Thor Señor de Asgard nº13


Título: El Crepúsculo de los Dioses Parte 1: La Danza de la Muerte Cap. 4
Autor: Miguel Ángel Naharro
Portada: Santiago Ramos
Publicado en: Noviembre 2007

El Olimpo, Svarga, Avalón, Asgard, todos los reinos de los dioses terrestres están siendo atacados por los ejércitos de Loki. Sif esta a las puertas de la muerte ¿Podrá Billy Rayos Beta impedir que caiga en las manos de Hela? Y por fin, vemos a Thor desatado ¡Y pobre de quien se encuentre en su camino!
Ha tenido muchos nombres. Vingthor el lanzador, el hijo de la larga barba y enemigo de Hrodr. En su hogar ancestral Hymir le conoce como Veur. Compañero del infeliz Hrungnir le han llamado algunos. Al este del Elvigar, en tierra de gigantes, susurran el nombre de Hloriddi. Su padre le llamaba hijo. Su madre, querido. Y bajo las bóvedas celestes es Thor Odinson, dios del trueno, temor de Jormungand.
Creado por Stan Lee& Jack Kirby


Resumen de lo publicado: Thor se enfrenta en combate con Magni, donde el dios del trueno descubre que Magni y Modi son hijos de Iarnaxa, un antiguo amor de juventud. Thor intenta convencer al joven de que no tuvo que ver con la muerte de su madre, como le contó Loki, pero la influencia del dios del engaño impide que pueda razonar con él.
Tiwaz y Crom van a ver a los Que Están Arriba y en la Sombra, para que rompan el hechizo de Loki que impide el viaje entre dimensiones.
En la batalla por el puente del arco iris, el señor del Hades lucha contra Sif, resultando malherida en el combate. Billy Rayos Beta acude al rescate y averigua que el señor del Hades no es otro que Hércules.
Loki aparece en medio del duelo entre Thor y Magni, justo cuando Thor siente que Jake Olson y sus compañeros Vengadores están en peligro mortal, por lo que reuniendo su poder, abre un mini portal para enviar a Mjolnir a Midgard. En ese periodo, Thor debilitado, esta a punto de caer ante Loki y Magni, una vez recuperado su martillo, Thor y Loki chocan sus armas, para acabar de una manera que nadie hubiese imaginado, con la destrucción de Mjolnir…

Thor se hallaba mirando los fragmentos de Mjolnir que se hallaban en su mano, en la otra sujetaba el mango y lo que quedaba de su antaño martillo encantado. Existía un lazo sagrado entre su martillo encantado y él, un poderoso vínculo que hacía que sintiese la pérdida de su martillo profundamente, como si hubiese perdido a alguien de su misma sangre o una parte de su mismo cuerpo.
-Ya nunca más convocará el rayo ni la tormenta, ni me conducirá al fragor de la batalla…- Dijo Thor con un nudo en la garganta.
Loki saboreaba estos momentos como si fuesen el manjar más exquisito. No pudo evitar soltar una carcajada, una risotada áspera y malhumorada.
- Eres patético, déjame que ponga fin a tu sufrimiento.- Dijo Loki enseñando sus afilados dientes.
Magni, que aún continuaba magullado tras el anterior ataque del dios del trueno, se levantó con dificultad. Nunca pensó ser testigo de algo semejante ¡la destrucción de Mjolnir! La derrota del señor de Asgard parecía cerca, entonces ¿Por qué dudaba? ¿Qué le impedía ayudar a Loki y vengar finalmente a su madre?
Thor guardó con cuidado los restos de su fiel martillo en su cinturón y clavó su mirada en su hermanastro.
- Una y otra vez has conspirado contra tu hogar, contra tus hermanos y hermanas, contra la familia que te acogió como uno más en su seno. ¡Pero ya no más! ¡Esto se termina aquí y ahora! ¡Has colmado mi paciencia y lo vas a pagar!
Los ojos del dios brillaron con gran intensidad con un fulgor dorado, y ondas de energía salieron del cuerpo del asgardiano.
El poder en el estado más puro surgió de las manos de Thor en dirección al señor de las mentiras, que quedó sumergido en el torrente, mecido por las olas de energía como un marinero navegando en un mar enfurecido.
Veloz como el rayo, Thor golpeó una vez tras otra el rostro de Loki, antes de que pudiese contraatacar, la sangre negra y marchita del hijo de gigantes salpicaba la piedra y la arena, este apenas veía de donde venían los golpes que impactaban con dureza en todo su cuerpo. Desesperado, Loki hizo un gesto con uno de sus dedos y la Espada Negra se elevó mágicamente para interponerse entre ambos.
Thor agarró firmemente la hoja de la espada, sin importarle los cortes que se hacía al hacerlo.
- ¡Ya estoy harto de ti, espada del averno! ¡Veamos si puedes volver a la mano de tu amo antes de que acabe con él!
Con todas las fuerzas que tenía, lanzó la Espada Negra, con tal fuerza y velocidad que asemejaba un fulgurante cometa en el cielo.
Con los ojos echando literalmente chispas y el rostro descompuesto por la ira, le propinó un cabezazo a Loki, que dejó a este levemente aturdido, lo que aprovechó Thor para agarrarle de uno de sus brazos y elevarle por el aire, para después hacerle caer con violencia. Loki se intentó levantar, con su rostro deformado y ensangrentado por el correctivo recibido.
En sus manos empezó a aparecer un brillo dorado que se fue tornando en una nueva arma. Se trataba de Gungnir, la lanza de Odín, que su padre llevó en incontables batallas en su larga vida.
- Mjolnir no es la única arma a mi disposición, hermano, la lanza de nuestro padre será el instrumento de tu justo castigo.
Thor clavó la lanza en el hombro, el dios del engaño aulló de dolor, Thor lo levantó y lo arrastró hasta clavarlo en la base de un solitario árbol. Loki maldecía entre dientes, con sangre cayéndole por los labios y por la herida abierta por la punta de la lanza.
El señor de Asgard sintió como una brecha dimensional se formaba detrás suyo, se dio la vuelta, esperando encontrar con nuevos enemigos, pero para su sorpresa se trataba de Tiwaz y Crom.
- Mi corazón se alegra de veros de nuevo ¿Cómo es posible? Creía que el viaje entre los reinos dimensionales era imposible.
- El hechizo de Loki se ha roto, los Que Están Arriba y en la Sombra nos han ayudado.- Dijo Tiwaz percatándose en ese momento de la situación que se estaba dando en ese momento.
- Así que este es el causante de tantos males, déjame acabar con nuestros problemas con un rápido golpe de la hoja de mi espada.- Dijo Crom.
Entre la neblina de dolor que amenazaba con sumergirlo, Loki había podido escuchar las palabras de Tiwaz. ¿Era eso posible? ¿Habían tomado partido por el bando de su odiado hermanastro? Notó que era verdad, pues su hechizo de nigromancia había sido deshecho.
- ¿Los Que Están Arriba y en la Sombra? Grande es su poder, pero aún más su misterio, si han decidido ayudarnos.- Comentó Thor.
La vista de Tiwaz fue hacía el cinturón de su bisnieto.
- ¡Tu martillo! ¿Esta...
- Roto e inservible. Otra perdida en este conflicto que parece no tener fin…
-¡Thor!
Era la voz de Leir. El dios celta de la lanza y el rayo se acercó hacía donde se encontraban.
- Al fin has derrotado a este demonio. No parece tan peligroso ahora ¿verdad?
- Tu hermano no opina lo mismo, escoria celta.- Dijo Loki escupiendo sangre.- Antes de decapitarlo suplicó por su miserable vida como una niñita asustada.
- ¿Dagda? ¿Has asesinado a Dagda? ¡Mientes!
Leir gritó y dominado por la furia, agarró al dios del engaño por el cuello y lo levantó en el aire. La lanza de Odín cayó al suelo, mientras el dios celta intentaba estrangular con sus propias manos al asesino de su hermano.
- ¡Leir!- Exclamó Thor.
Indiferente a nada más que a consumar su venganza, el guerrero celta no se dio cuenta como Loki extendía sus largos brazos hasta que de las palmas de sus manos surgió una onda de choque que golpeó con fuerza a Leir y a todos los que se encontraban a su alrededor, lanzándolos a varios metros de distancia.
Llevándose una mano a la herida de su hombro, el señor de la mentira clavó su mirada en Magni, que hasta ese momento había permanecido ajeno al combate.
- Es hora de retirarnos, joven Magni.
- ¿Pero y los hombres que tenemos aquí?
Pareció contrariado por las palabras del muchacho.
- Son enteramente prescindibles, como la chusma que vive en este lamentable reino de salvajes. Todos ellos perecerán.
Loki aclaró sus pensamientos y recordó claramente el encantamiento que necesitaba usar. Salvo el sonido de su voz dejó de tener consciencia de cuanto estaba sucediendo a su alrededor. El fragor de la batalla se amortiguó mientras elevaba su voz más allá del plano donde se encontraba. Magni no entendía las palabras que surgían de los labios del dios asgardianos, pero su tonó era cada vez más siniestro y su voz menos humana.
Finalmente gritó triunfante:
-¡¡¡Ia Shub-Niggurath!!!
En el horizonte empezó a formarse una masa de nubes, rayos y truenos surgían de ella.
Tiwaz, que como Thor, Crom, y Leir, había quedado conmocionado por el ataque de Loki, al observar lo que estaba ocurriendo se estremeció. Para  su desgracia, sabia perfectamente lo que implicaba esa aparición. Thor vio a Loki junto a Magni e invocó a Gungnir de nuevo a su mano.
- ¡No escaparas!- Gritó Thor.
- Tuviste tu oportunidad y la desperdiciaste, no la volverá a tener. Nos volveremos a ver las caras, hermanito.- Dijo burlonamente.
- ¡Nooooo!
Gungnir voló, pero ya era tarde, Loki y Magni se habían desvanecido envueltos en el aire. Ahora la atención del señor de Asgard se encontraba en la inmensa nube que se estaba formando sobre Avalón. Se empezó a dar cuenta de que no se trataba de una nube, si no que se estaba transformando en una visión espeluznante.
                                                               
En el palacio real de la ciudad de Asgard todo era intranquilidad y nerviosismo. Los Halcones Carmesí, la guardia de elite del monarca del reino dorado, habían tomado posiciones, previniendo una posible derrota de las tropas asgardianas que defendían el puente del arco iris. Nadie creía posible tal cosa, pero su deber era prepararse para esa nefasta posibilidad. Por los pasillos se movían de un lado a otro los sirvientes, inquietos y dándose la mayor prisa posible en realizar sus tareas.

- No escatiméis esfuerzos, tenemos que tenerlo todo preparado, en cualquier instante pueden empezar a llegar los heridos.- Insistió Frigga con ahínco.

- Lady Frigga, las habitaciones están listas y hemos habilitado algunos de los amplios salones para que acoger a los heridos.- Dijo Herdis, una de las doncellas de palacio.

- Ojala no necesitemos usarlos, Herdis.- Comentó Frigga con pesar.

Las puertas de palacio se abrieron de par en par, mostrando a un desolado Billy Rayos Beta que transportada en sus brazos a una malherida Sif. Frigga no pudo reprimir un sollozo al contemplar el aspecto de la diosa asgardiana.

- ¡Dejad paso! ¡Necesito que alguien me ayude!- Gritó Billy con un aire de desesperación en su voz.

- ¡Billy! Sígueme, la llevaremos donde pueda reposar. Herdis, manda llamar a Eir ¡rápido!- Ordenó Frigga.

La anciana condujo al guerrero alienígena por los amplios pasillos del palacio, hasta una de las habitaciones reales. Billy deposito a Sif con mucho cuidado y ternura en la cama.

- ¿Cuál es el signo de la batalla, Billy?- Preguntó Frigga sin poder apartar la vista del maltrecho rostro de Sif.

En el rostro equino del corvinita Frigga adivinó una gran angustia. Sabía que la relación entre el alienígena y Sif era muy estrecha, eran casi inseparables y tenía que estar pasándolo realmente mal.

- Los vientos de la batalla están cambiando a nuestro favor, aún así, estamos rodeados de enemigos por todas partes, no podemos confiarnos.- Dijo Billy pensando en la reciente traición de Hércules.

- Dejadme verla.

Frigga y Billy se volvieron para ver como entraba en la estancia Eir, la diosa asgardiana de la curación. Sin mediar palabra, se acercó al cuerpo de Sif y la examinó atentamente.

- Su respiración se ha detenido ¡esta a las puertas de la muerte!- Exclamó Eir

- ¡No es posible!- Gritó Billy Rayos Beta.

Una densa capa de humo comenzó a llenarlo todo, hasta que se fue diluyendo, dejando ver la forma sinuosa de Hela, dios de la muerte y señora del reino de Hel.

- Apártate, rareza ¡la antaño orgullosa Lady Sif  ahora pertenece a Hela!

- ¡Jamás! ¡Nunca pondrás una mano encima suyo! ¡Antes tendrías que pasar por encima de mi cadáver!- Dijo Billy Rayos Beta amenazándola con su martillo encantado.

- Es tentador, pero el alma de la diosa guerrera es un premio mucho mayor que tu lastimosa vida.- Dijo Hela sonriendo, y cuya sonrisa asemejaba la de la misma muerte.

El alienígena alzó a Destructor de Tormentas y este brilló con una intensidad tal que hizo apartar la mirada a la señora de las tinieblas.
Mientras la diosa de la muerte se enfrentaba a Billy Rayos Beta, Eir buscó un pequeño frasco en su bolsa de curación y vertió su contenido sobre la garganta de Sif.

- ¡Pobre imitación de dios del trueno! ¡No podrás impedirme llevarme lo que es mío!- Dijo Hela clavando su mirada asesina en Billy.

- Puede que no, ¡pero yo sí!

Hela miró a quien había hablado, la diosa de la curación y la sanación. La reina de Hel sintió un cambio en Sif.

- ¡Vive!

- Y mientras le quede un aliento de vida no puedes llevártela.- Dijo Frigga con decisión.

- Tus palabras son verdad, así es por el momento, pero llegará un tiempo, no muy lejano, donde deseareis recibir el letal abrazo de Hela ¡Pues llegará el día en que os poseeré a todos!- Dijo la diosa de la muerte envolviéndose en una nube de humo y desapareciendo de la habitación.

- ¿Esta viva?- Preguntó esperanzado Billy.

- Apenas, la poción curativa que le he aplicado la ha reanimado, pero sus heridas son de extrema gravedad, tendré que aplicar toda mi sabiduría para conseguir salvarla y evitar que caiga en poder de Hela.- Comentó Eir.

- No dejé que muera, si ella desapareciese, no se lo que yo haría…- Dijo Billy Rayos Beta cabizbajo.

- Haré todo cuanto este en mi mano, tienes mi palabra.- Dijo Eir.

- Billy.- Dijo Frigga poniéndole una mano en el hombro.- Aquí no puedes hacer nada más, nosotros nos ocuparemos. Es mejor que vuelvas al frente, echarán de menos tu brazo en la contienda.

Billy Rayos Beta miró durante un instante a Sif y después volvió a mirar a Frigga.

- Tienes razón, milady, aquí no puedo hacer nada y debo marchar a donde de verdad puedo ayudar. Volveré.

Frigga asintió y siguió con la mirada al alienígena mientras abandonaba la estancia.

- Aunque Sif ha librado grandes combates, ninguno será más difícil y más importante que este.- Dijo Eir al tiempo que preparaba una serie de infusiones y pociones curativas.

- Esperemos que como siempre hace, salga también triunfante de este combate.- Dijo Frigga con tristeza.

                                                              

En la luna, en su impresionante y inquietante morada, se encontraba el ser al que conocían como Uatu el Vigilante.
El alienígena observaba en cientos, tal vez miles de monitores imágenes de diferentes mundos, otras épocas y planos extradimensionales muy alejados del nuestro. En estos instantes una serie de imágenes concentraban la mayor parte de su atención. En silencio, observaba los acontecimientos que se estaban desarrollando en distintos lugares, en las dimensiones celestiales ligadas al plano terrestre, donde habitaban gran parte de los llamados dioses o panteones de la Tierra.
En Svarga, hogar ancestral de los dioses eslavos. El enemigo había aparecido por sorpresa, pillando totalmente desprevenidos a Svarog y su corte de dioses. Un ejército de guerreros aztecas, acompañado de abominables gules, que caminaban a dos patas y a cuatro invadieron las heladas tierras eslavas.
Svarog, patriarca de los dioses eslavos, lideró la defensa de su reino, acompañado de sus hijos Perún, dios del trueno y Svantovit. A las puertas de la legendaria ciudad de Iriys, capital de Svarga, las tropas eslavas y aztecas libraron la batalla definitiva, que terminó con la victoria de los dioses eslavos, pero a un precio muy alto. Svarog, el padre de todos, cayó a manos de Quetzalcoatl, el dios del sol azteca. Al ver el cadáver se su padre, Perún se lanzó sobre el dios azteca y con sus propias manos le arrebato la vida en venganza por la muerte de Svarog. Al tiempo que recibía el poder divino del señor de su panteón, Perún lanzó gritó de rabia hacía el firmamento.
Por primera vez en muchos miles de años, los sagrados salones del Olimpo eran invadidos por un número ejército enemigo. Los intrusos estaban al mando de Marduk, el dios sumerio. Guerreros del reino de Marduk, así como toda clase de horrores y criaturas deformes y monstruosas lanzaron un feroz ataque contra los olímpicos.
Zeus, junto a sus hijos y hermanos, resistieron con valentía y contraatacaron sin contemplación alguna. Ares, el dios de la guerra lideró a sus hermanos y hermanas, pues hasta el mismísimo Zeus sabía que en tiempos de guerra nadie había mejor para ello que Ares. Siguiendo las tácticas del dios de la guerra consiguieron una ventaja importante en el conflicto, pero el número de enemigos no parecía terminarse nunca, ya que los portales dimensionales no paraban de aparecer, con nuevos refuerzos dispuestos a acabar con ellos.
La misma tierra temblaba ante las gigantescas criaturas vermiformes que había aparecido de la nada, siendo solo una avanzadilla de la fuerza de invasión que osaba atacar Heliopolis, hogar de los dioses egipcios.
Los Dholes, los enormes gusanos que se movían entre las dunas de arena, penetraban las murallas de la ciudad de los dioses, junto a mágicas bola de fuego, que parecían tener conciencia y vida, ya que cada vez que inflamaban a sus victimas, soltaban una risita malévola.
Osiris en persona se enfrentaba en duelo personal al mismo Vishnu, del panteón Hindú, que como otros de sus antaño aliados, se habían unido a la campaña de Loki.
En las inmensas y hermosas praderas de Shipolo, Manitú, el gran espíritu, la divinidad suprema entre los indios americanos, preparaba a sus tropas para el choque contra el impío enemigo que quería arrasar sus hermosas tierras. Miles y miles de guerreros Anazasi elevaron sus lanzas y tensaron las cuerdas de sus arcos, listos para doblegar a sus oponentes.
El suelo se resquebrajaba, y todo temblaba, terremotos inmensos destrozaban la tierra y la roca y de las fisuras de la tierra surgían criaturas inmensas, similares a grandes y horrendos calamares.
Manitú elevó su voz ante el estruendo y los Anazasi cabalgaron hacía la batalla.
El reino de Ta-lo, hogar de los dioses chinos, se encontraba en una situación limite. Innumerables monstruosidades voladoras se erguían en el firmamento, creando terribles vientos huracanados, que amenazaban con derribar los muros de la ciudad, y arrastrar a muchos de sus defensores,  mientras por tierra, numerosas tropas de asalto se afamaban por atacar el Palacio de Jade.
Escenas similares se repetían en todas y cada una de las dimensiones que eran observadas por Uatu.
El Vigilante dirigió su atenta mirada a uno de esos reinos en concreto.
Heimdall cercenó un brazo a una de las inmundas criaturas que acompañaban a los guerreros grecorromanos, para después atravesar el pecho con la hoja de su espada.
La sangre manchaba el rostro y el cuerpo del guardián del puente del arco iris. A su alrededor sólo se escuchaba el fragor de la batalla. Los escudos chocaban con los escudos, las lanzas ensartaban, las pesadas hachas caían, atravesando armaduras, carne y hueso. A un lado de Heimdall, repartiendo golpes como rayos, se encontraba Tyr, al otro lado se hallaba Ulik el troll, aplastando con sus propias manos a quien osaba ponerse en su camino.
Con un estallido de un relámpago apareció Billy Rayos Beta, que dominado por la ira y por el dolor, se lanzó contra sus enemigos como una bestia enloquecida.
- ¡Nunca abandonaremos, nunca nos rendiremos! ¡Demostremos a estos bastardos cual es el precio a pagar por atreverse a atacar Asgard! ¡Por Asgard! ¡Por Lady Sif!- Gritó Billy Rayos Beta a los bravos defensores de Asgard.

La arenga del korvinita hizo encender aún más los ánimos de quienes le seguían, y de sus gargantas surgió un grito de guerra destinado a estremecer y llenar de temor a sus enemigos.
La carga de la fuerza conjunta de asgardianos y trolls rompió como un ariete la resistencia de las tropas del Hades. El martillo de Billy Rayos Beta derribaba adversarios con pasmosa facilidad, al
igual que las espadas de Heimdall y Tyr o los puños de Ulik. Las lanzas de los asgardianos y las mazas de los trolls dejaban tras de sí una hilera de cuerpos destrozados y ensangrentados a su paso.

La línea frontal del ejército invasor retrocedió, roja y destrozada, haciendo que un grupo numeroso de ellos cayese por el borde de Bifrost, perdiéndose en el vacío sideral que se hallaba bajo sus límites. Enloquecidos por la visión de la victoria, los defensores de Asgard parecían no sentir las heridas, ni el cansancio, sólo tenían en su mente el pensamiento de acabar con todos y cada uno de los intrusos, haciéndoles pagar con sangre por su atrevimiento a mancillar al reino dorado.
- ¡¡VICTORIA!!- Gritó con jubilo Heimdall.
 
Era una inmensa masa nubosa que cubría el horizonte, cubierta de pústulas y ulceras. Se forman tentáculos negros que se retuercen, ojos aquí y allá, bocas que gotean babas y patas cortas y retorcidas, acabadas en pezuñas negras. El ser comenzó a lanzar sus largos tentáculos, que apresaban a todo aquel pobre infeliz que se cruzaba en su camino, sin diferenciar quien era de un bando o de otro. Era un mar de caos primigenio que devoraba todo a su paso.
La batalla que durante horas enfrentó a los combatientes dejo de pronto de tener sentido alguno, se había transformado en una mera lucha por la supervivencia.
- En nombre de lo más sagrado ¿Qué clase de abominación impía a invocado tu hermanastro?- Exclamó Leir.
- Se trata de Shub-Niggurath. Es uno de los dioses oscuros que combatimos eras atrás, Leir.- Observó Tiwaz con evidente preocupación.
- ¡Al fin dan muestran su pérfido rostro! ¡Es hora de ajustar cuentas! ¡Tienen que sentir la ira de Thor!
-¡Thor, no!- Gritó Tiwaz.
Era demasiado tarde, su bisnieto usaba su poder divino para impulsarse y salir al encuentro del dios primigenio. Thor contemplaba incrédulo como el ser estaba expandiendo su forma, deslizándola y engullendo todo lo que hallaba a su paso.
Le dañaba la vista el intentar seguir su perfil con sus ojos.
Instintivamente, el dios del trueno fue a agarrar a Mjolnir de su cinto, encontrándose sólo el arma rota e inservible tras el choque con la Espada Negra, olvidándose de que llevaba a Gungnir.
- ¡Golpea con fuerza, fiel Gungnir! ¡Devuelve a este ser informe a la dimensión sin nombre de la que no debería haber salido jamás!- Gritó Thor lanzando a Gungnir contra la masa de Shub-Niggurath.
La lanza se clavó en un costado del gigantesco dios, sin dar muestras de haberle dañado en lo más mínimo.
- ¡Sangre de Odín! Le he hecho tanto daño como un mosquito a un rinoceronte.- Observó el señor de Asgard al tiempo que Gungnir regresaba a su mano.
El asgardiano no se dio cuenta de que varios tentáculos se deslizaban hacía él, y cuando lo hizo, no pudo evitar que se enroscasen alrededor de sus piernas y lo intentasen arrastrar hacía el interior de la masa informe del dios exterior. Pudo notar los seudópodos le comenzaban a succionar su energía, su fuerza, su misma esencia vital.
Canalizando su poder a través de la lanza de Odín, lanzó una descarga de energía que impactó en la creciente forma de la criatura. Shub-Niggurath soltó durante un segundo su presa entorno a Thor, lo que aprovecho para liberarse. El dios del trueno se alejó, sintiéndose derrotado.
- Quería medir su fuerza y es abrumadora.- Dijo Thor aterrizando al lado de Tiwaz, Crom y Leir.- Un mero contacto con la criatura ha mermado mis fuerzas rápidamente.
- Trate de advertírtelo, Thor.- Dijo Tiwaz.
- Observación: Dios del trueno hay algo que debes saber.- Dijo el Registrador rigeliano que se había acercado a donde estaban.
-¿Qué brujería es esta? ¡Un hombre de metal!- Exclamó sorprendido Crom empuñando su espada.
- Contén tu espada, lord Crom, es un aliado nuestro.- Dijo Thor.- ¿Qué es lo que tienes que contarme, Registrador?
- Explicación: Si la entidad sigue expandiéndose a esta velocidad, en pocas horas habrá anegado esta dimensión por completo, acabando con toda forma de vida que se halle en ella.
- ¡Por Ymir! ¿Cómo conseguiremos derrotar a semejante enemigo?- Dijo Thor con semblante preocupado.
En un elevado plano de existencia, más allá de la realidad, del tiempo y del espacio, se  encontraba Nodens, uno de los que Están Arriba y en la Sombra. Había convocado una visión de lo que estaba ocurriendo con Tiwaz y Crom tras marcharse, y contemplaba con expectación los acontecimientos que se sucedían en el reino de Avalón.
- ¿Por qué te torturas?- Le dijo una voz a sus espaldas.
- Astarde.- Dijo únicamente Nodens.
Su compañera le observó, sabiendo lo que bullía en su interior. Su relación iba más allá de de cualquier otra conocida, llevaban juntos desde el inicio del universo, juntos habían contemplado el alzamiento y la caída de civilizaciones enteras, las maravillas inagotables del cosmos no tenían secretos para ellos.
- Sabes que no puedes interferir.- Dijo Astarte.- Nos esta vedado.
- Reglas auto impuestas sin más motivo que acallar nuestras conciencias. Buri tenía razón. Nos escudamos en ellas para no actuar. Eso tiene que terminar.
- Rompiste el hechizo del asgardiano Loki ¿Acaso eso no es ya suficiente?
Astarde solo obtuvo el silencio como respuesta. Pero no hacía falta más. No hacían falta más palabras, sabía perfectamente la decisión tomada por Nodens, y aunque la tristeza la embargaba aceptó sin reproches los actos de su compañero.
Nada parecía ser suficiente para el voraz apetito de Shub-Niggurath, las flechas y lanzas eran insuficientes para siquiera molestar al dios. Con cada nueva victima, su masa aumentaba de tamaño, amenazando con tapar el mismo firmamento.
- Ese horror esta acabando con todos nosotros.- Dijo Volstagg a su compañero Hogun.
- Sin duda esto es obra de Loki. Lamentaremos no haber acabado con él tiempo atrás.- Dijo Hogun el torvo.
Manannan Mac Lir, el dios celta del mar y señor de los océanos, luchaba con todas sus fuerzas para liberarse de los seudópodos que lo aprisionaban, llevándolo a una de las enormes fauces abiertas del dios oscuro. Mevanwi le sujetó de uno de sus brazos, intentando impedirlo.
- ¡Corre! ¡Tira de nosotros!- Gritó la guerrera celta a Balder.
El asgardiano tiró con fuerza, pero la presión del tentáculo era increíble e hizo que tuvieran que soltarlo. El dios celta no pudo menos que gritar al ser introducido en las poderosas mandíbulas de la criatura. El sonido de las mandíbulas aplastando el cuerpo de Manannan Mac Lir llenó de temor a la celta y al asgardiano.
- Odín nos proteja.- Dijo Balder el bravo.
- Si no hacemos algo pronto, todos acabaremos en el estomago de ese horror innombrable.- Dijo Leir.
- Notó como mis fuerzas están volviendo. No nos quedaremos impasibles viendo como nos asesina, le enseñaremos que los dioses son más difíciles de doblegar de lo que piensa.- Dijo Thor.
-Reserva tus fuerzas, señor de Asgard. Las vas a necesitar.
Las palabras parecían venir de todas direcciones a la vez.
- ¡Mirad!- Exclamó Crom señalando al cielo.
Una forma llenaba gran parte del cielo. Aunque Thor nunca había estado ante su presencia, reconoció de inmediato a quien había pronunciado esas palabras.
- Es uno de los que Están Arriba y en la Sombra. Mi padre me habló de ellos, pero jamás imagine la magnitud de su majestuosidad.
- Debéis batiros en retirada. Una retirada a tiempo puede ser una victoria en su misma. Los caminos dimensionales vuelven a estar abiertos, Thor. Usa tu poder divino para evacuar Avalón. Yo me batiré con esa monstruosidad.
- ¿Huir? ¿Con el rabo entre las piernas? ¡Jamás! Un auténtico dios no huye nunca ante el peligro.- Dijo Crom.
- Nodens tiene razón. Derrotar a este enemigo esta más allá de nuestras posibilidades.- Observó Tiwaz.
- Tal tarea, la de trasladar a los habitantes de esta tierra puede ser letal incluso para mí. Aún así, veo la verdad en tus palabras, Tiwaz, así que lo haré.
- Abandonar nuestro hogar… Comenzó a decir Leir.
- Los campos pueden volver a ser fértiles, las casas ser reconstruidas,  amigo mío, las vidas de tu pueblo no tienen esa suerte.
Leir asintió con pesar.
- No hay tiempo para que los habitantes de esta tierra huyan por portales místicos, Thor, habrá que hacerlo de una sola vez.- Indicó Tiwaz.
Thor asintió afirmativamente.
El señor de Asgard nuevamente liberó la energía divina atrapada en su cuerpo. Todo su cuerpo quedó rodeado de un aura dorada, de sus manos nacían olas de energía que crepitaban. Thor canalizó todo su poder con un único fin. Cerró los ojos y se concentró.
Momentos después, una ola de energía recorrió cada paraje, cada montaña y valle de Avalón, y a su paso, los hombres, mujeres y niños desaparecían envueltos en un haz dorado. Un instante más tarde, el mismo Thor y sus compañeros, así como todas las tropas celtas y asgardianas se esfumaron en un abrir y cerrar de ojos.
Una vez se hubieron marchado, la forma inacabable de Nodens observó al tenebroso dios que seguía ondulando y moviendo su gigantesca masa informe.
Nodens y el ente se enzarzaron en un combate de dos fuerzas que escapan a la comprensión de cualquier ser viviente. No se encontraban pensamientos o emociones que pudiesen expresar lo que estaba sucediendo. No había palabras adecuadas para hacerlo. El enfrentamiento entre las dos todopoderosas entidades hicieron oscilar durante un instante en decenas de dimensiones diferentes. En muchos lugares del cosmos, durante un segundo,  sintieron una extraña sensación, como si algo estuviese sucediendo, pero sin alcanzar a entender que era lo que ocurría realmente.
Las fuerzas desatadas, llegaron a su punto critico, hasta que todo estallo envuelto en un torbellino de luz que lo destruyo todo.
Y en un lejano lugar, Astarde lloró por su compañero.

 Asgard.
Desde una de las más altas torres de la muralla de la ciudad,  Snorri vigilaba sin descanso los alrededores cercanos a la capital. Los últimos acontecimientos habían hecho que toda Asgard estuviese alerta ante posibles ataques. Vivimos tiempos difíciles-pensó el guerrero mientras limpiaba con meticulosidad sus armas. Por la mañana el viejo Hakon estuvo diciendo que en la época del añorado Odín esto jamás hubiese sucedido. Snorri le dio una buena tunda y le aconsejo que se guardarse sus opiniones donde nadie las quisiese escuchar. Thor era sin duda un buen monarca y acabaría con todos los enemigos del reino dorado, eso lo tenía muy claro.
Snorri contempló como los campos adyacentes a la ciudad brillaban con un fulgor dorado, cerró los ojos ante la intensidad de la luz, y abrirlos, el asgardiano se frotó los ojos, como si no se creyese lo que estaba viendo con ellos.
Miles de hombres, mujeres y niños habían aparecido de repente. Reconoció las vestimentas de muchos de ellos como pertenecientes a su gente, pero la inmensa mayoría eran celtas. Su corazón se llenó de alegría al ver a su monarca entre ellos. Parecía agotado, lleno de heridas y con su armadura y sus ropas destrozadas ¿Y donde estaba el sagrado Mjolnir?
- L-lo he conseguido.- Dijo con voz cansada el dios del trueno.
- ¡Si! ¡Has salvado a mi pueblo!
- No ha todos ellos, Leir, a pesar de mis esfuerzos, no he podido salvar a cada uno de ellos. Loki ha salido triunfante, Avalón ha caído.
- Nadie puede pedirte más, amigo mío. Lloraremos a nuestros muertos y haremos un juramento para vengar sus muertes.- Dijo Leir con rostro melancólico.
- ¡Amado esposo!
Brighid  apareció de repente, saliendo de entre la multitud de habitantes de Avalón, acudiendo con rapidez a los brazos de su marido, al que abrazo efusivamente.
- Brighid, Tu padre ha…
- Lo sé, yo estaba allí, murió ante mis ojos.- Dijo la diosa celta con las lagrimas cayéndole por las mejillas.
- ¡Otra ofensa que hacer pagar a Loki! Cariño, te juro que el fallecimiento de Dagda no quedará impune.- Dijo Thor apretando sus puños.
Tiwaz pasó su penetrante mirada por los desconcertados celtas, que en su inmensa mayoría ignoraban lo que había ocurrido realmente.
- Thor, debemos ofrecer refugio a esta gente. El tiempo apremia.
- Tienes razón, Tiwaz, nuestra prioridad ahora es acoger a estas personas, no como invitados, si no como hermanos, por que ahora somos…
No pudo terminó la frase, a Thor le flaquearon las fuerzas, y una debilidad recorrió sus miembros, hasta desplomarse.
- ¡Thor!- Exclamó Brighid asustada.



                                                               Epílogo
 
Los médicos reales diagnosticaron fatiga, debido al cansancio acumulado y al gran esfuerzo realizado al trasladar a gran parte del pueblo celta desde Avalón al reino dorado.
Le dejaron descansar en su alcoba real, bajo los cuidados de su esposa. Mientras Leir y Tiwaz distribuían a los refugiados célticos en la misma ciudad y en otras cercanas, en las habitaciones reales se encontraba durmiendo el sueño de los justos Thor. En su estado, no pudo darse cuenta de cómo las doncellas le limpiaban la suciedad y las heridas recibidas en el reciente combate y se preocupaban de su bienestar.
Las puertas de la habitación se abrieron, dejando entrar a Brighid.

- Podéis marcharos, yo me ocupare de mi esposo.- Indicó Brighid.
Con un asentimiento, las fieles doncellas dejaron lo que estaban haciendo y se despidieron, dejando en la habitación sólo al señor de Asgard y a su esposa.
Brighid se acercó a los pies de la cama y acarició con sus dedos el torso desnudo de su marido. Algo se removió en uno de los hombros de la diosa, se escuchó un susurro apenas audible, pero con un tonó realmente desagradable.
- Si, tan poderoso, pero a la vez tan indefenso ¿verdad?- Dijo Brighid acariciando la cabeza de la criatura que tenía sobre su hombro. Tenía el pelo largo y forma de rata, pero la cara, con afilados dientes y barba, era vagamente humana, de un modo casi ofensivo.
Uno de los dedos de Brighid se pasó por el rostro del dios del trueno, haciendo un surco de sangre por donde pasaba. Se llevó el dedo a sus labios y se relamió con el sabor de su sangre.
- Deliciosa. La sangre de un rey de reyes.
Extendió sus dedos y de ellos surgieron haces de color carmesí, que se enredaron hasta formar una especie de tela de araña alrededor de la cabeza del dios dormido.
- Es la hora de Keziah, precioso.- Dijo ella sonriendo maliciosamente.- Mi señor Loki estará finalmente satisfecho.
Una risita burlona y despreciable se escuchó por toda la alcoba real.

Continuará...
 
Próximo Número: ¡Continúa el Crepúsculo de los Dioses! ¿Cuáles serán las intenciones de Keziah? La guerra sigue su curso, destruyendo todo lo que se encuentra en su camino, descubre lo próximo que ocurrirá en el capitulo 1 de la Segunda Parte del Crepúsculo de los Dioses: El Desafío del Guerrero.


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