Thor Señor de Asgard nº11


Título: El Crepúsculo de los Dioses Parte 1: La Danza de la Muerte Cap. 2
Autor: Miguel Ángel Naharro
Portada: José Pedro Cerqueira
Publicado en: Julio de 2007

¡Gjallerhorn, el cuerno de Heimdall resuena por los nueve mundos! ¡El enemigo a las puertas de Asgard! ¡Thor, Leir y los dioses celtas libran una peligrosa batalla en la mística tierra de Avalón! ¡Nuff Said!
“Ha tenido muchos nombres. Vingthor el lanzador, el hijo de la larga barba y enemigo de Hrodr. En su hogar ancestral Hymir le conoce como Veur. Compañero del infeliz Hrungnir le han llamado algunos. Al este del Elvigar, en tierra de gigantes, susurran el nombre de Hloriddi. Su padre le llamaba hijo. Su madre, querido. Y bajo las bóvedas celestes es Thor Odinson, dios del trueno, temor de Jormungand.”
Creado por Stan Lee& Jack Kirby

Resumen de lo publicado: Un objeto de inmensas proporciones y poder, aparece en mitad del espacio y s observado por naves rigelianas, que son destruidas sin contemplación.
Thor decide visitar Avalón, hogar de los dioses celtas, para cerrar las dudas existentes entre ambos pueblos, pese a la alianza entre los dos panteones divinos. Una vez allí, aparece el androide rigeliano llamado el Registrador y advierte a Thor de que el objeto se dirigía a la Tierra y que unos invasores han penetrado por un portal dimensional para invadir Avalón. Justo en ese momento, aparecen unas extrañas criaturas que les atacan. Mientras tanto, Loki realiza un ritual que libera a los antiguos poderes, rompiendo definitivamente las viejas barreras. Tras derrotar Thor y sus aliados a las criaturas que les atacaban, descubren que los caminos entre los diferentes planos y dimensiones ligadas a la Tierra se han cerrado, no permitiendo a los dioses cruzarlos y si a sus enemigos…

Desde la pequeña y húmeda celda, Brighid escuchaba un gran estruendo que procedía de fuera del lugar donde se encontraba. No sabía si llevaba días, meses o años en este lugar infernal. El tiempo carecía de significado entre las cuatro paredes de su oscura celda. Decidió reunir todo el valor que le quedaba y golpear con fuerza la puerta de la celda. En unos instantes, escuchó como la cerradura de la puerta se abría. En el umbral de la misma, se encontraba una figura vestida con una sencilla túnica de color marrón. La capucha le oculta por completo el rostro y no se le veían sus manos. Con sorpresa, advirtió que no tenía pies, que parecía flotar por encima del suelo.
- E-exigó que me l-leveis ante vuestro líder.- Dijo con voz débil la diosa celta.
-Seguidme.- Dijo una voz que escuchó en su propia mente.
Brighid siguió al extraño individuo por los tortuosos pasillos, hasta salir al balcón de una torre. La diosa tuvo un escalofrío al contemplar el lugar donde había estado prisionera en todo este tiempo. Se encontraba en una inmensa fortaleza, siniestra y amenazante, cuyas torres se alzaban hasta tocar con las nubes. Sus murallas eran interminables y gruesas, parecían capaces de rechazar cualquier intento
de penetrar en su interior. Miró hacía arriba, buscando la luz del sol, y solo encontró un cielo llenó de grandes nubes que lo ocultaban, y un cielo cuyo color era de un verde oscuro.
Las puertas de la oscura fortaleza estaban abiertas, y de sus entrañas, surgían hombres armados, el suelo temblaba bajo sus pies.   Algunos parecían humanos, otros eran bestias inhumanas y criaturas abominables, repulsivas al ojo humano. Miles y miles de lanzas y estandartes se perdían en la inmensidad, hasta que vio hacía donde se dirigían. Las legiones entran en grandes portales dimensionales. El corazón se le encogió al imaginar cual era el destino de esos ejércitos.
- Bonito espectáculo ¿verdad?- Dijo una voz femenina.
Dos hermosas mujeres estaban apoyadas en la pared, una tenia el cabello largo y rubio, con ojos grises y crueles, la otra llevaba su cabello color ébano como la misma noche recogido en una larga trenza.
- ¿Quiénes sois? ¿Por qué me retenéis en este lugar maldito?
- Yo soy Eisa  y esta es mi hermana Einmyria. Queríamos que vieras esto, pues será lo último que veras en mucho tiempo, querida.
Reunió las fuerzas que tenía y golpeó en pleno rostro a Eisa, que cayó sorprendida.
Llamas surgieron de los ojos de su hermana, rodeando a Brighid. El calor se hizo tan intento que hizo que la doncella celta se desmayase.
- ¡Maldita, perra! ¡Le arrancaré los ojos!- Gritó Eisa rabiosa.
- Contente, hermana, de momento, padre tiene otros planes para ella.
La diosa de las brasas miró con dureza a Brighid.
- Esta bien, pero cuando acabe con ella, le daré una lección que jamás olvidara.
 Palacio real de Asgard.
Se encontraban reunidos Sif, Tiwaz, el visir  real y Billy Rayos Beta.
- Tenemos que prepararnos para lo peor. De algún modo, el nexo entre dimensiones se ha roto. Estamos aislados de Midgard y del resto de reinos celestiales.- Comentó Tiwaz con el gesto preocupado.
- ¿Cómo puede ser tal cosa? Si eso es posible, no podremos contar con nuestros aliados.- Dijo Billy Rayos Beta pensando en que su amigo Thor se encontraba muy lejos de su hogar y quien sabe si necesitaría de su ayuda.
- Divide y vencerás. Eso es la estrategia del enemigo sin duda.- Afirmó Sif.
Al visir real, que había servido durante innumerables siglos al monarca del reino dorado, se le ensombreció el rostro.
- No recuerdo tiempos tan aciagos para nuestra estirpe, esta vez, puede que Loki este más cerca que nunca de conseguir sus oscuros objetivos que nunca.- Comentó el anciano.
- ¡Nunca! ¡Thor no consentirá que salga triunfante!- Exclamó Billy Rayos Beta con rabia.
Tiwaz se quedo un momento pensativo.
- ¿En que pensáis, noble Tiwaz?- Preguntó Sif al bisabuelo de Thor.
- Estaba reordenando mis ideas, lady Sif. Creo que se una manera de romper el hechizo que impide los viajes entre los diferentes reinos. No será fácil y puede resultar peligroso, pero no habrá más remedio que arriesgarse.
- ¿De que se trata exactamente?
- Hay un ser, una criatura tan antigua como la mismísima Asgard que vive en los más angostos rincones de los territorios conocidos por los dioses. Esa criatura puede tener la clave para vencer a la magia de Loki.
- ¿Una mujer en la sala del trono? ¿El rey Thor no sabe acaso mantener a sus concubinas en su sitio? ¡Atrás, mujer, los guerreros han de hablar!
Todos ellos se volvieron hasta el umbral de la puerta, donde se encontraba Crom, con evidentes muestras de haber ingerido alcohol en grandes cantidades.
- ¿Cómo te atreves …
- Cálmate, Billy, yo ya se defenderme sola. Cuando quieras te demuestro que una doncella  asgardiana puede ser un formidable adversario, Crom.
El dios cimmerio comenzó a reírse burlonamente.
- El día que Crom sea derrotado por una mujer no ha llegado, mujerzuela.
- Lo veremos. –Dijo Sif comenzando a desenvainar su espada.
- ¡Alto! ¡No es tiempo para pelearnos entre nosotros!- Gritó Tiwaz interponiéndose entre el cimmerio y la asgardiana.
- Crom proviene de un tiempo remoto y pasado, es un dios fuera de su época y le cuesta comprender los cambios sufridos, te ruego no se lo tengas en cuenta, milady.- Susurro Tiwaz a Sif.
- Crom, viejo amigo, una búsqueda en pos de la gloria y la aventura nos espera, ¿acaso un guerrero de tu talla no querrá acompañarme? ¿Acaso temes a la muerte?
El antediluviano dios se quedo mirando a Tiwaz, para después fruncir el ceño con gesto ofendido.
- Yo no temo a nada ni a nadie. Te acompañare ¡y pobre de quien se interponga en nuestro camino!
Los dos veteranos y curtidos guerreros salieron cantando viejas canciones de guerra
- ¿Estas bien, Sif?- Dijo Billy poniéndole una mano encima del hombro.
- Hace falta más que un viejo loco para sacarme de mis casillas, Bill.- Dijo ella sonriéndole.
El sonido estridente de un cuerno de guerra se escuchó por todos los rincones de los nueve mundos. Un sonido que Sif conocía a la perfección.
- ¡Es el sonido de Gjallerhorn, el cuerno de Heimdall! ¡El enemigo esta a las puertas de Asgard!

                                                            


El drakkar (1) parecía volar sobre las aguas. Su línea era elegante y surcaba suavemente el bronco mar. Los escudos sobre las bordas superiores del casco anunciaban su condición guerrera. En la punta de proa había una temible cabeza de dragón con las fauces abiertas. Sobre la cabeza del dragón estaba Thor, poderoso y severo.
La suave brisa marina hacía que la larga melena rubia del asgardiano se meciese. Apostado cerca del mascaron, el señor de Asgard se encontraba sumido en un mar de dudas sin respuesta. Sus pensamientos se encontraban en gran medida muy lejos de allí, en la lejana Asgard. La sombra de la guerra estaba llegando a todos los planos habitados por los dioses terrestres y su querido hogar no seria una excepción. Fue idea suya el dividir las fuerzas en dos numerosos grupos, uno por tierra y otro por mar. El reino de Avalón era una isla mística y si conseguían atrapar al enemigo entre dos frentes, quizás podrían ganar esta batalla. En este instante, echo de menos a su esposa, a Brighid. Anhelaba su tacto, su suave cabello y la dulzura de sus labios. Aún así, la mejor decisión fue la de dejarla atrás. Sin tener que velar por su seguridad, no tendría distracciones que frenasen su mano en el combate.
- Thor, los hombres murmuran entre ellos.- Comentó Fandral.
- ¿Qué es lo que les ocurre?
- Creen que llevar al hombre metálico en nuestro navío es un mal presagio, que nos traerá un mar de desgracias.
- Tonterías, son solo supersticiones sin sentido. El Registrador es un aliado mió, con el que he compartido numerosas gestas.
Fandral se encogió de hombros.
- Que remen con más ahínco, tenemos que llegar a nuestro destino justo a tiempo para unirnos a la batalla.- Inquirió Thor contemplando a la flota de embarcaciones célticas que seguían al drakkar vikingo, con el que se habían desplazado desde Asgard hasta Avalón.
- ¡Ya habéis escuchado, holgazanes! ¡A remar! - Gritó Hogun el torvo.
La flota aceleró, siguiendo el ritmo marcado por Thor y su tripulación.
Los buitres sobrevolaban en el cielo, dispuestos a caer sobre los cadáveres que sembraban la tierra como una cosecha funesta, cadáveres putrefactos y en descomposición que parecían mirar acusadoramente con sus ojos muertos a Magni. El fuego de las cabañas no dejaba de recordarle cuando su aldea fue arrasada y no dejaba de preguntarse si lo que estaba haciendo era lo correcto. Cuando cerraba los ojos veía el rostro de su amada madre, asesinada salvajemente por el monarca de Asgard, y eso le daba fuerzas para seguir esta brutal campaña.
El demonio llamado el Devorador de Almas se encontraba observando el espectáculo con satisfacción. Miles de años en un estado semejante al de la muerte, le habían dotado de un sentido especial para disfrutar de las cosas. Se sentía más fuerte y poderoso que nunca, las almas de las que se estaba alimentando, desde que llegaron a este lugar, eran las más sabrosas y llenas de energía que jamás hubiese degustado. Un sonido interrumpió los inhumanos pensamientos del demonio. Eran unos gemidos ahogados.
Se acercó hacía la procedencia de los mismos, tras unas rocas. Eran una mujer y sus hijos. Probablemente habrían escapado de la masacre perpetrada sobre sus congéneres. Estaban aterrados y llorando con desespero.
- P-por Favor, n-no nos h-ha daño.- Imploro la madre, abrazando con fuerza a sus hijos.
En el interior del yelmo, los ojos de Wrarrl brillaron con satisfacción y ansía.
De sus manos surgieron unos vapores que envolvieron a la madre y a sus indefensos hijos, entre aullidos de dolor, sus cuerpos se transformaron en pequeños gusanos que no dejaban de retorcerse.
Wrarrl los sujeto y se los llevó a su boca, devorándolos con hambre, un hambre infinita, que nunca era saciada, un hambre de almas.
- Tenemos que seguir nuestro camino, Devorador.- Indicó Magni sin disimular su repugnancia ante los hábitos alimenticios de su aliado.
- Si toda la resistencia que nos encontremos en esta dimensión es como esta, arrasaremos esta tierra un apenas un suspiro.
Ambos escucharon en la lejanía el sonido de unos tambores.
El suelo tembló. Magni pudo ver como en lo alto de los montes circundantes, se alzaban varios miles de hombres armados. Bajando del monte, el ejército corre con hachas y espadas en alto. Vestidos únicamente con un collar o torque apretado en el cuello y pequeños escudos circulares con el símbolo de su clan. Sus cuerpos pálidos estaban semi-desnudos y pintados con símbolos sagrados y colores de guerra. Detrás de ellos los más viejos soplaban unos artefactos hechos con piel de cabrilla y los más jóvenes, apenas unos niños, golpean con fuerza sus bodhran rítmicamente. Así, los alaridos de estos guerreros se mezclaban con el sonido de sus gaitas, sus tambores y el choque de sus armas.
Dirigiendo ese ejército, se hallaba Leir, el dios celta de la lanza y el rayo. En sus ojos se podía adivinar un odio y un sentimiento de venganza por la pobre gente asesinada por esos malditos. Pagarían tal atrevimiento con su sangre y sus vidas.
- ¡Abrid paso a los guerreros más fieros e implacables de la creación! ¡Abrid paso a los dioses celtas de Avalón!- Gritó Leir cuya voz resonó como un eco por las diferentes colinas.
Un rugido salvaje le respondió, y se lanzó por la cuesta con miles de guerreros precipitándose detrás de él.
                                                               
Docenas de imágenes se desplegaban ante el dios del engaño como un enorme y complejo tapiz. Con un movimiento de sus largos dedos acabados en afiladas uñas, apareció una imagen en el tapiz donde se podía observar el caos y la destrucción que estaba asolando Midgard en esos instantes. Los mil veces malditos aliados de su hermanastro, los Vengadores intentaban detener a las fuerzas del hades desplegadas en la ciudad de Nueva York (2), criaturas abominables surgían de las profundidades de los océanos, demonios procedentes de lejanas dimensiones atacaban a la población.
Su atención se volvió hacía otro lugar.  Sintió una llamada que le reclamaba. Cerró los ojos y su consciencia se traslado a dimensiones de distancia, al reino místico de Avalón.
Brighid entró en sus aposentos, en el castillo real del panteón celta. Se había quedado en el castillo por expreso deseo de Thor, que no quería distraerse en el combate preocupándose por su seguridad.
La diosa celta sonrió mientras sentía como una forma luminosa, una imagen transparente del dios del engaño Loki se materializaba ante ella.
- Keziah, querida, estas más adorable que nunca con el aspecto de la mujer de mi odiado hermanastro.- Comentó Loki con una expresión divertida.
- No tenemos tiempo estas tonterías, dios del engaño, debes saber que…
Keziah abrió mucho los ojos y comenzó a sangrar por la nariz y por la boca.
Loki se rió a carcajadas y la fulminó con la mirada. La figura del nigromante pareció crecer amenazante sobre la mujer.
- Recuerda cual es tu verdadero sitio, bruja o te devolveré al abismo de donde te rescate.
La hechicera se había doblado, vomitando sangre a borbotones y sintiendo un malestar tremendo en todo su cuerpo.
- M-mis d-disculpas, m-mi s-señor.- Consiguió decir ella con esfuerzo.
- Bien, Ahora cuéntame para que me has llamado.- Inquirió Loki.
Dagda, señor del panteón celta, mojaba sus dedos en la pintura y la deslizaba por su cuerpo, trazando los símbolos arcanos que se dibujaban en la piel, preparándose para un complicado encantamiento, no en vano ostentaba el titulo de dios de los druidas.
Intentaba encontrar un método para deshacer el sortilegio que les impedía viajar entre diferentes dimensiones.
 Sus sentidos místicos se expandieron hasta límites insospechados, abriéndose al infinito. Su mente fue atraída como la polilla a la llama por una energía oscura y maligna como jamás había conocido. Como un meto espectador, pudo contemplar a dos figuras que discutían. Dagda se estremeció al reconocerlos. Brighid hablaba con Loki, el hijo adoptado de Odín, el antiguo señor de Asgard.
- Las tropas que has enviado serán emboscadas, mi señor,  los ejércitos de Avalón se han dividido en dos, mientras las fuerzas comandadas por Leir combaten contra nuestros guerreros, los hombres liderados por Thor les pillaran por la retaguardia.
Loki se retorcía, mientras estallaba en carcajadas.
- Mi pobre hermanastro piensa que su plan saldrá triunfante, que pobre iluso. Al igual que tú, pequeño diosecillo que se cree importante ¿o pensabas que no notaria tu presencia?
Los ojos del dios se encendieron como dos carbones al rojo.
De repente, Dagda se materializo ante ellos.
Rápidamente, el dios celta se recuperó de la sorpresa y agarró con fuerza su arma de guerra mística.
- ¿Dónde esta mi hija? ¿Qué habéis hecho con Brighid?- Dijo Dagda amenazante.
- No te preocupes, viejo, esta en buenas manos….- Comentó divertido el dios del engaño mientras acariciaba lascivamente el cuerpo de Keziah, idéntico al Brighid a ojos del señor del panteón celta.
- ¡Prepárate, víbora! ¡Hoy se ha sellado tu fin, caerás ante la maza de Dagda!
- El único destino que se ha sellado aquí es el tuyo, anciano. ¡Pero si quieres un combate, eso es lo que tendrás!
                                                              


Durante eras, desde tiempos inmemoriales, el guardián del puente del arco iris ha custodiado la entrada al reino dorado, protegiendo el bienestar de sus hermanos y hermanas y vigilando que ningún enemigo pudiese cruzar las puertas de Asgard.
Por primera vez en su larga vida, Heimdall pensó que estaba a punto de librar su última batalla. Innumerables enemigos se encontraban frente al asgardiano. Habían aparecido de la nada, algunos parecían guerreros greco-romanos, otros eran criaturas sin nombre, engendradas sin duda en el corazón de algún horrendo infierno.
Su grito de guerra se alzó por encima de los gruñidos y las voces de los invasores. 
Su lanza ensartó a varios enemigos, derribó a uno de los engendros alados, perdiendo su lanza. Sin perder tiempo, agarró su espada, cayendo bajo el filo de acero asgardiano todos los adversarios que intentaban cruzar Bifrost. Seguro tras su escudo, repartió mandobles a diestro y siniestro con gran
ahínco. Los cadáveres se amontonaban a su alrededor, la sangre manchaba el rostro y el cuerpo del asgardiano. Aunque la valentía y el empeño de Heimdall no tenían límite, sus fuerzas comenzaron a flaquear ante los enemigos inacabables.
Una figura surgió de un estallido de humo y truenos frente al dios nórdico. Una figura sombría, con una armadura oscura y un yelmo que le cubría el rostro por completo.
- No alargues tu tormento, noble Heimdall, y ríndete al destino, como hemos de hacer todos alguna vez.
- ¡Nunca!- Gritó una voz.
Y el martillo de Uru conocido como Destructor de Tormentas golpeó con fuerza al sombrío enemigo.
Sif lideraba un contingente de las fuerzas de Asgard que había acudido a defender el ancestral hogar de los dioses nórdicos.
- ¡Peleamos por el honor y la gloria de Asgard! ¡Venderemos cara nuestra derrota!- Gritó una decidida Sif.
Los indómitos guerreros del reino eterno siguieron a la diosa guerrera y cayeron sobre las fuerzas invasores como un relámpago. Las hordas invasoras sintieron la fe y el coraje de los asgardianos por defender su reino. El martillo de Billy Rayos Beta volaba de un lado a otro, derribando sin piedad a sus enemigos. La espada de Tyr, el dios de la guerra se empapaba de la sangre de quien se cruzaba en su camino. Thialfi golpeaba veloz como el rayo, impactando en los invasores incluso antes de que estos se diesen cuenta de su presencia.
Lady Sif atravesó el pecho de un guerrero, y mientras sacaba su espada del cuerpo inerte, Billy Rayos Beta incrustaba su pesado martillo en el cráneo de otro invasor.
- Habéis acudido prestos a mi llamada, como no podía ser de otra manera.- Observó Heimdall  a su hermana sin dejar de luchar.- Aún así, temo que pueda ser nuestra última batalla.
- Si hemos de morir, hermano mío, moriremos juntos, luchando, como siempre hemos deseado.- Dijo Sif sonriendo.
- Brindo por eso.- Afirmó Billy haciendo girar con fuerza su martillo y descargando varios rayos y relámpagos que convirtieron en cenizas a un buen número de enemigos.
- ¿Reconoces como yo a quien lidera al ejército invasor, Sif?- Preguntó Heimdall.
- Si mis ojos no me traicionan se trata de Plutón, el señor del Hades del Olimpo.- Dijo Lady Sif.
- ¿Acaso los olímpicos se han unido al enemigo?- Comentó Billy Rayos Beta.
- Jamás. Mucho me temo que como dijo lord Tiwaz, el mal, en cualquiera de sus formas, es atraído por los antiguos poderes desde cualquier rincón del cosmos.
- Se arrastran como gusanos ante sus amos. Si esa es su decisión ¡que se atengan a las consecuencias!
- Exclamó Heimdall con rabia.
                                                               


El sonido ensordecedor de los metales chocando ente sí ahogaba las voces furiosas o desgarradoras. Los guerreros celtas empujaron, asestaron tajos a una o dos manos, se protegieron con escudos, notaron saltar las tripas de sus rajados vientres o los huesos romperse bajo el golpe de los mazos.
Leir combatía con una rabia incontrolada. Lanzando sus lanzas de energía o con sus propias manos, acababa con cuanto enemigo se cruzaba en su camino.
Muchos guerreros hindúes caían ante la destreza con las jabalinas de Manannan Mac Lir, el dios celta del mar. Las flechas celtas llenaban el cielo, hundiéndose en los lomos de las enormes criaturas voladoras, parecidas a enormes serpientes o gusanos, con alas semejantes a las de los murciélagos. Caber cruzaba el campo de batalla a gran velocidad, intentando deshacerse del mayor número de enemigos posibles.
La maza de Magni se movía tan rápida como el rayo, derribando a todo guerrero celta que se plantaba enfrente suyo. Magni no dudaba de que era un arma magnifica y poderosa, y con ella en sus manos, no temía enfrentarse con nadie, por formidable que este fuese.
El Devorador de Almas cabalgaba su aterrador caballo, cuyos ojos eran totalmente rojos, como inyectados en sangre. Blandía su impresionante espada infernal, que sujetaba con las dos manos, y cuyos mandobles destrozaban a quien tenia la desgracia de sentir su contacto. Pronto se dieron cuenta los fieros guerreros celtas que el demonio del yelmo de dragón era un temible adversario, un guerrero que parecía ser un mismísimo mensajero de la muerte.
Tras la embestida inicial de los célticos, el demonio reagrupo a sus hombres y lanzó un contraataque, cayendo sobre ellos con un ímpetu y una determinación salvaje. Pronto todo se torno en una roja tormenta de sangre.
Las escuadras celtas retrocedieron ante el avance del ejército invasor, a cuya cabeza marchaban el Devorador de Almas, cuyo caballo infernal pisoteaba los cuerpos destrozados de los caídos en combate, y Magni, que elevaba su maza de combate de la que surgían haces de energía que cegaban a sus enemigos.
Leir y los suyos resistían como podían, combatiendo con bravura. Sin dejar de combatir, el dios de la lanza y el rayo desvió su mirada hacía el mar y miró con impaciencia.
En nombre de Danu-pensó- ¿Dónde esta Thor?
No aguantarían mucho tiempo más. En poco tiempo, morirían todos y cada uno de los hombres bajo su mando.
La tempestad apareció de la nada el sol desapareció y el cielo ennegreció, descargando los elementos su tremenda furia. La flota conjunta de asgardianos y celtas quedó atrapada en las fauces de la tormenta, una tormenta como jamás hubiesen visto ninguno de los allí presentes. Las embarcaciones se bamboleaban, movidas por los fuertes vientos, arrastradas como las hojas por el viento.
Balder el bravo sujetaba con fuerza el timón del drakkar, intentando no perder el control del barco.
- ¡Thor! ¡No podremos aguantar mucho tiempo en el corazón de esta tempestad!- Gritó intentando hacerse escuchar por encima del intenso estruendo que le envolvía.
El dios del trueno sospechaba que el origen de esta tormenta no era en absoluto natural.
Bajo el resplandor de los truenos y de los relámpagos, Thor elevó su fiel martillo hacía la tormenta e intentó disipar la tormenta con un pensamiento. Los encantamientos de su martillo permitían al hijo de Odín controlar los elementos de Midgard y de cualquier lugar donde se encontrase. Para su sorpresa, la tormenta desobedeció su voluntad y no se disolvió.
- ¡Sangre de Odín! ¡Mi fiel Mjolnir jamás me había fallado!
Como respondiéndole, un relámpago ilumino el cielo y durante un instante, le pareció observar un rostro burlón que se reía de ellos. Aunque viviese hasta el final de los tiempos, Thor jamás olvidaría ese rostro que se recortaba en la tormenta.
- ¡Loki! ¡No te saldrás con la tuya, gusano inmundo!
Haciendo girar su martillo encantado, Thor se catapulto hasta el corazón de la tormenta.
Allí, comenzó a brillar intensamente,  quien observase el evento, pensaría si una nueva estrella estuviese naciendo.
Una explosión de energía hizo que la tormenta se desvaneciese como si jamás hubiese existido. Thor aterrizo de nuevo en la cubierta del drakkar y la tripulación al completo estallo en vítores y agradecimientos hacía el señor de Asgard.
- No tenemos tiempo para celebraciones, tenemos una misión que cumplir, y ni toda la brujería que posee mi odiado hermanastro podrá evitar que la cumplamos.- Comentó Thor a sus hombres.
La mirada del dios del trueno se fijo en el androide rigeliano llamado el Registrador.
- Registrador ¿pueden tus sensores robóticas enseñarme como transcurre la batalla?
- Observación: Dentro de las habilidades de esta unidad se encuentra el poder acceder a tus deseos, dios del trueno.
Los ojos del androide se iluminaron y salieron dos haces de luz que formaron una imagen en tres dimensiones. Todos pudieron contemplar como las fuerzas del ejército invasor estaban a punto de derrotar a las fuerzas de Leir y el resto de dioses celtas.
- Nos hemos de apremiar, Leir cuenta con nuestra ayuda ¡y nuestra ayuda tendrá!
Thor agarró con las dos manos el mango de su místico martillo de uru. Hasta que los vientos bajo su mando comienzan a aullar. El asgardiano dirige el viento hacía las velas de las naves de su flota, impulsándoles a una velocidad de vértigo. Los navíos avistaron la costa en poco tiempo, propulsados por los vientos invocados por Thor. Hogun el torvo hizo un gesto y uno de los tripulantes hizo una señal al resto de la flota. Los arcos se tensaron y con una antorcha, se encendieron las puntas de las flechas.
Una tormenta de flechas llenó todo el cielo, volaron hacía el campo de batalla.
Los arqueros rompieron sus líneas, fulminando a docenas de invasores.
El Devorador de Almas decapitó a un guerrero celta, y giró su cabeza enfundada en el negro yelmo hacía la playa, donde los barcos estaban desembarcando tropas celtas y asgardianas.
- Más almas.- Susurro satisfecho entre dientes.
Sorprendidos por la llegada de la flota de navíos, una parte del ejército invasor se preparo para recibirles, mientras la mitad de sus tropas seguían combatiendo con los hombres de Leir.
Thor se puso al frente de un ejército formado por fieros guerreros de Avalón y valientes guerreros de Asgard.
-¡Adelante! ¡Seguidme a hell, hijos de Odín e hijos de Danu! ¡Por Asgard! ¡Por Avalón!
¡Por la victoria!
Y corrió hacía las legiones enemigas, lanzando a Mjolnir contra ellas. Sus hombres le acompañaron, con un griterío salvaje y un blandir de espadas.
La carga conjunta de celtas y asgardianos rompió como un ariete la resistencia de los guerreros invasores. Espadas y hachas subieron y bajaron centelleando, ríos de sangre corrieron.
Fandral y Hogun el torvo luchaban hombro con hombro. A cada movimiento de la maza de Hogun, caía un hombre o una criatura inhumana. Fandral evito con un ágil quiebro de cintura el golpe temible de un hacha, con un rápido tajo de su espada le corto el cuello a su oponente.
Un guerrero enorme, alzó un hacha a dos manos, se lanzó torpemente sobre Balder el bravo, que había quedado ligeramente aturdido por un golpe y se hallaba en el suelo, cuando estaba preparado para parar el golpe con su espada, una flecha silvo, clavándose en el ojo del corpulento guerrero y hundiéndose en su cerebro. Una guerrera celta, apenas tapada por unas telas, y con su hermoso cuerpo pintado de símbolos céticos, preparo otra flecha en su arco y miró a Balder. Tenía unos ojos verdes intensos y un cabello pelirrojo recogido en una trenza.
- ¿Cómo debo llamar a mi salvadora?- Comentó el asgardiano levantándose.
 -Mevanwi, aesir.- Contestó la guerrera celta. –Será mejor que dejemos de hablar, si queremos permanecer vivos al final del día.
Balder asintió y sonriendo, se dispuso a seguir combatiendo.
La vestimenta de Leir colgaba en jirones, la sangre brotaba de un centenar de heridas en sus miembros, su cabeza y su cuerpo, pero en sus ojos refulgía la llama de la alegría del combate. Distraído, luchando con  una criatura de color rosado, con un cuerpo parecidos a los crustáceos, con dos alas membranosas y varios juegos de patas articuladas, el dios celta no pudo ver como varios guerreros estaban a punto de caer sobre su espalda.
Mjolnir voló velozmente, derribando a los enemigos que traicioneramente querían atacar a Leir por la espalda. El celta le rompió el cuello a la repugnante criatura con sus propias manos y se volvió para darle las gracias a Thor.
- Casi había perdido la esperanza de que aparecieras, tronador.
- Thor nunca traiciona su palabra, Leir. Enseñemos a estos bastardos lo que significa atreverse a enfrentarse a guerreros honorables como nosotros.
De improviso, una estela de fuego y luz golpeó a Leir, y esta cayó al suelo, sangrando por la espalda. Tras él, se encontraba un siniestro guerrero, de gran altura, cubierto por una armadura negra y cuyo rostro demoníaco estaba proteguido por un yelmo de metal oscuro, con dos alas de dragón a cada lado del mismo. Manejaba una espada a dos manos, cuya hoja ardía con una llama y que estaba cubierta por la sangre del caído Leir.
- Seréis un alimento más que satisfactorio.- Dijo el Devorador del Almas.
El ver a su amigo caído, envuelto en un charco de sangre, hizo que Thor se estremeciera violentamente y la expresión de su rostro se tornó en una mascara de furia.
- ¡Pagaras caro lo que has hecho, demonio! ¡No descansaré hasta arrancarte el corazón aún palpitante de tu pecho!
El demonio rió, como si las palabras del asgardiano le pareciesen divertidas, al instante, descargó un fuerte golpe con su espadón, que Thor apenas pudo eludir.
El hijo de Odín movió su martillo con destreza e impacto en el rostro del Devorador.
Este mostró sorpresa y escupió un poco de sangre negruzca y maloliente.
- ¡Me has hecho daño! ¡Por esta afrenta recogeré tu martillo de tu cuerpo antes de devorarte el alma!
Con un salvaje y descomunal golpe de su espada infernal, le impacto en el brazo izquierdo, cortando su piel y haciendo brotar su sangre. Thor sintió una debilidad que le invadía. Su brazo quedó entumecido, paralizado por el venenoso contacto de la espada infernal.
- ¡Nadie puede soportar el contacto de mi espada infernal! ¡Separaré la cabeza de tus hombros, dios del trueno y después me tragaré tu alma!
- ¡Nunca te habías enfrentado a alguien como yo, demonio! ¡Soy Thor, el poderoso, dios del trueno y monarca del reino dorado! ¡Y mía es la mano que acabara con tu indigna vida!- Rugió Thor y lanzó con fuerza a Mjolnir.
El martillo se estrelló de un modo terrible contra el Devorador de Almas, quebrando la espada, partiendo el yelmo y aplastando el cráneo bajo él…Todo ello de un solo y certero golpe. El demonio se desplomó con un gran estruendo.
Su fiel martillo encantado regresó a la mano de su amo, y este se acercó rápidamente a Leir, que yacía malherido, empapado en su propia sangre.
- Leir, no te preocupes, no dejaré que ese bastardo sea quien acabe con la vida de un hombre honorable y valiente como tú.- Dijo Thor levantando la cabeza del dios celta.

                                                            

Los cuerpos amontonados alrededor de Fandral eran evidencia clara de su maestría como espadachín. Aunque le gustaba disfrutar de un buen combate como a cualquiera, se preguntaba cuan lejana estaría la victoria. Los enemigos eran incontables, cuando moría uno, dos más ocupaban su lugar. No le gustaría acabar muriendo tan lejos de su tierra natal, pero si tenía que hacerlo, se ganaría un buen sitio en el valhalla, de eso estaba seguro.
Leir se había incorporado, continuaba malherido, pero se había repuesto lo suficiente para poder seguir luchando.
- No dejaré que te lleves toda la gloria, cabellos dorados.- Observó el dios celta levantando un enorme peñasco y lanzándolo contra un grupo de adversario, que murieron aplastados bajo su peso.
- Veo que has recuperado tu buena forma, aún hay muchos enemigos que abatir  y toda ayuda será bien  recibida.- Dijo Thor al tiempo que descargaba un rayo a través de su místico martillo, que derribaba a varias abominaciones aladas que acechaban a sus hombres.
Cerca de allí, el cuerpo aparentemente inerte y sin vida del Devorador de Almas se movió. Primero apenas un leve movimiento, para después incorporarse de un salto.
Un rugido inhumano salio de su garganta. Observó a su alrededor, y de sus manos surgieron los vapores místicos que rodearon a varios hombres y los tornaron unos pequeños gusanos que no dejaban de moverse.
- Vosotros serviréis para reponer mis fuerzas.- Dijo el demonio antes de devorarlos con ansía.
Tras el improvisado banquete, Wrarrl el Devorador de Almas, sujeto los fragmentos de su espada infernal y los unió. Una luz rojiza recorrió la hoja, reparando la espada rota. Repitió el mismo método con su yelmo y relamiéndose los afilados dientes, pensando en lo que haría con el dios del trueno, se encamino en su búsqueda. Todo aquel que tenía la desgracia de interponerse en su camino acababa destripado o decapitado bajo el frío acero de la espada infernal del oscuro demonio.
Sus ojos inhumanos captaron la odiosa forma de su enemigo.
El Devorador golpeó el suelo con todas sus fuerzas, haciéndole temblar y derribando a Thor que cayó debido a la onda sísmica creada por el impacto de los puños del demonio contra la tierra.
- ¡Por Ymir! ¿Acaso no hay manera de acabar con los de tu ralea?- Exclamó Thor.
- Para mi solo sois ganado del que me alimento, carecéis de importancia. No sois más que seres inferiores, insectos luchando contra un gigante.
Thor se encaro al demoníaco caballero del yelmo de dragón. El demonio se movió tremendamente rápido para su tremendo tamaño, sorprendiendo al dios del trueno. El Devorador lo aferro con fuerza, inmovilizándolo con una presa letal. El asgardiano sintió la fuerte presión de los brazos del demonio en sus costillas, un hilillo de sangre resbalo por la comisura de sus labios. Thor sintió latir el pulso en sus sienes y temeroso de perder el sentido, le propinó un fuerte cabezazo al Devorador que hizo que este se tambalease. Con un aullido de dolor, el demonio soltó al dios del trueno y se llevó las manos a su rostro.
- ¡Los individuos mezquinos como tu siempre caerán ante los justos!- Gritó Thor que agarró al
Devorador del brazo y lo elevó en el aire, haciéndolo girar con una fuerza y una furia inmensas, lo arrojó lejos, estrellándose contra un risco, con un golpe que debería haber pulverizado todos sus huesos.
El demonio se levantó con dificultad, aturdido.
- ¿Qué es lo que hace falta para acabar contigo?- Exclamó un Thor que no daba crédito a lo que veía.
- ¿Y contigo?- Dijo una voz a las espaldas del dios del trueno. Thor notó el impacto de unos poderoso puños que lo lanzaron varios metros en el aire.
El Devorador de Almas corrió hacía el caído señor de Asgard, dispuesto a destrozarlo lentamente, y hacer que conociese una agonía tan intensa que le suplicase que le dejase morir.
Un  brazo le detuvo. Magni miró con dureza al demonio.
- Thor es mío. ¡Nadie más acabará con la vida del dios del trueno que Magni!



Dagda y Loki se encontraban cara a cara, como si estuviesen midiendo sus fuerzas antes de enfrentarse. Fue Dagda el que hizo el primer movimiento, atacando con su arma, que por un lado era una maza de combate y por el otro una afilada hoz.
La forma de Loki se difumino, transformándose en docenas de cuervos negros que se dispersaron. En unos segundos, los cuervos se volvieron a unir para reintegrar la forma del asgardiano.
- Si quieres que el combate discurra por este camino, necesitaré un arma… - Observó Loki extendiendo la palma de su mano. En ella apareció una espada negra como la misma noche, tan oscura, que si la mirabas durante más de un instante, un dolor te pinchaba en los ojos y tenías que apartar la mirada. Dagda escuchó un aullido lastimoso que pareció proceder del arma, que se movió en la mano de Loki como si estuviese dotada de vida.
- Esta es la espada negra, una espada rúnica, ningún dios puede sobrevivir a su afilado filo. ¡En guardia! (3)
La espada ronroneó con un placentero sonido metálico. El ataque del dios de la mentira fue terrible, golpeando con una fuerza enloquecida. El dios celta apenas pudo contener los golpes con su arma. Con evidente destreza, el patriarca de los dioses celtas, derribó a su contrincante con un golpe de su maza y se situó encima de él, poniéndole el mango de su maza en el cuello. El cuerpo de Dagda se vio rodeado por un halo de energía que procedía del interior del dios. Loki parecía completamente inmovilizado y su rostro se descompuso cuando sintió la energía mística a través de la maza del dios druida.
- Te crees que estas por encima de todos nosotros, dios del engaño, y no eres más que un niño en presencia de sus mayores. Nunca fuiste rival para tu padrastro ni para ninguno de los señores de los panteones. Odín nunca te dio tu merecido por que en el fondo le dabas lastima, el te quería, a pesar de ser la vergüenza de su linaje.  Tienes poder, pero a su lado, no eras más que un insecto insignificante.
De la garganta del asgardiano surgió una risa escalofriante y burlona al mismo tiempo.
Una fuerza descomunal hizo que Dagda saliese disparado y se estrellase contra uno de los muros, derrumbándose encima suyo.
Loki se irguió amenazante.
- Puede que así fuese en el pasado, anciano, pero en estos momentos, yo soy tu superior.
Alzó la espada negra sobre su cabeza, de la oscura y afilada hoja, surgieron ondas de energía. Dagda se levantó con dificultad y casi sin darle tiempo a recuperarse, Loki se avalanzó sobre él y se enzarzaron de nuevo en un intenso combate.
Keziah observaba con estupefacción lo que estaba ocurriendo. Se sentía empequeñecida ante la magnitud de los dos poderes que se estaban enfrentando en un auténtico choque de titanes. Fuerzas y poderes más allá de su comprensión estaban midiendo sus fuerzas. La parte superior de la torre del castillo donde se encontraban, quedo reducida a escombros en apenas un instante, por lo que ambos combatían al aire libre. Desde lejos, se podía contemplar la energía desencadenada en el duelo que libraban los dioses. En los siglos venideros se escribirían poemas épicos y canciones respecto a este enfrentamiento que hizo temblar a la tierra mística de Avalón.
Dagda comenzó a flaquear ante el temible avance de Loki. El dios celta intentaba esquivar las estocadas de la espada negra, con un grito de triunfo, Loki descargó un poderoso mandoble que partió en dos el arma mística del patriarca de los dioses celtas.
Antes de que Dagda pudiese recuperarse, Loki arremetió contra él, y sonriendo divertido al ver como la hoja afilada de su espada, perforaba la carne del celta, haciéndole sangrar en abundancia. Dagda se tambaleó y finalmente se derrumbo.
- Nunca conseguirás triunfar, señor de las mentiras, mientras quede uno solo de nosotros en pie, nunca abandonaremos ¡nunca nos rendiremos hasta acabar contigo y con tus amos!
- Valientes últimas palabras, señor de los celtas. Abraza el eterno olvido, sabiendo que todo lo que amas y quieres se reunirá muy pronto contigo.
Con los labios entreabiertos mostrando sus dientes, los ojos brillando con un ardor amenazante, Loki asestó el golpe mortal, atravesando el corazón del dios.
A través de la hoja de la espada rúnica sintió una embriagadora sensación de poder, Loki aulló como poseído por un demonio. El poder del fallecido dios celta se sumo al suyo. Riendo como un loco, el asgardiano decapito al cuerpo sin vida de Dagda, y levantó el brazo al aire sujetando la cabeza.
- ¡Este trofeo de guerra será el primero de muchos! ¡Después de tanto tiempo, nadie puede detenerme! ¡Toda la realidad, toda la creación se arrodillara ante el poder de Loki!

Continuará...

Próximo Número: ¡Magni y Loki contra Thor! ¡Continua el asalto de Plutón a Asgard! ¡Descubriremos que es lo que buscan Tiwaz y Crom! Todo esto y mucho más


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Referencias:
1 .- Los drakkars eran embarcaciones largas, estrechas, livianas y con poco calado, con remos en casi toda la longitud del casco. Versiones posteriores incluían un único mástil con una vela rectangular que facilitaban el trabajo de los remeros, especialmente durante las largas travesías. En combate, la variabilidad del viento y la rudimentaria vela convertían a los remeros en el principal medio de propulsión de la nave
2 .- Como podréis ver si os acercáis al Vengadores#12 de AT, de la mano de Lobo Rojo
3 .- Nada que ver con la espada ébano del caballero Negro. Es más bien una pariente lejana de Stormbringer (Portadora de Tormentas), la espada demoníaca bebedora de almas que porta Elric de Melnibone, personaje creado por Michael Moorcock.

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