente de Sif con un paño húmedo y sufría viendo a la más grande guerrera de la legendaria Asgard luchando por su vida.
- ¿Cómo esta?- Preguntó Leir.
En un primer momento, Herdis se sobresaltó ante la presencia del dios celta, para después mirar al rostro magullado de Sif.
- La diosa Eir es optimista, así que nosotros también debemos serlo, lord Leir.- Dijo la doncella.
El dios de la lanza y el rayo se acercó hasta ponerse al lado de la cama y con mucho cuidado, agarró la mano de Sif y la situó entre las suyas.
- No te rindas, Sif. Jamás te doblegaste ante adversario alguno, por temible que este fuera. Rezó a mis ancestros para que te veamos de nuevo en pie lo antes posible.- Dijo Leir con seriedad.
Desde las murallas de la ciudad, se podía observar como hasta donde alcanzaba la vista acampaban los aliados de Asgard. Los rudos cimmerios, junto con los dioses celtas y los cientos nuevos reclutas que llegaban cada día para unirse al ejército del reino dorado. Los trolls de Ulik habían regresado a las entrañas de la tierra, con la promesa de que podrían contar con ellos en la guerra. De otros lejanos reinos divinos llegaban para sumar nuevos efectivos al creciente ejército de la alianza. Asgard se había convertido en cierta manera en el campamento base de quienes se oponían en esta guerra sin cuartel a los dioses oscuros.
Todos ellos convivían perfectamente entre ellos, pues un objetivo común los unía.
En lo más alto de una de las torres, Thor, el monarca y señor de Asgard los contemplaba satisfecho.
- Es gratificante para la vista ¿no es así, Thor?- Dijo Hogun el torvo que acababa de llegar.
- Sin duda. Nuestra unión es nuestra gran fuerza frente al poderoso enemigo que se alza contra nosotros.- Comentó Thor.
- Los celtas han demostrado ser unos dignos aliados. Me entristece que Avalón fuese arrasado y que hayan quedado sin hogar.- Dijo Hogun observando a los celtas que permanecían a las afueras de las murallas.
- Este es ahora su hogar. El pueblo celta y el de Asgard son ahora hermanos. Lamentó profundamente no haber podido hacer más para ayudarlos.- Dijo con tristeza Thor mirando al horizonte.
Hogun posó la mano encima del hombro de su amigo y rey.
- Nadie podría hacer más, amigo mío.
- Todos hemos sufrido perdidas, algunas más dolorosas que otras.- Dijo Thor llevando su mano a donde debería estar su viejo y fiel martillo encantado. Pero hay algo mucho peor que me reconcome en mi interior.
- ¿De que se trata?
A Thor se le ensombreció el semblante.
- La traición de Hércules. Me resulta inconcebible como puede ser verdad tal cosa. Hércules era mi amigo, un vengador y el hijo de Zeus. Ahora se ha convertido en un enemigo cruel y siniestro. Lo que le hizo a Sif…
- Veo la mano de tu hermanastro en todo esto, Thor. Quien sabe si Hércules no ha caído también ante su diabólica influencia.- Apuntó Hogun.
- ¡Loki! ¿Nos libraremos algún día de sus maldades? Nunca llegaron tan lejos sus malignos propósitos. Me temo que esta vez sólo uno de nosotros quedará con vida cuando termine este enfrentamiento. Y juro que no me temblará la mano cuando llegue el momento…
- ¡Thor! ¡Hogun!
El dios del trueno y Hogun el torvo se volvieron para recibir a quien les había interrumpido.
Se trataba de Tawa, el dios del sol Anasazi. En su mano llevaba su arco encantado y lucía las plumas y las pinturas de guerra que su pueblo utilizaba durante sus conflictos bélicos. Iba acompañado de un guerrero con signos de un reciente combate y varios vendajes improvisados en diversas partes de su cuerpo.
- Thor, este es un mensajero proveniente del reino de  Svarga. – Indicó Tawa.
- Habla abiertamente y sin miedos, muchacho, estas entre amigos.- Dijo Thor con tono conciliador.
- Nuestro rey Perún solicita la ayuda de la alianza en base al acuerdo del concilio, mi señor. Las tropas enemigas causaron numerosas bajas en nuestras filas y necesitamos de auxilió ante la posibilidad de un nuevo ataque.
Thor frunció el ceño con preocupación.
- ¿Perún? ¿Qué ha sido del noble Svarog?
El muchacho desvió la mirada.
- Cayó durante la batalla. Perún es ahora el monarca de los dioses eslavos.
Thor cerró los ojos durante un instante que pareció durar una eternidad.
- ¿Cómo te llamas, chico?
- Mikal, milord.
- Bien, Mikal, no tienes de que preocuparte. Acudiremos en ayuda de tu pueblo. Hogun, quiero a un millar de hombres al atardecer listos para partir.
Yo mismo me pondré al frente.
- ¿Estas seguro, Thor? ¿Te encuentras con fuerzas después del terrible esfuerzo que hiciste en Avalón?- Dijo Hogun.
- Estoy perfectamente. – Dijo Thor sin mencionar el incesante dolor de cabeza que tenía desde que se recuperó de su desvanecimiento. Tampoco que aún notaba cierta fatiga, como si no hubiese descansado realmente.
Poco después, los guerreros elegidos para la misión pasaban revisión de su quipo y de armas antes de partir hacía Svarga.
Thor se encontraba junto a Tawa y Hogun el torvo, que lo acompañarían al reino de los dioses eslavos y con Billy Rayos Beta.
- ¡Thor! ¡No te marcharas sin mi!
Era la voz de Brighid, que se acercaba subida en el carro de guerra tirado por los grandes carneros llamados Rechinante y Triturador.
- Puede ser peligroso, amada. Es mejor que te permanezcas tras la seguridad de estos muros.- Dijo Thor a su esposa.
- No hay lugar más seguro que a tu lado, amor mío. Quiero acompañarte y no podrás impedírmelo de ninguna forma. Soy una excelente guerrera y puedo luchar como cualquiera.- Contestó con voz firme Brighid.
Thor finalmente asintió.
- Esta bien, veo que si no dejo que me acompañes tendré que encadenarte…- Dijo esbozando una medio sonrisa.
Thor se volvió hacía Billy Rayos Beta.
- Billy, te dejo al cargo de todo en mi ausencia. Sé que lo harás bien, no tengo ninguna duda.
- Puedes confiar en mi, amigo mío, cuidare bien del Reino Dorado hasta tu regreso.
- Dios del trueno.- Dijo una voz grave detrás suyo.
Se trataba de Ulik el troll y un pequeño grupo de trolls comunes que le seguían.
- Ulik. No he podido agradecerte que acudieras en rescate de mis hombres,- Dijo Thor al troll.
- No tienes que dármelas, tronador. Mientras dure este conflicto, estaremos a vuestro lado, después… Ya no puedo prometer nada.- Dijo Ulik con rostro severo.- Iremos con vosotros en este viaje.
Necesitareis de nuestra fuerza si encontráis peligros.
Thor no pudo evitar sonreír.
- Por supuesto, Ulik, como compañeros de armas, sois bien recibidos.
- Estamos listo para partir, Thor.- Indicó Hogun. A tu orden.
Thor se subió de un salto al carro de guerra y levanto su mano.
-¡En marcha!



Magni contemplaba con pavor el estado actual de su hermano. La armadura metálica del Destructor, donde se alojaba la esencia vital de Modi se hallaba desperdigada por el suelo del salón. Había sido partido en dos, y se hallaba sin brazos ni piernas, que se encontraban a su alrededor. Loki se hallaba enfrente mirando atentamente como se movía Modi, como si fuese un insecto que se hubiese quedado boca arriba y no dejase de agitar sus patas.
- Me has decepcionado, Modi. Te otorgue un gran regalo ¿Y como me lo pagas? Siendo humillado por los odiados Vengadores, unos simples mortales derrotando al poderoso Destructor.- Dijo Loki en tono grave.- Quizás me equivocase al confiar en ti, en vosotros.
- ¡Nooooo! ¡No volveré a fallarte! ¡La próxima vez acabaré con tus enemigos!- Gritó con voz desesperada Modi a través del yelmo del Destructor.
- Milord, estoy seguro de que mi hermano hizo lo que estuvo en sus manos para complacerle.- Dijo Magni.
- ¿Estas seguro? Tu mismo no pudiste derrotar al dios del trueno. Parece que la sangre de vuestra madre en sus manos no es aliciente suficiente para espolearos…
- Haremos lo que es preciso para vengar a nuestra madre, eso no lo dices nunca.- Dijo Magni enrabietado.
Loki se quedó quieto, observándole, para después dibujarse una sonrisa en su demoniaco rostro.
Sus ojos brillaron y con un simple chasquido de dedos, la armadura del Destructor comenzó a ensamblarse hasta quedar de una pieza. Una vez más, el Destructor volvía a estar plenamente activo.
 - ¡Si! ¡Vuelvo a sentir el poder creciendo en mi interior!- Exclamó Modi con voz metálica.
- Es adictivo ¿verdad? Te sientes como si pudieses hacer cualquier cosa, y en tu caso, así es.- Apuntó Loki.
- ¡Regresaré a Midgard y aplastaré sus cráneos con mis propias manos! ¡Esos Vengadores no escaparán a mi venganza!
- No, Modi, tengo otros planes para ti. Los Vengadores son insignificantes en mis planes, un mero grano de arena en medio del desierto. – Observó Loki.- Cuando acabemos con todos los dioses, arrasemos su tierras hasta dejarlas yermas, entonces caerá también Midgard.
- ¡Estoy impaciente! ¡Tengo ganas de entrar en acción!
Magni se entristecía cada vez que escuchaba a su hermano hablando como un berserker enloquecido y ávido de sangre. Lo que más temía es que ese cambio fuese irreversible, que hubiese vendido su alma, corrompiéndose para siempre desde el momento que se introdujo en el instrumento de caos y destrucción que era el Destructor.
El precio a pagar por la venganza podría ser demasiado caro. La pregunta que se hacía desde se enfrentó a Thor seguía torturándole una y otra vez ¿Estaba en el bando correcto? ¿Confiaba realmente en Loki? La semilla de la duda seguía creciendo según se desarrollaban los acontecimientos.
- Asuntos de importancia me reclaman. Estad alerta, pronto necesitaré de vosotros.- Dijo Loki, que sin mirar atrás, se internó en los pasadizos de su fortaleza.
Entró en una sala donde una gran llama ardía. Se sentó en su trono, frente a la llama y con un gesto, les indico a sus lacayos que avivaran las Llamas de la Omnipresencia. El dios del engaño cerró los ojos y se quedó inmóvil, como sumido en un letargo mágico.
En un segundo, se encontró en la ciudad de Midgard llamada New York. Donde la letal criatura conocida como Mangog, destruía todo a su paso, pese a los intentos de Spiderman y otros héroes por detenerlo [2] .
Observó como su siervo, la Llama, cumplía sus órdenes y atacaba al grupo de héroes mutantes llamado la Patrulla-X. [3]
En Londres, los gigantes de hielo sembraban el caos por las calles de la urbe, sólo Red Norvell y los Campeones del Viejo Mundo se interponían en su camino.
Malekith el Maldito y su jauría se enfrentaban a los héroes locales de canada, Alpha Flight.
Un antiguo mal, enterrado eones atrás, despertaba al fin en el pequeño país llamado Latveria.
En las profundidades del continente Africano, la Sociedad Theron Marks seguía una búsqueda con la esperanza de poder detener todo lo que estaba ocurriendo.
Hordas de N’garai asolaban Barcelona controlados por el villano Diablo. [4]
El caos y la confusión seguía sembrándose por todos los frentes. Los superseres terrestres estaban muy ocupados como para poder ser considerados una amenaza. Sólo quedaban los dioses de los panteones terrestres y se hallaban en vísperas de la victoria definitiva.
Algo lo distrajo, alguien pronunciaba su nombre. Abrió los ojos y sólo vio a un lacayo arrodillado ante él.
- Si aprecias bien tu miserable existencia, no me habrás interrumpido por cualquier tontería…
- Mi señor ¡la dama Brighid ha desaparecido!- Exclamó asustado el lacayo.
- ¡¿Qué?! Eso es imposible. ¿Cómo habéis permitido tal infamia?- Dijo un colérico Loki.
- La puerta de la celda estaba intacta, no fue forzada, no entendemos como pudo huir, pero al abrirla, la diosa ya no estaba.
- Así que simplemente se esfumó. Estoy rodeado de un atajo de inútiles.
Loki clavó la mirada en el lacayo, y este sólo pudo emitir un pequeño gritó antes de que su cuerpo comenzase a retorcerse anormalmente, sus piernas y brazos giraban y se retorcían, hasta partirse por diversos sitios, su tronco también se movía hasta que la columna vertebral con un sonoro y desagradable sonido se partió. El lacayo se  derrumbó inerte en el suelo de piedra.
Un encolerizado dios del engaño salió de la sala de las Llamas de la Omnipresencia dispuesto a encontrar a Brighid costase lo que costase.
                                                                 
Al pisar los paramos helados del reino mágico de Svarga, hogar de los dioses eslavos, la tropa de guerreros de la alianza, bajo el mano de Thor sintieron un estremecimiento al contemplar el paisaje desolado, donde podían sentir como la muerte había pasado por allí, llevándose a muchos de los habitantes de esa tierra remota.
No cabía duda alguna de que se había librado una gran y violenta batalla. Los cuerpos ensangrentados e inertes de los combatientes de ambos bandos cubrían la nieve y la tierra. Sus mutiladas figuras se amontonaban, yaciendo con los rostros frente al enemigo y sus rotas armas en sus manos. Los buitres y toda clase de alimañas se disputaban con ansia y voracidad la carne en descomposición de los cadáveres de los caídos.
- Tuvo que ser una batalla terrible.- Observó Tawa sorprendido por la visión dantesca.
- Al menos tuvieron una muerte digna de un guerrero.- Apuntó Thor bajándose del carro de combate. Brighid observó con aparente tristeza la masacre que había tenido lugar.
Ulik el troll permaneció impasible, como si nada de aquello fuese con él.
Thor se acercó a Hogun, que examinaba con curiosidad el campo de la sangrienta batalla.
- ¿En que piensas, Hogun?
- Pienso en lo que nos dicen estos ataques a traición del enemigo. Si seguimos esperando, nos eliminarán reino por reino, pesé a que podamos ayudarnos unos a otros.- Dijo Hogun que examinaba el terreno.
El señor de Asgard se quedó pensando las palabras de su compañero durante un instante.
- Tienes razón, viejo amigo. Puede que haya llegado la hora de contraatacar y llevar la guerra a su territorio.- Comentó Thor, que sintió un momentáneo pinchazo en la sien que le hizo cerrar los ojos.
- ¿Te encuentras bien, Thor?- Preguntó Hogun con preocupación.
Thor asintió.
- Estoy bien, es sólo fatiga. Sigue pasándome factura la última batalla librada.
Hogun no dijo nada, pero frunció el ceño preocupado.
- Mi señor, no debemos demorarnos, cada segundo que transcurre puede ser de vida o muerte.- Dijo con voz asustada Mikal.
- Mis disculpas, joven Mikal. No nos retrasaremos más.- Dijo Thor con decisión.
Thor regresó al carro de combate, pasando el brazo por los hombros de su amada esposa.
- No sé si ha sido buena idea traerte aquí. Este no es un lugar agradable en estos momentos, querida.- Dijo Thor.
Brighid le acarició la mejilla a su esposo.
- Quiero permanecer a tu lado en todo momento, amado mío. Donde tu vayas, yo te acompañaré, así es como debe ser.
Ambos se besaron con pasión. Después, Thor ordenó que las tropas volviesen a ponerse en marcha.



Balder el bravo, Mevanwi, Caber y el Registrador Rigeliano caminaban por los amplios y majestuosos pasillos del palacio de Heliopolis, hogar ancestral de los dioses egipcios. Dos guardias reales les acompañaban hasta el salón principal, donde tenían audiencia con el señor de Heliopolis.
Las puertas de bronce fueron abiertas por los sirvientes, dejándoles pasó hasta situarse frente al trono. Para su sorpresa, no era Osiris, el monarca de este reino quien les recibía, si no una hermosa mujer egipcia que sólo fue reconocible para Balder. Se trataba de la diosa Isis, esposa de Osiris y madre de Horus, dios del sol.
Se inclinaron ante la diosa con una respetuosa reverencia.
- Levantaos, nobles aliados. Mi esposo siente no poder recibiros, pero esta recuperándose de la batalla que mantuvo  recientemente ante Vishnu, del panteón Hindú. [5]  - Dijo Isis.- Traéis extraños acompañantes a este sagrado salón.
Isis se quedó mirando al androide rigeliano.
- Es un antiguo aliado del señor de Asgard, dama Isis.- Informó Balder el bravo.
-Explicación: Soy el Registrador. Mi función es registrar y documentar sucesos para mis creadores, los Colonizadores de Rigel. Observación: La guerra entre los dioses es un suceso sin igual, digno de ser documentado.- Dijo el androide con voz fría.
- Si el monarca del reino dorado responde por él, para mi es suficiente.- Dijo Isis.
- Mi señor Thor nos ha enviado para asistiros en lo que podamos, dama Isis. – Explicó Balder.- Traemos suministros médicos, equipo y alimentos para quien lo necesite.
- Un noble gesto. No podía esperar menos del honorable hijo de lord Odín.- Dijo Isis.- Ahora, vuestros aposentos están preparados para que podáis descansar.
- Mi señora, si nos permite, mis hombres y yo desearíamos reforzar las defensas y fortificar las murallas. El enemigo no descansa jamás.
La diosa sonrió.
- No hay duda de que lord Thor sabe escoger a los hombres a su servicio. En la muralla oeste se encuentra mi hijo Horus, él es quien se ocupa de la defensa de la ciudad. Un sirviente os guiará.
Balder asintió y junto a sus acompañantes siguieron al sirviente fuera del gran salón.
Mevanwi lo miraba todo abriendo mucho los ojos, como si estuviese asombrada con lo que estaba contemplando.
- Es hermosa ¿verdad?- Dijo Balder sonriendo.- Una ciudad tan antigua como fascinante.
La guerrera celta le devolvió la sonrisa.
- No he realizado tantos viajes como tú, Balder. Nunca había traspasado los limites de Avalón hasta ahora…
Mevanwi dejo de hablar, como si el mencionar el nombre de su hogar le recordase que ya no existía.
- No he tenido oportunidad de decírtelo antes, pero lamento enormemente la destrucción de Avalón. – Dijo Balder.
- El dolor causado por tal desgracia tardará en sanar. Tenemos suerte de tener buenos aliados que nos ayudan para seguir adelante.- Observó Mevanwi.
Oteando el horizonte, se hallaba el dios del sol Horus. En su cuerpo y su armadura se hallaban signos evidentes de recientes combates. Al darse cuenta de su presencia, bajo hacía donde estaban.
- Te traigo saludos de parte de Thor, Horus.- Dijo cortésmente Balder.
- Hubiésemos necesitado su poderoso brazo en los días pasados. Hemos tenido muchas bajas en los últimos ataques.- Dijo Horus.
- Hemos traído un buen número de guerreros armados para ayudaros, Horus.- Dijo Caber.- Esta es una crisis que nos afecta a todos.
- Sois muy bienvenidos, amigos míos.- Dijo el dios egipcio poniéndoles una mano en los hombros.
El Registrador se movió de repente, como inquieto.
- Advertencia: Se están produciendo una serie de aberturas, una disrupción entre dimensiones. Similar a las utilizadas por vuestro enemigo en el reino llamado Avalón.- Dijo el androide extraterrestre.
En ese momento, varios de los vigías dieron la alarma. El enemigo había regresado.
- Ya están aquí. Desenvainad vuestras armas, amigos, parece que tendremos la oportunidad de combatir juntos.- Dijo Horus.
                                                               

El venerable anciano caminaba por lo que antaño fue una gloriosa plaza. Una antigua tierra que parecía haber perdido toda la gloria y esplendor que tuvo en los primeros días del mundo.
Tiwaz se inclinó y recogió un puñado de tierra húmeda y dejo que la arena se escapase entre sus dedos. La luz de la luna apenas conseguía iluminar las ruinas del gran Templo.
El veterano guerrero asgardiano vislumbró algo que le hizo dirigirse hacía el otro lado del templo. Una efigie de piedra se elevaba en la noche, un tótem coronado por un rostro. El rostro de un hombre cuyos rasgos están levemente ocultos por una máscara semejante a un lobo.
- Ah, viejo amigo ¿esto es lo que único que queda de tu leyenda? ¿Sólo una cara grabada en la piedra?- Dijo Tiwaz con un halo de tristeza.
Un sonido familiar rompió el silencio reinante en el lugar. El relincho de un caballo.
Tiwaz hizo que el asgardiano se diese la vuelta, para vislumbrar una figura recortada en la noche en lo más alto de una colina lejana.
Tiwaz empezó a reír en grandes y atronadoras carcajadas que resonaban con eco por todo el valle.
- Me alegro de verte de nuevo, viejo amigo.- Dijo Tiwaz finalmente caminando hacía su encuentro.


El viento aullaba, resonando por las altas montañas nevadas, como el alarido lastimoso de un alma en pena.
La tormenta, la nieve y el frío apenas dejaba ver lo que tenían enfrente. La misma tierra parecía colérica, quizás clamando por la sangre derramada de sus hijos.
Thor alzó la mirada, casi instintivamente su mano se levantó hacía el cielo. Enseguida se dio cuenta de que no tenía a Mjolnir entre sus dedos y se sintió frustrado. Se lamento enormemente, no hacía mucho habría despejado la tormenta con un simple pensamiento. Ahora el rayo y la tormenta, los elementos ya no estaban bajo su mando. El encantamiento había muerto con la destrucción de su martillo de Uru.
La noche caía en Svarga y eso hizo que decidiesen levantar un campamento para refugiarse de las inclemencias del tiempo, esperando que al amanecer la tormenta de nieve  hubiese disminuido su fuerza.
La mayoría de bravos guerreros se introdujeron en las tiendas, para poder descansar y recuperar fuerzas para reemprender el camino al alba. Ulik y los trolls que le acompañaban se quedaron vigilando en los limites del campamento. La piel gruesa de su raza les hacía casi inmunes a las altas temperaturas.
Una solitaria figura caminaba aparentemente ajena a la fría ventisca, a la nieve y al hielo. Si alguien se hubiese fijado en ella, sólo habría visto a la diosa celta Brighid, esposa de Thor y reina de Asgard. La muchacha se ocultó tras unas rocas y se deshizo de su pesada capa de piel de oso. Se sentó en la nieve, con las piernas cruzadas y cerró los ojos. De sus labios salieron susurros en lenguas extintas cuando la raza humana aún no había poblado el mundo.
Su mente se trasladaba a dimensiones de allí y el rostro demoniaco y reconocible de Loki apareció ante ella.
El familiar con cuerpo de rata y rasgos vagamente humanos que permanecía posado en los hombros de la hechicera se removió inquieto ente la presencia del dios del engaño.
- Keziah…- Dijo Loki
- Mi señor, todo esta transcurriendo según lo planeado. – Comentó Keziah acariciando el lomo de su familiar mágico.
- ¿Estas segura de que no sospecha nada?- Preguntó el dios del engaño.
Keziah asintió al instante.
- Mi hermanastro nunca ha sido reconocido por su gran intelecto… Aún así, debes ser cautelosa, nunca debes confiarte cuando te enfrentas a Thor. Créeme, lo sé por propia experiencia.- Apuntó Loki.
- Así será, mi señor.
- Vuelve a su lado, debe seguir creyendo que eres su fiel y adorable esposa.- Esto le produjo una sonora carcajada, tras la cual desapareció.
La hechicera se volvió a poner su capa y regresó caminando al campamento.
Ulik el troll estaba inmóvil, con ojo avizor, indiferente a todo lo que le rodeaba excepto su tarea. Sus ojos percibieron una sombra moviéndose por entre las tiendas.
Se dispuso a elevar su voz, avisando de un intruso, cuando se dio cuenta de que sólo era la esposa del dios del trueno dispuesta a meterse en su tienda. Durante un instante que se le hizo eterno, la imagen de la diosa se tornó diferente ante sus ojos, en un segundo era una anciana retorcida y arrugada, al siguiente una hermosa y voluptuosa mujer de un largo y sinuoso cabello castaño. Sólo fue un segundo, pues ahora veía de nuevo la imagen habitual de la diosa celta. El rey de los trolls observó como la esposa del monarca de Asgard se introducía en la tienda y decidió que habían sido imaginaciones suyas.
 Cuando el tiempo fue más benévolo, y el temporal de viento y nieve amaino, levantaron el campamento para poder retomar la marcha. Avanzaron lo más rápidamente que se lo permitía el terreno helado. A Thor le daba la impresión de que el frío invierno era mucho más cruel e implacable en Svarga que cualquiera que hubiese conocido en el propio Asgard.
El dios del trueno miró a su esposa, que estaba a su lado. Brighid iba envuelta en su capa de piel de oso casi hasta la cabeza. Sus profundos y hermosos ojos azules posaron su vista en Thor y le sonrió.
Mikal hizo un gesto para que se detuviesen. El pequeño ejercito se detuvo tras la señal de Thor. El monarca asgardiano se bajo de su carro de combate y notó inquietos a los dos gigantescos carneros que tiraban del vehiculo. Acarició sus cabezas y se acercó a Mikal.
- ¿Por qué nos detenemos, muchacho?- Preguntó intrigado Thor.
- Para llegar a la capital de Svarga tenemos que cruzar por el paso de Dazhdbog, un camino estrecho y escarpado de piedra que cruza por encima de un abismo interminable.- Dijo Mikal.- Será peligroso, tendremos que ir en filas de dos con mucha atención para no perder el equilibrio.
- ¿No hay otra ruta alternativa?
- Si vamos por otro lugar, tendremos que dar un rodeo por las montañas de hierro y tardaremos varios días más, milord.
- De acuerdo, chico, tomaremos las medidas adecuadas para ir por ese paso. Perún y su gente nos espera y no podemos demorarnos más.- Observó Thor.
Thor regresó y se dispuso a hablar con Hogun, Tawa y varios de sus hombres.
No podían ver como una sonrisa maliciosa se esbozaba en el rostro gentil del muchacho eslavo.

                                                        


Cautelosamente y a paso lento, las tropas de Thor empezaron a cruzar el paso de Dazhdbog. Los guerreros intentaban no mirar hacía el vacío que se extendía bajo ellos.
Hacían lo posible para no pensar que sólo un estrecho puente de piedra les separaba del abismo insondable, que se abría como un pozo de oscuridad que amenazaba con engullirlos. No conseguían atisbar el fondo, se preguntaban cuanto tiempo estarían cayendo de pisar en falso y precipitarse por el abismo. 
- Este sitio me da escalofríos.- Dijo Finnbogi.
Harek el rojo se acarició su espesa barba roja y dio una larga mirada al lúgubre paisaje que les rodeaba. Finnbogi y Hared se habían conocido en la travesía hacía la ciudad de Asgard para ser reclutados en la defensa del reino dorado, desde aquel momento eran inseparables. A pesar de la distancia de edad entre uno y otro, se hicieron muy buenos amigos y compañeros.
- No te puedo decir que no, jovenzuelo, mi sexto sentido me indica que salgamos de aquí de inmediato, y rara vez falla.- Observó Hared el rojo agarrando con fuerza su martillo de guerra a dos manos.
El caballo de Tawa empezó a ponerse nervioso y el dios Anasazi lo tranquilizó susurrándole unas palabras para tranquilizarlo. Se puso al nivel de Thor y Brighid para hablar con ellos.
- Los animales están inquietos, Thor, esa es mala señal.- Indicó Tawa.
Thor asintió.
- Estoy de acuerdo. Tendremos que cruzar este paso lo antes posible.
Hogun el torvo hizo que su montura se detuviese. Su fino oído había captado algún sonido que no conseguía identificar. El lacónico guerrero se quedo quieto, intentando volver a escucharlo. Hay estaba de nuevo. Era una especie de chillido estridente. Enseguida le siguieron otros, como si se estuviese extendiendo. Ahora escuchó el ruido de un fuerte aleteo procedente del precipicio. Bajo la vista y con sorpresa vio a docenas de criaturas aladas que ascendían desde lo más profundo del abismo hacía ellos.
- ¡Nos atacan! ¡A las armas!- Gritó Hogun el torvo.
Inmediatamente desenvainaron sus armas y se prepararon para la inminente lucha por su supervivencia.
Las criaturas parecían enormes serpientes o gusanos, con enormes alas semejantes a las de los murciélagos, su tamaño era muy grande, cuatro o cinco metros de envergadura. Sus formas oscilaban y se removían constantemente por lo que era difícil fijar su vista en ellos.
Tawa llevó velozmente su mano a su carcaj y poniendo una flecha en su arco, que salio con rapidez en dirección a una de las bestias, en el camino la flecha se convirtió en una flecha de energía de pura luz e impacto contra la criatura, que emitió un quejido de dolor.
- Al menos sabemos que pueden ser heridos.- Dijo el dios de la luz Anasazi.
Thor agarró a Gungnir, la lanza de Odín y la lanzó contra una de las criaturas aladas.  Acertando, pues tal era el poder del arma, el de no fallar nunca un blanco. La lanza mística penetró la piel acorazada, derribando a la bestia, que cayó malherida al abismo. La lanza regresó a su mano.
Una de las criaturas apresó a un guerrero celta, cerrando entre sus dientes uno de los pies del hombre. Hogun acudió al rescate, descargando un golpe letal con su maza que hundió el cráneo del animal y matándolo al instante.
Hared el rojo volteó su pesado martillo de guerra con fuerza, pero la criatura consiguió eludirle y con su cola le golpeó derribándole, el veterano guerrero apenas pudo sujetarse con una mano, quedando colgado al borde del abismo.
Una enorme mano lo agarró y lo levantó hasta dejarlo de nuevo seguro. Cual fue su sorpresa al darse cuenta de que su salvador no era otro que Ulik el troll.
Brighid se defendió con ahínco de una bestia que trató de morderla, las dentelladas pasaron a pocos centímetros de su cabeza, cuando con un hábil y certero golpe, introdujo la hoja de metal por las fauces abiertas, hasta que atravesó su cabeza por completo.
Finnbogi agarró una de las antorchas que llevaban e intentó alejar a las bestias de un jinete que había resultado herido, quedando atrapado por el cuerpo de su montura muerta.
Las criaturas viendo la llama huyeron despavoridas.- Tienen miedo al fuego- Pensó el muchacho.
- ¡Lord Thor! ¡Estas bestias temen al fuego!- Gritó Finnbogi.
Thor que estaba sacando la lanza Gungnir del cadáver de unas de las criaturas que había abatido tuvo una idea al escuchar lo que le dijo el joven guerrero.
- ¡Cerrad los ojos!- Gritó con voz fuerte Thor.
Se concentró, y en unos segundos, de sus manos surgió una energía brillante y deslumbrante, que canalizó a través de Gungnir.
La luz fue aumentando hasta que brillaba casi como una estrella, con un movimiento de la lanza sagrada, el resplandor golpeó a todas las bestias aladas que les rodeaban con la intención de matarlos. Las criaturas se quemaron, hasta quedar reducidas a cenizas que fueron desperdigadas por el viento.
Thor se acercó a Finnbogi y le puso una mano en el hombro.
- Lo has hecho bien, muchacho. Serás un valioso guerrero.
- G-gracias lord Thor.
Hogun el torvo se puso a la altura de Thor.
- Thor ¡mira!- Dijo Hogun señalando al extremo del puente de roca que estaban cruzando, justo al final del mismo, donde empezaba el camino.
Una ingente multitud se había reunido para recibirles. Eran más de un millar de guerreros, con armaduras y espadas listas para el combate. Los emblemas y las banderas al viento los identificaban como dioses eslavos.
-¡Perún! ¿Eres tu? ¿Has venido a recibirnos?- Preguntó Thor pensando que algo extraño ocurría.- Esto no me gusta-pensó.- No me gusta nada.
Los eslavos permanecían envueltos en las sombras, por lo que no podían ver sus rostros.
Uno de ellos se adelanto. Llevaba un hacha de doble filo en su mano y un yelmo con cuernos de carnero retorcidos. Era Perún, hijo de Svarog y nuevo señor de Svarga.
Thor iba a su encuentro, cuando se dio cuenta de lo que sucedía. Su piel estaba pálida y apergaminada, varias heridas sangrantes por todo el cuerpo, sus ojos muertos lo miraban con odio, pues no le cabía duda de que Perún había fallecido y era un mero cadáver andante.
- ¿Qué es lo que os ha ocurrido?
-La muerte nos ha reclamad, dios del trueno. Caímos en la defensa de Svarga y ahora nuestras almas, nuestros cuerpos son esclavos bajo sus ordenes. –Dijo Perún con voz tenebrosa.
- ¿Ordenes de quien?
Perún comenzó a reír, y al hacerlo le caían gusanos retorciéndose, que se estaban alimentando de su carne putrefacta.
Se escuchó un ruido, como un zumbido, y un haz de energía abrió un portal en el lado opuesto del puente.
Del portal empezaron a surgir una horda de seres demoniacos, con atuendos rojo sangre, que cabalgaban en caballos de ojos rojos, dientes afilados y enormes alas.
A la cabeza de la horda, un demonio armado con una enorme y afilada guadaña.
- Es una trampa. Nos han cercado por ambos frentes.- Dijo Thor.- estamos atrapados.
Hogun el torvo sujetó a Mikal y lo levantó del cuello.
- ¡Tú! ¡Tu nos has conducido a esta emboscada!
El cuerpo del joven Mikal se difuminó, dejando en su lugar el aspecto de un muchacho hediondo y putrefacto en plena descomposición.
Hogun lo arrojó con rapidez por el vacío.
- ¡Sed valientes! ¡Que sepan que si nos quieren derrotar tendrán que derramar mucha sangre!- Exclamó Thor levantando su lanza Gungnir.
- Sea, Thor, señor de Asgard. Aquí caeréis tu y tus hombres, ante la horda demoníaca de ¡Imhotep, el Destructor de Mundos!- Exclamó el demonio de la guadaña.

Continuará...


Próximo Número: ¡La batalla del paso de Dazhdbog!  ¡La huida de Brighid y la Encantadora! ¡La invasión de Heliopolis! Todo esto y mucho más.

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Referencias:
1 .- Tras el enorme desgaste de poder en el reino de Avalón, como se vio en el Thor#13
2 .- Como estamos viendo en la miniserie Spiderman Crepúsculo
3 .- En el X-Men#8
4 .- Todo esto lo podéis leer en la miniserie “Crepúsculo de los Dioses”
5 .- Se vio en el Thor#13

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